En nuestra mente emergen diversos tipos de pensamientos, algunos de ellos no son dañinos como los pensamientos llamados necesarios o mundanos, que son aquellos que se refieren a nuestra rutina diaria (qué comemos, qué tengo que hacer hoy, cuando tengo que abonar la matrícula, etc.).
Por otro lado, están los pensamientos positivos, que son los únicos que nos permiten acumular fuerza interior y nos capacitan para ser constructivos. Pensar positivamente no significa que ignoremos la realidad a nuestro alrededor, sino ver los problemas y reconocer su realidad, pero al mismo tiempo ser capaces de encontrar soluciones a ese problema
Pero como bien sabemos, nuestro cerebro no es infalible. A pesar de ser el órgano más complejo de nuestro cuerpo, a veces nos juega malas pasadas y nos lleva a errores a la hora de interpretar correctamente la realidad. Es por ello que en muchas ocasiones aparecen en nuestra mente los pensamientos negativos automáticos, que no reflejan adecuadamente la realidad, pues están distorsionados y desencadenan emociones negativas en nosotros, como ansiedad, tristeza, ira, frustración, culpa, etc.
Este tipo de pensamientos se refieren a lo que nos decimos a nosotros mismos en cada situación. Todos tenemos un diálogo interior que utilizamos para hablarnos a diario y que si no se ajusta del todo a la realidad nos creará emociones desagradables. Por ejemplo, “¿por qué me tiene que ocurrir todo lo malo?”, “¡qué desastre de día!”, “no voy a aprobar el examen nunca”, ”no voy a soportar que me ocurra lo mismo”, “siempre digo tonterías”, etc.
Las características de estos pensamientos consisten en que:
- Son automáticos, es decir, se producen sin que apenas nos demos cuenta, de manera inesperada, resultando difíciles de desviar.
- Son telegráficos, en ocasiones se resumen en una o dos palabras.
- Son idiosincrásicos, pues cada persona tiene los suyos propios.
- Son evidentes para la persona, los da por verdaderos y se los cree, sin importar lo irracionales que puedan ser.
- Van acompañados de gran carga emocional, tienen a dramatizar.
- Son aprendidos
A un nivel más profundo de nuestra conciencia se encuentran nuestras creencias irracionales, que todos tendemos a mantener entremezcladas con otras creencias racionales.
Estas creencias irracionales las tenemos muy interiorizadas, pues son fruto de muchos años de experiencia y de aprendizajes que han ido forjando una serie de creencias acerca de nosotros, el mundo y los otros.
Nuestras creencias están tan arraigadas dentro de nosotros, que no resulta necesario que en cada situación nos las volvamos a plantear para decidir cómo actuar o pensar. Es más, suelen salir en forma de “pensamientos automáticos”, tan rápido que, a no ser que hagamos un esfuerzo consciente por retenerlas, casi no nos daremos cuenta de que hemos dicho eso.
Normalmente, una persona suele tener dos o tres creencias irracionales afincadas dentro de sí, que luego salen en forma de los llamados pensamientos automáticos.
Señalar que los pensamientos automáticos negativos resultan más fáciles de captar y son más accesibles, mientras que las creencias o ideas centrales (tanto las racionales como las irracionales), en muchas ocasiones no somos conscientes de ellas al encontrarse a un nivel más profundo de la conciencia, pero están ahí, y generan nuestros pensamientos.
Decíamos, que la adicción es una enfermedad que en los inicios pasa desapercibida, entrando en la vida de la persona que la padece, y en la de sus familiares y allegados, de manera gradual, y poco a poco se va instalando, para destruir su bienestar físico, mental y social. Decíamos que es la familia la que detecta estos cambios, y que conforme se van agravando, va afectando de manera negativa a su organización, a sus costumbres, a la forma en que se comunica y a las relaciones afectivas. Decíamos que es la propia familia, la que da razones a la persona consumidora para que acepte ponerse en tratamiento, ya que ésta no tiene una percepción objetiva de su relación con la sustancia o la conducta y las consecuencias que está teniendo en su vida y en la vida de los que le rodean.
