LA FAMILIA EN EL PROCESO DE DESARROLLO DE LA ENFERMEDAD.

PorInstituto Bitácora

LA FAMILIA EN EL PROCESO DE DESARROLLO DE LA ENFERMEDAD.

Existen datos muy contrastados de la mejor evolución y eficacia de los tratamientos de los problemas por consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, basados en intervenciones familiares. Con la implicación de la familia en el tratamiento se disminuye significativamente la tasa de abandono por parte del paciente, aumenta el nivel de compromiso del paciente, aumenta la adhesión al tratamiento, disminuyen las recaídas postratamiento, mejora el funcionamiento familiar y normaliza al paciente en cuanto a su incorporación social.

Por ello, desde Instituto Bitácora, en la atención de personas con problemas adictivos, trabajamos con la familia a lo largo de todo el proceso de tratamiento ya que su papel es fundamental, en algún caso determinante, para lograr un buen resultado.

Así, a lo largo de diferentes artículos vamos a intentar explicar cuál es el papel de la familia desde que detecta los primeros síntomas de la enfermedad hasta que el paciente recibe el alta de terapéutico.

LA FAMILIA EN EL PROCESO DE DESARROLLO DE LA ENFERMEDAD

Cuando hablamos de adicción, con o sin sustancias, nos referimos a una enfermedad que entre otras muchas características, que hemos ido y seguiremos explicando a lo largo de diferentes post, es una enfermedad insidiosa.

La Real Academia Española De La Lengua en su cuarta acepción, define como “insidioso-sa. Dicho de un padecimiento o una enfermedad que bajo una apariencia benigna, oculta gravedad suma”

Cuando hablamos de enfermedad insidiosa nos referimos a aquellas que comienzan de forma gradual, a aquellas cuyos síntomas van apareciendo lentamente, sin ser apreciables al principio, de manera que quien la padece no es consciente de ello.

En el caso de los problemas adictivos, la enfermedad en los inicios puede pasar desapercibida, entrando en la vida de la persona que la padece en silencio y de puntillas, y se va instalando casi sin hacer ruido para destruir poco a poco su bienestar físico, mental y social.

Además, si tenemos en cuenta que el alcohol, algunas drogas como el cannabis entre los más jóvenes, y determinadas conductas potencialmente adictivas como el uso de las nuevas tecnologías, forman parte de la normalidad, resulta entendible la dificultad en la detección de los primeros síntomas, la dificultad en darse cuenta de cuándo su uso pasa a ser un problema.

Los problemas o consecuencias negativas del consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, no se dan habitualmente en los primeros contactos con la sustancia, o la conducta. El desarrollo de la enfermedad es un proceso. Un proceso en el que se pasa del uso, al abuso y finalmente a la enfermedad, la adicción.

Este proceso es un lento y progresivo camino de deterioro que va sufriendo la persona, y que la familia y allegados vive de manera paralela. Lo primero que suele suceder es que la familia empieza a ver pequeños cambios en su familiar, la familia empieza a ver, de una manera u otra, debido a que es una enfermedad insidiosa al principio es muy sutil, que algo está cambiando, que algo está sucediendo… y la maquinaria de la enfermedad que ya está en marcha sigue su curso… los cambios y los problemas, si dejamos el consumo a su libre evolución, inevitablemente irán a más…por lo que cuanto más se tarde en pisar el pedal de freno, más avanzará la enfermedad y más se verá alterada la organización de la familia, las costumbres, la comunicación y las relaciones afectivas.

De pequeños cambios se va pasando a cambios mayores, las cosas poco a poco se van complicando, y en este escenario muchas familias no saben cómo actuar ante el problema. Cuesta mucho entender que lo que está viviendo forma parte de la sintomatología de una enfermedad, le cuesta al paciente, y le cuesta a la familia. El no achacar estos cambios a un proceso de enfermedad, hace que muchas veces la familia se enfrente al problema con estrategias que pueden generar mucho malestar y que además pueden agravar el problema.

Siguiendo a Edwards, vamos a intentar describir cómo la familia suele actuar frente a las conductas adictivas y frente a las consecuencias que se derivan de ésta.

En primer lugar la familia duda de si el uso de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas es un problema. La familia minimiza el consumo o trata de convencerse de que pidiendo al afectado fuerza de voluntad, controlándolo o haciéndose cargo de las consecuencias negativas será suficiente para solucionar el problema y volver a la normalidad.

Pero si el consumo se mantiene, las cosas van empeorando en vez de mejorar, el deterioro a todos los niveles va aumentando. Al tratarse de una enfermedad cuya característica principal es la pérdida de control, la fuerza de voluntad no es suficiente, el afectado puede estar intentando dejar o disminuir el consumo sin lograr que su objetivo llegue a tener éxito, y la familia puede achacarlo a su propio fracaso, no al proceso de enfermedad, con lo que el malestar de ambas partes está asegurado. Por otra parte, el control sobre la persona que tiene el problema no solo no garantiza que ésta deje de llevar a cabo la conducta, sino que además interfiere negativamente en las relaciones interpersonales, generando distancia y ansiedad mutua que facilita que la enfermedad progrese. La familia también se ve en la obligación de hacerse cargo de las consecuencias negativas que el consumo va generando y de las responsabilidades que el afectado va dejando de cumplir, aumentando su sobrecarga e impidiendo además, que la persona que tiene el problema sea consciente de ello.

En función a las características de la familia como nivel de compromiso, tipo de comunicación, afectividad… la capacidad para reaccionar será de una manera u otra, siendo muy frecuente, debido a la dificultad para entender que los cambios y problemas que van surgiendo se deben al desarrollo de una enfermedad, que la conducta adictiva comprometa gravemente la estabilidad familiar. El desconcierto, la confusión, la tensión, el estrés, la alteración de las normas, la desconfianza, la frustración, los reproches, la culpa, el aislamiento, la incomunicación… se va instalando entre la persona con problemas y la familia, pasando a ser esta situación de distanciamiento físico y emocional, el caldo de cultivo perfecto para que la enfermedad siga avanzando.

El estado de tensión constante en el que vive la familia, por lo impredecible de la conducta de la persona que tiene el problema, por la resistencia de ésta a dejar de consumir, también tiene sus consecuencias negativas sobre la familia.

La familia puede presentar agotamiento por la constante angustia. Problemas emocionales como ansiedad, temor, desdicha. Sentimiento de culpa, porque se pregunta si el problema ha surgido porque no ha actuado bien, si se debe a su incapacidad para cuidar de la persona, se pregunta si es que ha defraudado al otro. Sentimientos de ambivalencia de tipo amor / odio. Sensación de privación emocional y pérdida afectiva. E incluso síntomas depresivos reactivos a las consecuencias del consumo.

Con este escenario, la familia se adapta o reacciona. La familia que se adapta a convivir con el problema, se organiza, o más bien se “desorganiza”, teniendo como centro el alcohol, las drogas o las conductas potencialmente adictivas. Lo que supone la cronificación del problema. La familia que reacciona, intenta buscar una solución para el paciente y para sí misma, aunque a veces no resulte fácil por la incapacidad del propio afectado para ver la realidad. Lo que supone el inicio de la resolución del problema.

Hasta aquí hemos contando, el difícil trayecto vital de la familia desde que empieza a percibir pequeños cambios, hasta que identifica el problema y se ve afectada. El cómo logra la familia que la persona con problemas acepte que necesita ayuda lo veremos en el siguiente artículo dedicado a la familia, “La Familia como principal factor de motivación al tratamiento”

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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