Archivo anual 2016

PorInstituto Bitácora

¿DUERMO BIEN?

Se ha demostrado que dormir es una actividad absolutamente necesaria, pasamos cerca de un tercio de nuestra vida durmiendo y, todos sabemos que buena parte de nuestra salud depende de la calidad del sueño. Sin embargo, a pesar de conocer este dato, pocas personas dan prioridad a disfrutar de un buen descanso.
Mientras dormimos se llevan a cabo funciones fisiológicas imprescindibles para el equilibrio psíquico y físico de los individuos. La principal función del sueño es reparar el organismo para poder seguir la vida en condiciones óptimas. Y entre las funciones más destacadas del sueño se encuentra la autorregulación de las funciones del sistema nervioso central y del resto de tejidos así como restablecer los almacenes de energía celular.
Además, el sueño tiene un papel importante sobre los procesos de aprendizaje y memoria y durante el sueño se tratan asuntos emocionales reprimidos.
Siempre se ha dicho que, para tener una vida saludable, es necesario pasar en la cama una buena cantidad de tiempo, algo que no es posible cumplir siempre debido al ajetreo diario y al uso excesivo de bebidas con cafeína o dispositivos electrónicos en nuestra sociedad, entre otras cosas, debido a que interfieren en nuestro ritmo cardiaco.
La necesidad de sueño cambia en cada persona, de acuerdo a la edad, estado de salud, estado emocional y otros factores.[Tweet “El tiempo ideal de sueño es aquel que nos permita realizar las actividades diarias con normalidad.”]
Mientras que algunos adultos sólo necesitan dormir entre 5 y 6 horas, otros pueden precisar más de 8 para sentirse totalmente descansado. No obstante, lo normal es que un adulto sano duerma un promedio de entre 8 a 8 horas y media.
Existen diferentes trastornos del sueño, que tienen serias implicaciones en la vida diaria de la persona que los padece, como bajo rendimiento, agotamiento físico, sueño diurno o dificultad para cumplir con las obligaciones laborales, familiares o sociales.
De entre ellos el trastorno más frecuente en la población es el insomnio, con mayor prevalencia en mujeres, ancianos y personas con problemas psicológicos, como ansiedad o depresión. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre un 25% y un 35% de la población adulta padece insomnio transitorio y entre un 10 y un 15% sufre de insomnio crónico.
El DSM-V, manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, define el trastorno por insomnio como una queja, que dura al menos un mes, de dificultades en iniciar o mantener el sueño o de que este no sea reparador.
En esta definición se hace hincapié en el hecho de que exista la queja, porque se ha comprobado que con patrones de sueño similares unas personas lo viven sin problema, porque no atribuyen sus dificultades diarias a la falta de sueño, mientras que otros sí lo hacen.

 

Esta reducción de la capacidad para dormir, se puede manifestar de diversos modos que dan lugar a diferentes tipos de insomnio:

• Insomnio de inicio: problemas para iniciar el sueño en menos de 30 minutos.
• Insomnio de mantenimiento: problemas para mantener el sueño, con despertares nocturnos de más de 30 minutos de duración, o despertares definitivos de manera precoz, consiguiendo un tiempo total de sueño escaso. Se tiene la sensación de que no se ha dormido bien y no se ha descansado.

 

Según el tiempo de evolución, el insomnio puede ser:

• Insomnio temporal o transitorio: si se produce durante un corto periodo de tiempo de duración, menor a un mes.
• Insomnio crónico: si se prolonga más allá de un mes, pudiendo durar meses e incluso años.
En el siguiente post hablaremos de cómo afecta la ansiedad y el estrés al sueño y de cómo el insomnio puede convertirse en un problema crónico.

 

Ana Martín Almagro. Psicóloga del Instituto Bitácora.

PorInstituto Bitácora

¿OTRA VEZ CON EL CONCEPTO DE ENFERMEDAD?