Hablábamos también de cómo la implicación e intervención de la familia en la atención de personas con problemas adictivos, mejora significativamente la evolución y eficacia de los tratamientos. Hablábamos, de la importancia de realizar una evaluación exhaustiva y detallada de la situación que presenta el paciente y la familia, para adaptar las estrategias terapéuticas y el apoyo a la familia, para que así el pronóstico sea más favorable.
Pero para que la familia pueda ser el gran aliado en el proceso de recuperación, y diseñar y aplicar estrategias de intervención para que así pueda ser, la familia tiene que estar bien. Y ese es también el objetivo: EL BIENESTAR DE LA FAMILIA.
En los problemas adictivos, aunque la sintomatología de la enfermedad es la misma para todos los casos, las circunstancias de cómo se ha llegado a desarrollar, y el cómo va a ser el proceso de recuperación, son particulares y específicas, de ahí la importancia de una buena evaluación para poder hacer un tratamiento individualizado. O lo que es lo mismo, aplicar estrategias de intervención diseñadas para cada paciente y sus circunstancias. Y la familia, es la circunstancia más importante.
En el mejor de los casos el trabajo con la familia estará enfocado, como hemos ido explicando, para que la familia sea un apoyo positivo durante el proceso de recuperación. Pero este no es el único escenario posible. No siempre la familia puede acompañar al paciente en la recuperación. Hay situaciones que hacen, como cuando la familia está muy sobrecargada y/o sin capacidad para adaptarse a los cambios que irán surgiendo como consecuencia del proceso de tratamiento, que el apoyo a la familia será para que se “retire temporalmente” y se recupere, mientras se trabaja con el paciente. En otros casos, el ayudar a que la familia esté bien puede incluso implicar apoyo para que siga adelante sin la persona consumidora…
¿Cómo está la familia?
¿Cómo era la familia antes de que el consumo se convirtiera en un problema?
¿Cómo entiende la familia la enfermedad?
¿Cuál es el significado de la enfermedad dentro del sistema familiar?
¿Cuáles han sido las consecuencias del consumo en la dinámica familiar?
¿Cuáles son las expectativas de la familia respecto al tratamiento?…
Hace ya bastantes años, que leía de manos de expertos en el tratamiento de los problemas de alcohol en la familia, que convivir con el alcoholismo sería algo parecido a soportar la presencia de un enorme y molesto elefante en el salón de tu casa, del que además no puedes hablar con nadie.
Hoy sigo utilizando esta comparación porque me parece de lo más acertado. ¿Imaginan la de destrozos que puede llegar a ocasionar un elefante en el salón de una casa si sus habitantes no empujan todos juntos, con fuerza, hacia la misma dirección, cuando está entrando por la puerta para que se vaya?… ¿Y si no se pone la resistencia suficiente y el elefante se planta en medio del salón? Resultaría imposible mantenerlo ordenado, limpio, cómodo y agradable, para que todos los que viven allí puedan disfrutar del lugar donde encontrarse y reencontrarse cada día.
Cuando en una familia uno de sus miembros tiene un problema por consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, su organización, sus costumbres, sus relaciones, cambian. La dinámica habitual de la familia cambia. Todo se ve alterado, y cuanto más dure la situación, cuanto más tiempo dejemos que el elefante conviva con nosotros, más grandes serán los daños.
Los cambios que habitualmente nos encontramos a nivel familiar cuando hay un problema de alcohol, drogas o conductas adictivas son:
-Pérdida de autoridad, de credibilidad y de respeto, de la persona que tiene el problema respecto al resto de los miembros de la familia.
-Confusión de roles, debido a que el desarrollo de la enfermedad dificulta que la persona consumidora asuma sus responsabilidades dentro del sistema familiar, y otros tengan que asumirlas.
