Prepararse para la muerte

PorInstituto Bitácora

Prepararse para la muerte

Quizás sea lo que todos tenemos más claro en este mundo y es que vamos a morir tarde o temprano. Este carácter universal de la muerte ha ocupado gran parte del pensamiento filosófico  y ha favorecido en el desarrollo de la medicina desde sus orígenes como un intento de controlar el curso de la vida para si no evitar, al menos, retrasar la muerte o hacerla lo más llevadera posible.

Pero podríamos decir que es imposible aprender a morir,  ya que no se parece a nada que hayamos pasado antes. Si la muerte no puede ser experimentada, ni explicada ni comprendida, ¿cómo podemos prepararnos para ella? Aunque no podemos experimentarla, sí que todos tenemos consciencia de ella y además para tener consciencia de muerte, de que vamos a morir, no hace falta estar al filo de la misma. Si bien no podemos aprender de la propia muerte, puesto que no podemos tener experiencia de ella, sí podemos prepararnos para morir.

Distintas religiones nos hablan de la vida más allá de la muerte, sino como cuerpo resucitado al menos de alma o espíritu. La afirmación de una forma de vida después de la muerte constituye la modalidad más común a la especie humana de hacer frente al misterio de la muerte y establece las bases de las distintas religiones en el culto a los muertos.

Nuestros antepasados vivían más de cerca la muerte que en la actualidad, la menor esperanza de vida, las epidemias, las guerras y hambrunas, hacían que la tuvieran más presente.

                ¿Cómo podríamos definir una “buena muerte”?

Tranquila, sin crisis agónicas, en paz espiritual.

                ¿Cómo prepararnos para una buena muerte?

Podemos diferenciar una preparación más próxima a la muerte y una preparación más remota.

Podemos comenzar por la preparación próxima que consistiría en los asuntos que tiene que ver directamente con los antecedentes y consecuentes inmediatos, como las herencias, testamento vital, donación de órganos, ritos funerarios, y preparar de la manera que nos gustaría que se realizasen.

Afrontar la fase final de la vida conlleva un proceso psicológico que se describe con 5 etapas:

Negación: la dificultad para creer la proximidad de la muerte, nos aferramos a la esperanza de un milagro, diagnóstico erróneo, rituales mágicos… tiene una importante función protectora y hay que respetarla. Es una reacción normal que permite amortiguar el impacto.

Ira: una rebelión contra todo y todos.

Negociación: todavía no, no ante de la boda de mi hija, no antes del nacimiento de mi nieta… La película “Mi vida sin mí” presenta el caso de una mujer que utiliza los dos meses que, según el diagnóstico médico, le quedan de vida para disponer el futuro de su marido y sus hijos, así como para vivir aquellas cosas que le hubiera gustado vivir y nunca tuvo o se permitió ocasión de hacerlo.

Tristeza: el paciente está cansado y se deja ir, puede desembocar en la resignación. En esta etapa tampoco consiste en estimular al paciente a mirar el lado alegre de las cosas únicamente, porque eso significaría que no debe pensar en la muerte inminente.

Aceptación: etapa de desprendimiento hacia las cosas y hacia los demás. En el momento del adiós, del perdón y la reconciliación.

El buen acompañamiento a la muerte de un moribundo consistiría en un acompañamiento profundamente humano en el proceso de morir, facilitando la expresión de los sentimientos, la elaboración del duelo por la pérdida, el cierre de los asuntos inacabados, a veces la mediación entre el paciente y sus familiares. A nivel psicológico también podemos intervenir en algunas cuestiones psicológicas que se pueden presentar en los días finales como, por ejemplo, resolver posibles miedos paralizantes, satisfacer la necesidad de despedirse, dar permiso para el viaje final, …

Para una preparación más remota, es decir, a la condición de mortal del ser humano, el tomar consciencia de que nos vamos a morir, ante la angustia por la muerte podemos tener tres tipos de miedo: a lo que viene después de la muerte, al hecho de morir y a la extinción del ser. Los dos primeros temores son relacionados con el propio proceso de morir y nos podemos preparar, como hemos dicho anteriormente, previendo disposiciones sobre el propio entierro, redactar el testamento vital, etc. El tercero de estos tres miedos, es el realmente básico, es el miedo a la extinción del propio ser, a inexistencia definitiva, ¿cómo podemos desde el punto de vista psicológico y existencial ayudar a la persona con la angustia de la propia extinción?

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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