¿POR QUÉ NOS ENFADAMOS?

PorInstituto Bitácora

¿POR QUÉ NOS ENFADAMOS?

La ira es una emoción que forma parte de la naturaleza del ser humano y que como tal es positiva y necesaria para la supervivencia.

De hecho, puede ayudarnos a salir victoriosos de situaciones en donde alguien se ve obligado a defenderse.

Como toda emoción, la ira viene en gran parte determinada por los pensamientos negativos que surgen antes y por las creencias de cada persona, mucho más que por las hormonas o la herencia genética.

Así, el responsable de mi estado de ánimo no es tanto la situación como mis pensamientos. Los pensamientos automáticos negativos activadores de la ira más habituales los podemos clasificar en dos tipos:

El primer tipo son:

Los deberías” (cómo deberían o no deberían actuar los demás): pensamientos como “tú no deberías hacer…, sino que tú deberías hacer…” pueden generar ira.

Continuamente juzgamos el comportamiento de los demás. Estos juicios se basan en un conjunto de reglas sociales de cómo debería o no actuar la gente.

Así, pensamos que los que se comportan de acuerdo con nuestras normas están en lo cierto (son buenas personas), y los que no siguen nuestras normas están equivocados (o son malas personas).

Damos por sentado que la gente debe conocer y aceptar nuestras reglas, y cuando las rompen (y no actúan como deberían) lo interpretamos como una ruptura deliberada de lo que es correcto (“lo hacen a propósito”).

Pero conveniente tener en cuenta que nuestros valores y necesidades no tienen por qué ser iguales a los de los demás.

Los deberías que utilizamos emanan de nuestros valores y necesidades, pero intentamos imponerlos a alguien con valores y necesidades diferentes.

 

En segundo lugar:

 

Hallamos los pensamientos culpabilizadores: la idea clave consiste en creer que has sido dañado intencionadamente por el comportamiento erróneo de otra persona, dando lugar a pensamientos como “tú deliberadamente me hiciste…”.

La culpabilización provoca que nos enfademos y que sintamos ira porque el “responsable” de nuestro sufrimiento es esa persona.

El problema fundamental de culpar a los demás de nuestro malestar es que niega la realidad de dos modos: por un lado asumimos que no somos los responsables de nuestro sufrimiento, sino que el culpable es esa otra persona (u otras personas), y por otro, asumimos un mundo en el cual las personas hacen deliberadamente cosas malas. Y lo cierto es que, generalmente, las personas no hacen cosas “malas”.

Por tanto, teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, consideramos beneficioso hacer algunos cambios en nuestra forma de entender el mundo, y cambiar a veces lo que pasa por nuestra mente.

Lo primordial es que intentemos detectar estas creencias y pensamientos para poder combatirlos, pues cuando una persona se enfada y tiene ganas de discutir, hace más daño a quien menos se imagina: a ella misma.

Ana Martín Almagro. Psicóloga del Instituto Bitácora.

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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