-Déficit en la comunicación, en una doble vía. De la persona que tiene el problema respecto a la familia, lo que tiene como consecuencia que el aislamiento del enfermo dentro de la familia, sea un elemento que mantiene el consumo. Y también déficit en la comunicación de la familia respecto al mundo. La familia deja de hacer muchas de sus rutinas y costumbres saludables para evitar situaciones problemáticas… para poder mantener el elefante oculto… por lo que pierde mucho refuerzo positivo y aumenta su malestar.
-Sentimientos negativos de ira, de miedo, de sensación de incapacidad, de culpa, de vergüenza, de desesperanza…
Si seguimos conviviendo con el elefante en el salón, si el consumo y sus consecuencias, se mantienen, la familia no puede evolucionar y no puede cumplir con sus funciones básicas, comprometiendo la estabilidad, seguridad, sociabilidad, madurez… de todos y cada uno de sus miembros.
Y en estas circunstancias la familia necesita ayuda. La situación se vuelve tan complicada, que uno mismo, por sí solo, no puede manejarla, se vuelve tan complicada como tener un elefante en el salón de tu casa.
Existen datos muy contrastados de la mejor evolución y eficacia de los tratamientos de los problemas por consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, basados en intervenciones familiares. Con la implicación de la familia en el tratamiento se disminuye significativamente la tasa de abandono por parte del paciente, aumenta el nivel de compromiso del paciente, aumenta la adhesión al tratamiento, disminuyen las recaídas postratamiento, mejora el funcionamiento familiar y normaliza al paciente en cuanto a su incorporación social.
Por ello, desde Instituto Bitácora, en la atención de personas con problemas adictivos, trabajamos con la familia a lo largo de todo el proceso de tratamiento ya que su papel es fundamental, en algún caso determinante, para lograr un buen resultado.
Así, a lo largo de diferentes artículos vamos a intentar explicar cuál es el papel de la familia desde que detecta los primeros síntomas de la enfermedad hasta que el paciente recibe el alta de terapéutico.
Cuando hablamos de adicción, con o sin sustancias, nos referimos a una enfermedad que entre otras muchas características, que hemos ido y seguiremos explicando a lo largo de diferentes post, es una enfermedad insidiosa.
La Real Academia Española De La Lengua en su cuarta acepción, define como “insidioso-sa. Dicho de un padecimiento o una enfermedad que bajo una apariencia benigna, oculta gravedad suma”
Cuando hablamos de enfermedad insidiosa nos referimos a aquellas que comienzan de forma gradual, a aquellas cuyos síntomas van apareciendo lentamente, sin ser apreciables al principio, de manera que quien la padece no es consciente de ello.
En el caso de los problemas adictivos, la enfermedad en los inicios puede pasar desapercibida, entrando en la vida de la persona que la padece en silencio y de puntillas, y se va instalando casi sin hacer ruido para destruir poco a poco su bienestar físico, mental y social.
Además, si tenemos en cuenta que el alcohol, algunas drogas como el cannabis entre los más jóvenes, y determinadas conductas potencialmente adictivas como el uso de las nuevas tecnologías, forman parte de la normalidad, resulta entendible la dificultad en la detección de los primeros síntomas, la dificultad en darse cuenta de cuándo su uso pasa a ser un problema.
Los problemas o consecuencias negativas del consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, no se dan habitualmente en los primeros contactos con la sustancia, o la conducta. El desarrollo de la enfermedad es un proceso. Un proceso en el que se pasa del uso, al abuso y finalmente a la enfermedad, la adicción.
