tristeza

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¿EN QUÉ CONSISTEN LAS CREENCIAS IRRACIONALES?

Las creencias irracionales, se expresan en forma de exigencia o necesidad (“debería”, “necesito”, “tienes que”, etc.), se mantienen de manera absolutista y van en contra de la lógica y la evidencia. Por tanto, cuando no se cumplen, reaccionamos con emociones y conductas contraproducentes, agresivas o inhibidas, o con  tristeza o ira excesiva, etc.

¿Cuáles son las creencias irracionales básicas?

Destacamos tres tipos principales de creencias irracionales que pueden crearnos problemas emocionales: las exigencias, el catastrofismo y la racionalización. A continuación describiremos en qué consisten.

Las exigencias: son creencias mantenidas en forma rígida e inflexible, acerca de cómo debería ser uno mismo, otras personas o la vida.

Las exigencias suelen expresarse en términos como “debería”, “no debería”, “habría que”, “es necesario que”, “siempre”, “nunca”, “absolutamente”. “totalmente”.

Las exigencias suelen relacionarse con los valores (es decir, creencias personales sobre lo que consideramos bueno o importante), y estos influyen en nuestras emociones y conductas. Las exigencias hacia nosotros mismos suelen llevarnos a comportamientos inhibidos, mientras que las exigencias hacia otras personas favorecen la ira o las conductas agresivas.

Algunos ejemplos de exigencias bastante comunes, que obstaculizan las relaciones interpersonales son los siguientes:

  • Debo ser aceptado por todas las personas a las que aprecio.
  • Los demás deben actuar de forma agradable y justa.
  • Nunca debemos cometer errores.
  • La vida debería ser fácil para mí, y conseguir lo que quiero sin mucho esfuerzo o incomodidad.
  • Debemos actuar siempre con justicia.
  • Hay que anteponer las necesidades de los demás a las propias.
  • Hay que intentar cambiar a los demás, siempre que su comportamiento nos parezca incorrecto.

Uno de los problemas derivados de mantener ese tipo de creencias es que nos lleva a tener expectativas poco realistas y nos lleva a alterarnos emocionalmente.

Por ello, un planteamiento más sano y más flexible consiste en intentar aceptar que estas exigencias sean algo preferible para nosotros, pero que si no se cumplen, nos podamos seguir sintiendo bien. Así, es cierto que resulta más agradable y deseable ser aceptados por las personas a las que queremos, o que los demás actúen siempre de forma justa con nosotros, o que la vida sea fácil para nosotros y consigamos lo que queremos sin mucho esfuerzo… pero lo cierto y verdad que es un planteamiento poco realista.

Por ello, cuando detectemos en nosotros estas exigencias, conviene que nos cuestionemos cualquier creencia personal formulada en términos como “debería”, “es necesario que”, “tiene que”, etc; pues tienden a ignorar que siempre hay excepciones, y nos llevan a comportarnos de manera rígida en nuestras relaciones personales.

El catastrofismo: es la tendencia a percibir o esperar catástrofes, sin tener motivos razonables para ello. Consiste en temer lo peor o en exagerar la posibilidad de que ocurra lo temido. Por ejemplo, cuando alguien recibe una crítica por algo no relevante y reacciona pensando que todos le rechazarán o que la otra persona le odia.

El pensamiento catastrofista generalmente comienza con la frase: “y si…”.

La racionalización: es la tendencia a minimizar o negar nuestros problemas o nuestros deseos y preferencias. Se concreta en pensar “no tiene importancia”, “paso”, “no me importa”, etc., cuando en realidad se trata de cuestiones importantes para nosotros.

Es una actitud parecida a la del avestruz, que esconde su cabeza en la arena para no afrontar las dificultades. Es un intento de evitar la ansiedad que nos produciría luchar por conseguir nuestras metas, afrontar nuestros problemas de modo asertivo o defender nuestros derechos. Como se puede deducir, las consecuencias de mantener esta actitud resultan negativas, pues los problemas a los que tenemos que hacer frente suelen aumentar, además de perder oportunidades y sentirnos frustrados si no luchamos por conseguir nuestras metas

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¿QUÉ TIPOS DE PENSAMIENTOS TENEMOS?