En Instituto Bitácora ya estamos preparando con nuestros pacientes y familiares las vacaciones de verano. Y hemos empezado por reforzar el concepto de enfermedad, que tanto cuesta entender y aceptar a unos y a otros, aunque estemos constantemente trabajando sobre ello.
El manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, publicado por la APA (American Psychiatric Association) es el manual de salud mental de mayor aceptación y referencia mundial. Este manual es algo así como un vademécum, una obra donde se recogen las informaciones más importantes y esenciales de una materia, en este caso de los trastornos mentales.
Es por tanto, un sistema de clasificación de los trastornos mentales, donde se recogen descripciones claras y síntomas, para que tanto profesionales de ámbito clínico (médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, enfermeros, trabajadores sociales, forenses y especialistas legales) como investigadores y docentes, puedan diagnosticar, tratar, investigar, estudiar e intercambiar información de las distintas enfermedades mentales en un lenguaje común.

El manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su quinta edición (DSM-V), define la dependencia a sustancias como un:

Trastorno crónico y recurrente, caracterizado por una pérdida de control sobre el consumo y un patrón compulsivo de búsqueda de la sustancia a expensas de otras actividades más adaptativas para el individuo y beneficiosas para su entorno.
Y partiendo de esta definición, vamos a intentar analizar y explicar cada parte de ella.
Trastorno crónico…
Por trastorno crónico entendemos que la enfermedad, una vez instaurada va a persistir de por vida. La enfermedad estará siempre ahí, latente, dormida, aunque esto no significa necesariamente encontrarse mal, sino todo lo contrario. Con un tratamiento adecuado y con el logro de la abstinencia, los síntomas y las consecuencias van desapareciendo, de manera que se puede llegar a un estado de salud, esto es, que se puede llegar a la recuperación física, psicológica y social.
Pero teniendo siempre presente, que el retomar el consumo va a suponer la activación de la sintomatología de la enfermedad, en este caso, incapacidad para abstenerse, pérdida de control, así como la aparición de las consecuencias negativas, tanto físicas, como psicológicas y sociales derivadas de la adicción.
…y recurrente
Por trastorno recurrente entendemos que la enfermedad puede volver a aparecer nuevamente después de un periodo de tiempo. Lo que entendemos como recaída.
Como demuestran los estudios realizados con distintas técnicas de neuroimagen, el consumo de alcohol y drogas produce anomalías y cambios en la estructura y función cerebral, que provocan que, ante la exposición a determinados estímulos, internos y/o externos, la persona que tiene este tipo de problemas experimente un deseo de consumo intenso e irrefrenable, que le lleva a retomar el consumo.
Por tanto, cuando estamos ante personas que no cesan su consumo, o tienen una recaída tras otra, no se debe a debilidad o a que no tienen fuerza de voluntad, se debe a que su estructura cerebral ha cambiado y a la fortísima asociación de recuerdos placenteros que se activan de manera automática ante los estímulos relacionados con el consumo.
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¿Qué es la psicoterapia?

Es una cuestión muy difícil de conceptualizar y precisamente por ella podemos encontrar múltiples definiciones y desde distintos puntos de vista.

En primer lugar expondremos brevemente un par de ellas más oficiales.
Por ejemplo, según la definición de la Real Academia Española (RAE), la psicoterapia es el tratamiento de enfermedades mentales, psicosomáticas y problemas de conductas mediante técnicas psicológicas.
La Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) entiende la psicoterapia como un tratamiento de naturaleza psicológica y carácter científico, que se utiliza para las manifestaciones psíquicas o físicas del malestar humano, con el que se tratan de promover cambios o modificaciones en el comportamiento, la salud física y psíquica, la integración de la identidad psicológica y el bienestar de las personas o grupos tales como la pareja o la familia.
Además de las definiciones oficiales, intentaremos hacer una breve exposición sobre qué consideraríamos un proceso terapéutico.

Como mencionamos en nuestra página, el objetivo de la psicoterapia es el desarrollo y el fortalecimiento psíquico al mismo tiempo que el alivio de un sufrimiento, un sufrimiento que puede presentar una persona en un determinado momento, y que se puede manifestar a través de síntomas.