Este proceso es un lento y progresivo camino de deterioro que va sufriendo la persona, y que la familia y allegados vive de manera paralela. Lo primero que suele suceder es que la familia empieza a ver pequeños cambios en su familiar, la familia empieza a ver, de una manera u otra, debido a que es una enfermedad insidiosa al principio es muy sutil, que algo está cambiando, que algo está sucediendo… y la maquinaria de la enfermedad que ya está en marcha sigue su curso… los cambios y los problemas, si dejamos el consumo a su libre evolución, inevitablemente irán a más…por lo que cuanto más se tarde en pisar el pedal de freno, más avanzará la enfermedad y más se verá alterada la organización de la familia, las costumbres, la comunicación y las relaciones afectivas.
De pequeños cambios se va pasando a cambios mayores, las cosas poco a poco se van complicando, y en este escenario muchas familias no saben cómo actuar ante el problema. Cuesta mucho entender que lo que está viviendo forma parte de la sintomatología de una enfermedad, le cuesta al paciente, y le cuesta a la familia. El no achacar estos cambios a un proceso de enfermedad, hace que muchas veces la familia se enfrente al problema con estrategias que pueden generar mucho malestar y que además pueden agravar el problema.
Siguiendo a Edwards, vamos a intentar describir cómo la familia suele actuar frente a las conductas adictivas y frente a las consecuencias que se derivan de ésta.
En primer lugar la familia duda de si el uso de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas es un problema. La familia minimiza el consumo o trata de convencerse de que pidiendo al afectado fuerza de voluntad, controlándolo o haciéndose cargo de las consecuencias negativas será suficiente para solucionar el problema y volver a la normalidad.
Pero si el consumo se mantiene, las cosas van empeorando en vez de mejorar, el deterioro a todos los niveles va aumentando. Al tratarse de una enfermedad cuya característica principal es la pérdida de control, la fuerza de voluntad no es suficiente, el afectado puede estar intentando dejar o disminuir el consumo sin lograr que su objetivo llegue a tener éxito, y la familia puede achacarlo a su propio fracaso, no al proceso de enfermedad, con lo que el malestar de ambas partes está asegurado. Por otra parte, el control sobre la persona que tiene el problema no solo no garantiza que ésta deje de llevar a cabo la conducta, sino que además interfiere negativamente en las relaciones interpersonales, generando distancia y ansiedad mutua que facilita que la enfermedad progrese. La familia también se ve en la obligación de hacerse cargo de las consecuencias negativas que el consumo va generando y de las responsabilidades que el afectado va dejando de cumplir, aumentando su sobrecarga e impidiendo además, que la persona que tiene el problema sea consciente de ello.
En función a las características de la familia como nivel de compromiso, tipo de comunicación, afectividad… la capacidad para reaccionar será de una manera u otra, siendo muy frecuente, debido a la dificultad para entender que los cambios y problemas que van surgiendo se deben al desarrollo de una enfermedad, que la conducta adictiva comprometa gravemente la estabilidad familiar. El desconcierto, la confusión, la tensión, el estrés, la alteración de las normas, la desconfianza, la frustración, los reproches, la culpa, el aislamiento, la incomunicación… se va instalando entre la persona con problemas y la familia, pasando a ser esta situación de distanciamiento físico y emocional, el caldo de cultivo perfecto para que la enfermedad siga avanzando.
El estado de tensión constante en el que vive la familia, por lo impredecible de la conducta de la persona que tiene el problema, por la resistencia de ésta a dejar de consumir, también tiene sus consecuencias negativas sobre la familia.
La familia puede presentar agotamiento por la constante angustia. Problemas emocionales como ansiedad, temor, desdicha. Sentimiento de culpa, porque se pregunta si el problema ha surgido porque no ha actuado bien, si se debe a su incapacidad para cuidar de la persona, se pregunta si es que ha defraudado al otro. Sentimientos de ambivalencia de tipo amor / odio. Sensación de privación emocional y pérdida afectiva. E incluso síntomas depresivos reactivos a las consecuencias del consumo.