En nuestra mente emergen diversos tipos de pensamientos, algunos de ellos no son dañinos como los pensamientos llamados necesarios o mundanos, que son aquellos que se refieren a nuestra rutina diaria (qué comemos, qué tengo que hacer hoy, cuando tengo que abonar la matrícula, etc.).

Por otro lado, están los pensamientos positivos, que son los únicos que nos permiten acumular fuerza interior y nos capacitan para ser constructivos.  Pensar positivamente no significa que ignoremos la realidad a nuestro alrededor, sino ver los problemas y reconocer su realidad, pero al mismo tiempo ser capaces de encontrar soluciones a ese problema

Pero como bien sabemos, nuestro cerebro no es infalible. A pesar de ser el órgano más complejo de nuestro cuerpo, a veces nos juega malas pasadas y nos lleva a errores a la hora de interpretar correctamente la realidad. Es por ello que en muchas ocasiones aparecen en nuestra mente los pensamientos negativos automáticos, que no reflejan adecuadamente la realidad, pues están distorsionados y desencadenan emociones negativas en nosotros, como ansiedad, tristeza, ira, frustración, culpa, etc.

Este tipo de pensamientos se refieren a lo que nos decimos a nosotros mismos en cada situación. Todos tenemos un diálogo interior que utilizamos para hablarnos a diario y que si no se ajusta del todo a la realidad nos creará emociones desagradables. Por ejemplo, “¿por qué me tiene que ocurrir todo lo malo?”, “¡qué desastre de día!”, “no voy a aprobar el examen nunca”, ”no voy a soportar que me ocurra lo mismo”, “siempre digo tonterías”, etc.

Las características de estos pensamientos consisten en que:

  • Son automáticos, es decir, se producen sin que apenas nos demos cuenta, de manera inesperada, resultando difíciles de desviar.
  • Son telegráficos, en ocasiones se resumen en una o dos palabras.
  • Son idiosincrásicos, pues cada persona tiene los suyos propios.
  • Son evidentes para la persona, los da por verdaderos y se los cree, sin importar lo irracionales que puedan ser.
  • Van acompañados de gran carga emocional, tienen a dramatizar.
  • Son aprendidos

A un nivel más profundo de nuestra conciencia se encuentran nuestras creencias irracionales, que todos tendemos a mantener entremezcladas con otras creencias racionales.

Estas creencias irracionales las tenemos muy interiorizadas, pues son fruto de muchos años de experiencia y de aprendizajes que han ido forjando una serie de creencias acerca de nosotros, el mundo y los otros.

Nuestras creencias están tan arraigadas dentro de nosotros, que no resulta necesario que en cada situación nos las volvamos a plantear para decidir cómo actuar o pensar. Es más, suelen salir en forma de “pensamientos automáticos”, tan rápido que, a no ser que hagamos un esfuerzo consciente por retenerlas, casi no nos daremos cuenta de que hemos dicho eso.

Normalmente, una persona suele tener dos o tres creencias irracionales afincadas dentro de sí, que luego salen en forma de los llamados pensamientos automáticos.

Señalar que los pensamientos automáticos negativos resultan más fáciles de captar y son más accesibles, mientras que las creencias o ideas centrales (tanto las racionales como las irracionales), en muchas ocasiones no somos conscientes de ellas al encontrarse a un nivel más profundo de la conciencia, pero están ahí, y generan nuestros pensamientos.

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¿Qué síntomas suelen aparecer ante el estrés?

El estrés supone una reacción compleja a nivel biológico, psicológico y social. Sabemos que a nivel psicológico muchos síntomas producidos por el estrés pueden ser percibidos e identificados por la persona que lo sufre. La reacción más frecuente cuando nos encontramos sometidos a una reacción de estrés es la ansiedad.