Los síntomas que puede presentar una persona pueden ser muy variados, por ejemplo, dificultad para dormir, contracturas musculares, diarreas, crisis de ansiedad, mal comportamiento, suspender exámenes, beber compulsivamente, alucinaciones, etc, etc, ect.
Entendemos la psicoterapia como una relación terapéutica fundamentalmente, esto es una relación entre personas, entre el terapeuta y el paciente o el terapeuta y la familia.

El buen psicoterapeuta debe ser para el paciente como una presencia que permanezca estable, constante y predecible, a la que pueda recurrir y con la que la persona puede aprender qué existen nuevas formas de relacionarse con los demás a través del vínculo que establezcan entre ambos.

En la psicoterapia se ayuda a entender las relaciones entre las personas, de forma que no es sólo un individuo el responsable del sufrimiento sino que lo que está dañado o no funciona bien es la relación entre los distintos miembros de una familia o de la pareja o de los amigos, es decir, lo que han creado entre ellos.

De forma que el proceso ayude a entender que si algo no funciona entre dos personas cada uno ha tenido algo que ver, y cada uno tiene su parte de incumbencia y, por tanto, posibilidad de cambiar algo, de forma que ni el bueno es tan bueno, ni el malo es tan malo.
Otra forma de entender la psicoterapia ha sido que el terapeuta (que es el que supuestamente sabe cómo se tienen que hacer las cosas) le da recomendaciones o pautas al paciente para que le vaya mejor la vida.

Esto se ha ido modificando y se ha ido transformando en que el terapeuta puede ayudar a la persona a construir una realidad o versión sobre sí mismo diferente a la que tiene y le está ocasionando malestar.
Por otra parte, el buen terapeuta además de dominar el “saber”, tener conocimientos sobre las teorías psicológicas, tiene que conocer y manejar bastante su propio “ser”, su forma de ser, por eso la gente dice que para que funcione bien la terapia no solo tiene que saber mucho el terapeuta sino que debe de haber algo más.
Por tanto, si decides comenzar un proceso terapéutico podrás pensar junto con otra persona sobre “por qué” y “para qué” te pasa lo que te está pasando, por qué no puedes dormir o para qué tienes un nudo en la garganta que no te deja ni respirar, y podrás aprender a afrontar situaciones estresantes, resolver conflictos con otras personas, identificar y manejar tus emociones (la ira, el miedo, la tristeza…), superar una pérdida (de un ser querido, de un trabajo y estilo de vida, de la salud…) o un trauma (un accidente, una agresión…), manejar síntomas físicos (dolores de cabeza o de barriga…), manejar síntomas de enfermedad mental (pensamientos negativos, alucinaciones…) , etc

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Es como si cada uno tuviéramos nuestro campo de minas particular, no consistiría en eliminar estas minas sino en saber identificarlas para que podamos esquivarlas lo máximo posible. Si yo siempre tropiezo en una misma piedra, el terapeuta no me quita esa piedra de mi camino sino que me enseña a caerme para que cuando choque con ella me haga el menos daño posible.
Una vez aprendidas esas nuevas habilidades, técnicas o modos de pensar y comportarte, podrás usarlos en el futuro, cuando vuelvas a encontrarte en alguna situación que te produzca malestar, ya que como hemos dicho, la psicoterapia implica también un crecimiento personal.

Dra. Mª Carmen López Alanís

PorInstituto Bitácora

TODOS PODEMOS SER HEROES

Hoy os quiero hablar de los héroes que he ido conociendo a lo largo de estos años trabajando en Instituto Bitácora.

Los héroes que yo he conocido no venían con ropa ajustada de colores, ni capa, ni poderes sobrenaturales.

Los héroes que he conocido son personas normales que se involucran en acciones extraordinarias de servicio al otro.

Personas que llegado un determinado momento deciden y eligen actuar por la otra persona, sin pensar ni por un momento, en ganancia personal o reconocimiento.