Con este escenario, la familia se adapta o reacciona. La familia que se adapta a convivir con el problema, se organiza, o más bien se “desorganiza”, teniendo como centro el alcohol, las drogas o las conductas potencialmente adictivas. Lo que supone la cronificación del problema. La familia que reacciona, intenta buscar una solución para el paciente y para sí misma, aunque a veces no resulte fácil por la incapacidad del propio afectado para ver la realidad. Lo que supone el inicio de la resolución del problema.
Hasta aquí hemos contando, el difícil trayecto vital de la familia desde que empieza a percibir pequeños cambios, hasta que identifica el problema y se ve afectada. El cómo logra la familia que la persona con problemas acepte que necesita ayuda lo veremos en el siguiente artículo dedicado a la familia, “La Familia como principal factor de motivación al tratamiento”
Cuando se deja de beber o de consumir drogas, se experimenta una significativa mejoría. Nos sentimos mejor tanto física como emocionalmente. Tenemos mejor ánimo y energía para afrontar nuestras responsabilidades. Las relaciones con las personas queridas se van normalizando. Todo empieza a cambiar para positivo.
Esta mejoría se debe a que las consecuencias negativas que se dan a todos los niveles vitales, y que son derivadas directamente del consumo, van desapareciendo con la abstinencia, o en el peor de los casos no van a más.
Pero la falta de energía, el no cumplir con nuestras obligaciones, el deterioro de las relaciones familiares… no son la enfermedad, son como hemos dicho, consecuencias, de manera, que aunque recuperemos el ánimo, nos sintamos con fuerza y ganas para afrontar los retos del día a día, aunque volvamos a contar con la confianza y el apoyo de nuestros familiares, la enfermedad sigue ahí, y siempre va a seguir ahí.
La recuperación es todo un proceso, que va mucho más allá, que lleva su tiempo, y en el que hay que lograr la aceptación de la enfermedad y un cambio profundo. En dicho proceso, se necesita ayuda para evitar y/o hacer frente a los recesos o recaídas que se pueden producir. La principal situación de riesgo, y que se produce como hemos indicado cuando nos empezamos a sentir bien como consecuencia de la abstinencia, es el exceso de confianza.
Nos sentimos tan bien, que dejamos de pensar que tenemos un problema con el alcohol y/o las drogas, que lo podemos controlar y dejamos de protegernos. Nos convertimos entonces en altamente vulnerables ante el consumo, y además no somos conscientes de ello.
“Hola, soy Javier, soy alcohólico. Estoy en terapia de grupo con Choni junto a otros compañeros de grupo. Yo nunca había escrito en un blog, pero me atrevo a entrar para contaros mi experiencia.
Yo dije hace unas semanas ante mis compañeros que no bebería más, porque no me salía de los… ya sabéis. Me acusaron de prepotente.
Y era verdad. La semana pasada en una comida de empresa, a la hora de los postres y las copas, de pronto me entraron unas ganas insoportables de beberme un cubata, o dos, o cuatro, en ese momento me acordé de Choni, del Dr. Reina, de mis hijos, de mi madre a los que he prometido siempre que no bebería más.
Siguiendo los consejos de autoprotección de mi terapeuta, a la compañera de trabajo que estaba a mi lado y conoce mi enfermedad le pedí que no me dejara solo hasta que llegara al coche, y así lo hice, me fui directo a casa y llamé a mi madre para contarle lo que me había pasado y al escuchar su voz y sus consejos se me quitó la tentación de inmediato.
Por eso os escribo, ni yo, ni nadie es Superman, somos humanos, yo comprobé por mi mismo que si se puede, como dice el coletas.
Os ruego que os auto protejáis y paséis unas fiestas, felices y en abstinencia.
Felices y abstenidas fiestas a todos.
Javier.”
Asunción Lago Cabana
La primera vez que vi este corto de animación, fue hace unos años, cuando un paciente que había estado en tratamiento con nuestro equipo de Instituto Bitácora por dependencia a un fármaco, me lo mandó porque le había parecido muy ilustrativo.
