¿DUERMO BIEN?

PorInstituto Bitácora

¿DUERMO BIEN?

Se ha demostrado que dormir es una actividad absolutamente necesaria, pasamos cerca de un tercio de nuestra vida durmiendo y, todos sabemos que buena parte de nuestra salud depende de la calidad del sueño. Sin embargo, a pesar de conocer este dato, pocas personas dan prioridad a disfrutar de un buen descanso.
Mientras dormimos se llevan a cabo funciones fisiológicas imprescindibles para el equilibrio psíquico y físico de los individuos. La principal función del sueño es reparar el organismo para poder seguir la vida en condiciones óptimas. Y entre las funciones más destacadas del sueño se encuentra la autorregulación de las funciones del sistema nervioso central y del resto de tejidos así como restablecer los almacenes de energía celular.
Además, el sueño tiene un papel importante sobre los procesos de aprendizaje y memoria y durante el sueño se tratan asuntos emocionales reprimidos.
Siempre se ha dicho que, para tener una vida saludable, es necesario pasar en la cama una buena cantidad de tiempo, algo que no es posible cumplir siempre debido al ajetreo diario y al uso excesivo de bebidas con cafeína o dispositivos electrónicos en nuestra sociedad, entre otras cosas, debido a que interfieren en nuestro ritmo cardiaco.
La necesidad de sueño cambia en cada persona, de acuerdo a la edad, estado de salud, estado emocional y otros factores.[Tweet “El tiempo ideal de sueño es aquel que nos permita realizar las actividades diarias con normalidad.”]
Mientras que algunos adultos sólo necesitan dormir entre 5 y 6 horas, otros pueden precisar más de 8 para sentirse totalmente descansado. No obstante, lo normal es que un adulto sano duerma un promedio de entre 8 a 8 horas y media.
Existen diferentes trastornos del sueño, que tienen serias implicaciones en la vida diaria de la persona que los padece, como bajo rendimiento, agotamiento físico, sueño diurno o dificultad para cumplir con las obligaciones laborales, familiares o sociales.
De entre ellos el trastorno más frecuente en la población es el insomnio, con mayor prevalencia en mujeres, ancianos y personas con problemas psicológicos, como ansiedad o depresión. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre un 25% y un 35% de la población adulta padece insomnio transitorio y entre un 10 y un 15% sufre de insomnio crónico.
El DSM-V, manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, define el trastorno por insomnio como una queja, que dura al menos un mes, de dificultades en iniciar o mantener el sueño o de que este no sea reparador.
En esta definición se hace hincapié en el hecho de que exista la queja, porque se ha comprobado que con patrones de sueño similares unas personas lo viven sin problema, porque no atribuyen sus dificultades diarias a la falta de sueño, mientras que otros sí lo hacen.

 

Esta reducción de la capacidad para dormir, se puede manifestar de diversos modos que dan lugar a diferentes tipos de insomnio:

• Insomnio de inicio: problemas para iniciar el sueño en menos de 30 minutos.
• Insomnio de mantenimiento: problemas para mantener el sueño, con despertares nocturnos de más de 30 minutos de duración, o despertares definitivos de manera precoz, consiguiendo un tiempo total de sueño escaso. Se tiene la sensación de que no se ha dormido bien y no se ha descansado.

 

Según el tiempo de evolución, el insomnio puede ser:

• Insomnio temporal o transitorio: si se produce durante un corto periodo de tiempo de duración, menor a un mes.
• Insomnio crónico: si se prolonga más allá de un mes, pudiendo durar meses e incluso años.
En el siguiente post hablaremos de cómo afecta la ansiedad y el estrés al sueño y de cómo el insomnio puede convertirse en un problema crónico.

 

Ana Martín Almagro. Psicóloga del Instituto Bitácora.

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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