Las hazañas de estos héroes, por las que se distinguen del resto de las personas, es que actúan aún cuando los demás son pasivos, preocupándose por el bienestar del otro, con sacrificio, constancia, valor, fe y mucho amor. Leer más

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¿POR QUÉ NOS ENFADAMOS?

La ira es una emoción que forma parte de la naturaleza del ser humano y que como tal es positiva y necesaria para la supervivencia.

De hecho, puede ayudarnos a salir victoriosos de situaciones en donde alguien se ve obligado a defenderse.

Como toda emoción, la ira viene en gran parte determinada por los pensamientos negativos que surgen antes y por las creencias de cada persona, mucho más que por las hormonas o la herencia genética.

Así, el responsable de mi estado de ánimo no es tanto la situación como mis pensamientos. Los pensamientos automáticos negativos activadores de la ira más habituales los podemos clasificar en dos tipos:

El primer tipo son:

Los deberías” (cómo deberían o no deberían actuar los demás): pensamientos como “tú no deberías hacer…, sino que tú deberías hacer…” pueden generar ira.

Continuamente juzgamos el comportamiento de los demás. Estos juicios se basan en un conjunto de reglas sociales de cómo debería o no actuar la gente. Leer más

PorInstituto Bitácora

Sustancias psicoactivas de uso médico

El consumo de sustancias psicoactivas, legales e indicadas por profesionales de la medicina se puede convertir en una enfermedad.

Por psicoactiva, entendemos cualquier sustancia, de origen natural o químico, que introducida en el organismo por cualquier vía (oral, nasal, intramuscular, intravenosa…) ejerce un efecto directo sobre el Sistema Nervioso Central, ocasionando cambios específicos en sus funciones.
Estas sustancias son capaces de inhibir el dolor, modificar el estado de animo, alterar las percepciones y además tienen la capacidad de generar dependencia física y psicológica.

Además de las drogas legales, como el alcohol y la nicotina, o ilegales como el cannabis, la cocaína, la heroína o el MDA, existen sustancias psicoactivas de uso medico, como las benzodiacepinas, los barbitúricos, hipnóticos u opiáceos que si no son usados de forma rigurosa, tal como están prescritas, pueden dejar de cumplir su función terapéutica, y convertirse su mal uso en otra enfermedad, en una adicción.

Hoy hablaremos en concreto de los opiáceos de uso médico.

Los opiáceos son potentes analgésicos y anestésicos prescritos a pacientes que sufren de dolores agudos o insoportables relacionados con procesos quirúrgicos, y para aquellos que sufren dolor persistente o crónico intenso. Ejemplos de opiáceos de uso medico son Codeína, Tramadol, Dolantina, Fentanilo, Morfina, y Metadona.

A través del testimonio de uno de nuestros pacientes de Instituto Bitácora, profundizaremos en uno de ellos, el Fentanilo.

El Fentanilo es un opiáceo especialmente potente en cuanto a su función terapéutica, pero también especialmente potente en cuanto a su capacidad de desarrollar dependencia tanto física como psicológica. De hecho, algunos autores refieren que este fármaco es cien veces más potente que la morfina, y la Organización Mundial De La Salud (2008) lo compara con la heroína, concluyendo que es ochenta veces más potente.

Un alto porcentaje de pacientes se queda atrapado con este fármaco. Se convierten en adictos cuando no siguen de manera escrupulosa las indicaciones médicas. Dándose además la paradoja, que como se está tomando legítimamente, es decir, nos lo ha mandado la “autoridad” y se compra en farmacias, es doblemente difícil de detectar por el propio paciente, precisando ayuda especializada en el tratamiento de las adicciones, para poder salir del círculo negativo en el que el paciente se queda atrapado, donde además de perder la libertar sobre el uso de la sustancia, el fármaco pierde también la función terapéutica para la que ha sido asignado.
El dolor no solo no cesa sino que además aparece tolerancia, síndrome de abstinencias, dependencia física y psicológica y una serie de efectos secundarios relacionados con el uso abusivo de esta sustancias, como son vómitos, respiración lenta, náuseas, mareos, dolores de cabeza, sudoración, somnolencia…

Ejemplo de ello es la historia de uno de nuestros pacientes:

Les voy a hablar del Fentanilo, una medicina, un potente analgésico y anestésico.