Hace unas semanas volvió a llegar a mí a través de una conocida red social. Tras visualizarlo de nuevo, como la primera vez que lo hice, pensé que explica muy bien el proceso de desarrollo de una adicción y decidí entonces utilizarlo con algunos pacientes y familiares, como apoyo en el trabajo de algo que muchas veces resulta complicado, que es entender y aceptar que una adicción es un proceso en el que se pasa de un uso voluntario y satisfactorio a la pérdida de la libertad.
No es fácil entender y aceptar que esto que muchos hacen sin perder el control, que esto que antes hacía sin que supusiera un problema, que esto que ahora hago aunque soy consciente de las consecuencias negativas para mí y para los demás, que esto que no soy capaz de no hacer ante determinadas circunstancias, es una enfermedad.
En él se vé a un pájaro que no vuela, un Kiwi, experimentar la maravillosa sensación de volar tras comerse una semilla que se ha encontrado en su camino. En solo unos minutos el pájaro pasa de la euforia inicial, un vuelo alto y brillante, a la desesperación, una oscura caída tras caída.
www.youtube.com/watch?v=kQ-mRWrx6BI
Asunción Lago Cabana
El “ser bipolar” es un término que se puede escuchar con bastante frecuencia en la calle, hoy nos gustaría describir en qué consiste el trastorno bipolar (TB a partir de ahora) y cuáles son los síntomas que lo caracteriza y dejaremos para un siguiente post las distintas alternativas de tratamiento que podemos tener.
Es una enfermedad que aparece como consecuencia de una alteración en los mecanismos cerebrales que regulan el estado de ánimo, de forma que pueden aparecer estado de ánimo bajo (episodios depresivos), exaltado (episodios maniacos) o mezcla de ambos (episodios mixtos.) más de lo normal en duración o intensidad y puede ser independiente de las circunstancias externas aunque estas pueden actuar como desencadenantes. Estos episodios pueden alternarse con épocas de normalidad en el estado del ánimo (eutimia).
Afecta al 2% de la población en España. Suele aparecer sobre los 20-30 años aunque puede aparecer en niños y personas mayores.
Existe un componente genético pero también se tienen que dar una serie de factores precipitantes para que se produzca la enfermedad. Cuando comienza la enfermedad es frecuente que sea precedida por un factor vital estresantes, posteriormente la aparición de los episodios puede no estar tan relacionada con estresores vitales.
Como hemos dicho, pueden aparecer episodios maniacos, depresivos o mixtos
Un episodio maniaco se caracteriza por la euforia, autoestima exagerada, mayor sociabilidad y locuacidad, desinhibición sexual, aumento de actividades, de energía, de gastos, de proyectos… aparece el pensamiento acelerado que se traduce en que la persona habla muy rápido y de muchas cosas y también suele existir disminución de las necesidades de sueño.
En un episodio depresivo aparece el cansancio, las alteraciones en el sueño y la comida (bien por exceso o por defecto), la apatía, el pensamiento enlentecido con tendencia a culpabilizarse, baja autoestima, puede aparecer también ansiedad, incluso ideas de muerte con riesgo de suicidio.
Durante estos episodios pueden aparecer síntomas psicóticos y, en los primeros episodios, puede ser una persona diagnosticada de trastorno psicótico o incluso esquizofrenia, y posteriormente cambiar el diagnóstico a TB. Cuando una persona sufre síntomas psicóticos quiere decir que pierde el contacto con la realidad, puede tener creencias falsas pero de las que el paciente está plenamente convencido o alucinaciones, escuchar voces sin que nadie le esté hablando.
Cuando nos encontramos con las manifestaciones más clásicas de TB estamos hablando del Tipo I que se caracteriza por la presencia de episodios maniacos y depresivos, con periodos intermedios de ausencias de síntomas o eutimia.