Les hablo desde la cautividad donde viví desde el día que cambié mi dolor por la placidez del no sentir mi espalda dolorida. Ese día perdí mi Libertad y otras muchas cosas.
Un trágico accidente de tráfico, una espalda gravemente dañada, y como consecuencia, el dolor, el dolor en mayúscula, el dolor invalidante que no crea otra cosa que impotencia y lágrimas.

Satisfecho el neurocirujano de haber salvado mi vida y conservado mi movilidad, no se lo pensó dos veces y en un intento de mejorar mi calidad de vida, me indicó que tomara Actiq 200 microgramos cuando llegara el dolor. Me dio la receta y no explicó más.

Cuando tuve el medicamento en mis manos, no vi nada más que la forma de tomarlo. No vi la palabra Fentanilo, no leí el prospecto, solo me tumbé en la cama y comencé a consumirlo.

El Actiq Fentanilo se presenta en forma de pequeño chupachus y se va absorbiendo a través de la mucosa bucal. Comencé a sentir un ligero sopor al tiempo que el dolor cedía, llegando a un estado de placidez que era desconocido para mí. Era como un bebe dormitando dulcemente con su chupete.

Ese fue el momento en que perdí la Libertad, porque sin casi darme cuenta estaba decidiendo que quería estar siempre así.

Pasaron los días, me fui acostumbrando a tomar el fentanilo a diario y cada vez en mayor cantidad, hasta que llegó un día en que prácticamente vivía con el medicamento, ya droga, en la boca.

Había caído en la trampa de la tolerancia y cada día necesitaba más cantidad para quitarme el mismo dolor.

Me di cuenta de que ya lo usaba por otros motivos que no eran solo el dolor. Lo usaba para relajarme, para dormir, para como se dice vulgarmente, estar “colgada”.

Obviamente todo esto fue provocando cambios en mi comportamiento, hacía y decía cosas que molestaban e incluso herían a mis seres mas cercanos.
Ya no tenía lucidez para pensar objetivamente, perdí agudeza al razonar, estaba lenta física y mentalmente, y no lo veía.
Creía que hacía las cosas bien y que los demás estaban equivocados, que no me comprendían.

Unos se acercaron mas a mi considerando que era una adicción, como una enfermedad, otros se fueron y un día vi que me había quedado sola con el fentanilo, en una jaula sin rejas donde yo misma había entrado equivocadamente.

Buscando vivir terminé solo sobreviviendo.

Por fin decidí terminar con esa vida y pedí ayuda. Entré en un centro para desintoxicación de drogadictos y en ocho días estaba químicamente desintoxicada.
Mi paso por allí no fue plato de gusto. La convivencia con heroinómanos, alcohólicos y otros adictos fue dura, pero había que hacerlo, era eso o la jaula.

Aun quedaba lo peor, la deshabituación. Mi cuerpo estaba libre de Fentanilo, pero no mi mente. Duró cuarenta días, cuarenta días con insomnio, alterada, nerviosa y muy deprimida.

Pasado ese tiempo comencé a normalizarme. Ya podía dormir algunas horas, comía mejor y recuperé mi tono de voz. Durante más de seis años había sido una sombra. Ahora era libre de nuevo, pude ver luces para replantear mi vida. Era como construir una casa. Había que empezar por unos cimientos fuertes e ir paso a paso.

Necesité ayuda psicológica, estaba demasiado rota.

Ahora manejo el dolor de otra manera, he aprendido a vivir con el, y cuando aprieta tomo algo inocuo y me tumbo boca arriba. Me relajo y el dolor se va.

He hecho daño, he desperdiciado años de mi vida, pero gracias a Dios ahora camino por el sendero adecuado.

No tengo más que palabras de agradecimiento para las pocas personas que se quedaron a mi lado. Sin ellas no habría podido llegar a donde estoy ahora.

Y he aprendido que los medicamentos se convierten en droga si son mal usados. Cada pastilla es un arma de doble filo y que lo rápido, cómodo y fácil te anula antes de que te de tiempo a pensarlo.

Asunción Lago Cabana. Psicóloga de Instituto Bitácora.

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¿He tenido una crisis?

En el último post hablaba del Trastorno de Ansiedad Generalizada, en los siguientes seguiremos tratando otros trastornos de ansiedad, viendo las distintas formas de presentarse y cómo podemos entenderlos y hacerles frente.

¿Qué es una crisis de ansiedad?

Es una reacción repentina de miedo o malestar que va subiendo, llegando al máximo en unos minutos (2- 25min) y tardando luego unos minutos en desaparecer, aunque puede dejar a la persona con miedo, angustia o malestar durante un buen rato.
Los hay que se producen sólo en determinadas circunstancias o situaciones y entonces parece más fácil de relacionar pero también los hay que aparecen inesperados.

Los síntomas que más frecuentemente suelen aparecer son taquicardia, ahogo, sensación de opresión en el pecho, temblores, molestias digestivas, mareo o vértigo. Sensaciones de adormecimiento u hormigueos en el cuerpo, cara ó extremidades, sudoración y escalofríos, calor…Menos frecuentes son la sensación de atragantamiento, la sensación de irrealidad o de extrañeza; generalmente, todos estos síntomas producen un miedo intenso a morir de un ataque cardíaco, volverse loco, perder el control, a hacer algo ridículo, a desmayarse ó atragantarse, etc.

¿Cómo se producen? Suele darse una secuencia…

Primero un aumento de la activación por el estrés (tensión emocional, conflictos, ira que no se puede mostrar, sensación de ser superado por las circunstancias…etc.).Sólo notamos una vaga sensación de malestar, pero de forma continua.
Luego ocurre algo que aumenta esta activación, a veces tan pequeño como la gota que colma el vaso, que podemos no damos cuenta, y aparecen sensaciones (los síntomas de la crisis).

La interpretación de esas sensaciones, como no las conocemos y son muy molestas, la interpretamos como peligrosa y/o graves y recurrimos normalmente a urgencias ó al médico, que nos prescribe algo que nos calma momentáneamente.

Por último se produce la consolidación. Como casi nunca nos explican muy bien lo que es y no desaparece la activación o incluso empeora por las crisis, el proceso sigue, cada vez es más fuerte y cada vez las interpretaciones son más molestas y de mayor peligro, a veces, ya se desliga del estresor primero y cada vez es más difícil darle un sentido a lo que nos pasa. Al final le tenemos miedo a las sensaciones o, lo que es lo mismo, miedo al miedo y las mismas sensaciones son los desencadenantes (palpitaciones, ahogo…).

¿Por qué a mí?

Las crisis de angustia se dan en casi todas las personas alguna vez en la vida y, para la mayoría, no pasa de ser un mal rato que se interpreta como estrés (hablaremos en un siguiente post de este concepto más detenidamente). Entonces, ¿por qué me pasa a mí todo esto?
Hay multitud de posibles explicaciones tanto biológicas como psicológicas y desde distintas teorías, no obstante, para lo que aquí nos ocupa vamos a mencionar algunas y, por supuesto, habría que estudiar la variabilidad individual de cada caso.

Puede existir fuerte nivel de estrés que a veces no percibimos o que, si lo hacemos, no logramos controlar. Puede estar en relación con conductas de apego y pérdidas (cambios de domicilio, independizarse, fallecimiento de un ser querido, separaciones de pareja o amigos y familiares…). A veces por sentimientos que no se aceptan como la ira ó el resentimiento.