En el segundo tipo o tipo II no existen episodios maniacos sino hipomaniacos (de menor intensidad y sin tanta repercusión funcional) y episodios depresivos sobre todo.
El Espectro bipolar se podría considerar un tercer tipo e incluye los pacientes con episodios depresivos recurrentes y eventuales manifestaciones en el polo maniaco, serían como formas menores del TB.
Y el que podríamos considerar último tipo es la ciclotimia en el que se producen fluctuaciones del estado ánimo más leves.
Hay distintos subtipos de TB y siempre, por supuesto, teniendo en cuenta que cada persona siempre es distinta a otra en sus síntomas y evolución. Y dentro de cada subtipo existen también diferentes grados de gravedad que van a depender de la evolución de la enfermedad, y no solo del subtipo de trastorno bipolar, sino que si un paciente no realiza bien el tratamiento o consume sustancias tendrá más repercusiones independientemente del subtipo que padezca, porque además nosotros consideramos que “hay enfermos y no enfermedades”.
Dra Mª Carmen López Alanís
En Instituto Bitácora ya estamos preparando con nuestros pacientes y familiares las vacaciones de verano. Y hemos empezado por reforzar el concepto de enfermedad, que tanto cuesta entender y aceptar a unos y a otros, aunque estemos constantemente trabajando sobre ello.
El manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, publicado por la APA (American Psychiatric Association) es el manual de salud mental de mayor aceptación y referencia mundial. Este manual es algo así como un vademécum, una obra donde se recogen las informaciones más importantes y esenciales de una materia, en este caso de los trastornos mentales.
Es por tanto, un sistema de clasificación de los trastornos mentales, donde se recogen descripciones claras y síntomas, para que tanto profesionales de ámbito clínico (médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, enfermeros, trabajadores sociales, forenses y especialistas legales) como investigadores y docentes, puedan diagnosticar, tratar, investigar, estudiar e intercambiar información de las distintas enfermedades mentales en un lenguaje común.
Trastorno crónico y recurrente, caracterizado por una pérdida de control sobre el consumo y un patrón compulsivo de búsqueda de la sustancia a expensas de otras actividades más adaptativas para el individuo y beneficiosas para su entorno.
Y partiendo de esta definición, vamos a intentar analizar y explicar cada parte de ella.
Trastorno crónico…
Por trastorno crónico entendemos que la enfermedad, una vez instaurada va a persistir de por vida. La enfermedad estará siempre ahí, latente, dormida, aunque esto no significa necesariamente encontrarse mal, sino todo lo contrario. Con un tratamiento adecuado y con el logro de la abstinencia, los síntomas y las consecuencias van desapareciendo, de manera que se puede llegar a un estado de salud, esto es, que se puede llegar a la recuperación física, psicológica y social.
Pero teniendo siempre presente, que el retomar el consumo va a suponer la activación de la sintomatología de la enfermedad, en este caso, incapacidad para abstenerse, pérdida de control, así como la aparición de las consecuencias negativas, tanto físicas, como psicológicas y sociales derivadas de la adicción.
…y recurrente
Por trastorno recurrente entendemos que la enfermedad puede volver a aparecer nuevamente después de un periodo de tiempo. Lo que entendemos como recaída.
Como demuestran los estudios realizados con distintas técnicas de neuroimagen, el consumo de alcohol y drogas produce anomalías y cambios en la estructura y función cerebral, que provocan que, ante la exposición a determinados estímulos, internos y/o externos, la persona que tiene este tipo de problemas experimente un deseo de consumo intenso e irrefrenable, que le lleva a retomar el consumo.
Por tanto, cuando estamos ante personas que no cesan su consumo, o tienen una recaída tras otra, no se debe a debilidad o a que no tienen fuerza de voluntad, se debe a que su estructura cerebral ha cambiado y a la fortísima asociación de recuerdos placenteros que se activan de manera automática ante los estímulos relacionados con el consumo.
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