También hay que tener en cuenta una predisposición familiar a ser ansioso, en general de tipo fisiológico, aunque también cultural y educativa, que hacen más fuertes las sensaciones normales de preocupación (“la enfermedad no se hereda, se hereda el nerviosismo”).

Y un factor fundamental del trastorno es cómo nos contamos a nosotros mismos lo que nos pasa. Las personas ansiosas suelen pensar de una manera catastrofista y, a veces, hay situaciones o informaciones que aumentan esta forma de pensar (conocidos con determinadas enfermedades, algún problema real que se ha vivido como una catástrofe, una muerte súbita o inesperada en la familia, un accidente, lo que vemos en TV o leemos, etc…).

Dra. Mª Carmen López Alanís

PorInstituto Bitácora

MIS DERECHOS Y LOS DEL OTRO: NUESTROS DERECHOS

Como comentaba en el anterior post, la mejor forma de relacionarnos con los demás es la conducta asertiva, pero conviene tener en cuenta que al mismo tiempo es el estilo más difícil, porque es el resultado de un equilibrio entre nuestros derechos y los de los que nos rodean.

Así, en las relaciones asertivas debemos tener en cuenta no sólo nuestros derechos y emociones, como harían los que se relacionan agresivamente, ni sólo los derechos y emociones de los demás, cómo harían los que se comportan de modo sumiso, sino que hemos de considerar al mismo tiempo las dos caras de la moneda. Tenemos que convertirnos en una balanza. Leer más

PorInstituto Bitácora

¿ Se preocupa usted por todo ?

A menudo llegan pacientes a la consulta que refieren que “yo es que me preocupo por todo”, “a mi es que me afecta todo mucho” ¿puede llegar a ser esto un trastorno mental?.

El Trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es una enfermedad común que afecta aproximadamente al 3% de las personas. Cualquier persona puede sufrir este trastorno, incluso los niños, aunque se da con mayor frecuencia en mujeres.

El síntoma principal es la presencia frecuente de preocupación o tensión durante al menos 6 meses, incluso cuando hay poca o ninguna causa clara. Las preocupaciones parecen pasar de un problema a otro. Los problemas pueden involucrar la familia, las relaciones interpersonales, el trabajo, el dinero y la salud. Los pacientes con TAG se preocupan por cosas que es imposible que sucedan o si ocurren son más manejables y menos dramáticas de lo que ellos piensan.

Además se puede acompañar de problemas para concentrarse, fatiga, irritabilidad, problemas para conciliar el sueño y permanecer dormido, o sueño que no es reparador ni satisfactorio. La persona también puede presentar otros síntomas físicos, como tensión muscular, problemas digestivos, sudoración o sensación de falta de aire y dificultad para respirar.

Muchos tipos de psicoterapia pueden ser útiles para tratar el TAG. El objetivo de la intervención no es eliminar la incertidumbre, sino más bien ayudar a reconocerla, aceptarla y desarrollar estrategias útiles para afrontarlas. La terapia no va a asegurar a las personas que no va a suceder nada malo o desagradable, sino a valorar las posibilidades de que algo así ocurra y actuar en consecuencia.

[Tweet “Los medicamentos también pueden ser una importante parte del tratamiento, incluyen antidepresivos y ansiolíticos.”]

Por supuesto, aparte de tomar medicamentos y asistir a la terapia, usted puede ayudarse a mejorar con estilos de vida saludables como por ejemplo realizar ejercicio físico de forma regular, evitar sustancias estimulantes tipo cafeína y otros psicoestimulantes, mantener horarios de sueño regulares, alimentación equilibrada, etc.

 

Dra Mª Carmen López Alanis

PorInstituto Bitácora

¿CÓMO ME RELACIONO?

Desde la psicología identificamos tres formas básicas de relacionarnos con los demás: a través de la conducta pasiva, agresiva y asertiva. [Tweet “Nos comportamos de forma pasiva cuando la persona acostumbra a dejar de lado sus propios derechos y antepone los de los demás”] Así, la persona intenta por todos los medios que no se produzca un conflicto y evita pasar un mal momento. Este tipo de comportamiento impide expresar honestamente los sentimientos, pensamientos u opiniones o bien se hace pero de una manera autoderrotista, o con disculpas sin convicción. El mensaje que se comunica es: [Tweet ““tus opiniones, sentimientos o pensamientos son más importantes que los míos, valen más”, “lo que tú quieras lo acato”.”] Esta conducta pasiva suele acompañarse de conductas no verbales como un volumen de voz bajo, habla poco fluida, bloqueos al hablar, huida del contacto ocular, cara tensa, dientes apretados, movimientos corporales nerviosos o inapropiados, etc. Como consecuencia de esta forma de relacionarnos, la persona tiene la constante sensación de ser incomprendida, manipulada o no tenida en cuenta, con sentimientos de culpa, ansiedad, frustración y baja autoestima. Incluso puede sentirse agresiva pero no lo manifiesta. Por otro lado, los efectos que produce en los interlocutores este comportamiento suelen ser negativos, pues la otra persona no sabe si se está o no aprovechando de ella, al no estar diciendo realmente lo que quiere decir, y además el otro interlocutor se puede sentir cargado de responsabilidad, porque es él quien tiene que tomar las decisiones. La segunda forma de relacionarnos es la forma agresiva. Contrariamente a la anterior, aquí la persona antepone y defiende sus derechos de una manera ofensiva, manipulativa e inapropiada, pasando por encima de los derechos de los demás. En este caso, la persona trata de alcanzar la victoria a través de la dominación, utilizando técnicas de degradación o manipulación entre otras. La persona piensa que si no se comporta así podría resultar demasiado vulnerable ante los demás y suelen sentirse “honestos” porque expresan lo que sienten y “no engañan a nadie”. El mensaje que se comunica es: “mis opiniones, sentimientos o pensamientos cuentan más que los tuyos”, “es más importante lo mío que lo tuyo”, “soy superior a ti”. Acompañando a estas manifestaciones verbales suelen darse comportamientos corporales destinados al mismo fin: mirada agresiva, aumento del volumen de la voz, gestos o posturas de amenaza, etc. Las consecuencias a corto plazo pueden ser tanto positivas, pues muchas veces consigue sus propósitos, como negativas debido a que puede experimentar sentimientos de culpabilidad. Sin embargo a largo plazo las consecuencias suelen ser negativas, pues puede ir acumulando tensión en sus relaciones con los demás, o rencor por parte de éstos. Terminamos este post hablando de la tercera forma de relación con los demás, la conducta asertiva. Esta conducta implica [Tweet “la expresión directa de nuestros sentimientos, pensamientos y necesidades, de una manera amable”] franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos pero siempre respetando los derechos de los demás. Ser asertivo no significa querer llevar siempre la razón, sino expresar nuestras opiniones y puntos de vista, sean estos correctos o no. Todos tenemos también derecho a equivocarnos. El mensaje que se comunica es: [Tweet ““mis opiniones, sentimientos o pensamientos son tan importantes como los tuyos”.”] Normalmente los problemas de falta de asertividad pueden ser debidos a que no sabemos cómo comportarnos. El miedo a expresar nuestros sentimientos y deseos nos lleva a emplear estilos pasivos o agresivos. Ni que decir tiene que la mejor forma de relacionarse es asertivamente. No obstante, conviene aclarar que nadie es totalmente asertivo, pasivo a agresivo, pues son habilidades o actitudes que adoptamos en forma más o menos habitual y que también dependen de las situaciones o personas con quienes nos relacionamos (podemos ser asertivos en unas situaciones pero no en otras). Sería más exacto hablar de la asertividad como algo que podemos poseer en mayor o menor grado, o con mayor o menor frecuencia, y que es susceptible de aprendizaje y mejora a través de un adecuado entrenamiento.

Ana Martín Almagro. Psicóloga de Instituto Bitácora

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