Los síntomasde ansiedad más frecuentes son:

  • A nivel mental:
    • Incapacidad de concentración.
    • Falta de memoria; más errores.
    • Disminución del rendimiento general.
    • Inseguridad.
    • Dificultad para decidir.
    • Ideas obsesivas y angustiantes.
    • Pensamientos negativos sobre uno mismo.
    • Valoración catastrofista de la realidad.
    • Incapacidad para terminar una cosa antes de empezar otra.
    • Tener mucho que hacer y no saber por dónde empezar.
  • A nivel físico:
    • Falta de energía.
    • Tensión muscular.
    • Dolores de cabeza.
    • Dificultades respiratorias.
    • Dificultades para tragar.
    • Sequedad de boca.
    • Palpitaciones.
    • Aumento de la tensión arterial.
    • Sudoración.
    • Temblor.
    • Mareo.
    • Náuseas.
    • Molestias en el estómago.
    • Problemas en la piel
    • Caída del cabello, etc.
  • A nivel de comportamiento:
    • Comportamientos impulsivos: comer con mucha ansiedad y en grandes cantidades, beber o fumar en exceso o gastar demasiado dinero.
    • Conductas hostiles y agresivas.
    • Alteración de las horas de sueño: problemas de insomnio, dormir poco o dormir mucho.
    • Intranquilidad motora: movimientos repetitivos, tocarse, rascarse, etc.
    • Tartamudear.
    • Evitación de situaciones temidas.
    • Quedarse paralizado.
    • Ir de un lado a otro sin una finalidad concreta.
  • A nivel emocional: el estrés, además de producir ansiedad, puede producir otras reacciones emocionales, que también podemos reconocer:
    • Enfado o ira.
    • Irritabilidad.
    • Impaciencia.
    • Angustia.
    • Preocupación.
    • Miedos.
    • Tristeza/depresión.
    • Estallidos emocionales.
    • Baja autoestima.
    • Sentimientos de soledad.
    • Frustración.
    • Culpabilidad.

Finalmente comentar, que si el estrés es muy intenso y se prolonga en el tiempo, puede llegar a producir enfermedades físicas y mentales.

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¿Cómo vives tus emociones?

Los trastornos emocionales

Los trastornos emocionales constituyen las dificultades psicológicas más numerosas a nivel mundial y sobre todo en los países desarrollados, siendo uno de los principales motivos de discapacidad.

Las investigaciones y la experiencia práctica nos muestran que en muchas ocasiones las personas son diagnosticadas de varios trastornos mentales diferentes, tales como trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo.. o en cortos periodos de tiempo cambian de un diagnóstico a otro. Esta situación ha llevado a pensar que posiblemente muchas de las enfermedades mentales compartan más características similares que diferentes. Así, hemos llamado trastornos emocionales a un conjunto de dificultades de la vida diaria que tradicionalmente se han nombrado de maneras muy diversas, algunas tan conocidas como la ansiedad o la depresión, pero que sin embargo comparten una serie de características comunes y un origen común.

¿Por qué es útil trabajar sobre los trastornos emocionales?

En primer lugar, la experiencia nos ha mostrado que son numerosos los casos en que los manuales que utilizan los profesionales no se pueden seguir al pie de la letra y la sintomatología diversa de los pacientes no cumple con ningún trastorno en concreto.

Por otro lado, los tratamientos específicos para un trastorno en concreto en muchas ocasiones afectan a otra sintomatología, en ocasiones mejorándola y otras empeorándola. Por ejemplo, los tratamientos enfocados en mejorar la ansiedad afectan a los síntomas depresivos que también tiene la persona. Igualmente, aquellas personas que son tratadas de trastornos específicos vuelven más pronto que tarde para ser tratados de otro trastorno diferente.

Estos son algunos de los motivos por los que se ha considerado la posibilidad de trabajar estos trastornos con una misma terapia dirigida a mejorar las dificultades que encuentran las personas en su vida diaria y hacer que esta mejore. Así, las personas que presentan un trastorno emocional se caracterizan por sentir las emociones de manera intensa y desagradable y un rechazo hacia  la misma que las impulsa a evitar y escapar de la emoción, reacciones que a corto plazo suponen un alivio para la persona pero a largo plazo se vuelve cada vez más intensa y limitante para la vida de la persona.

Por ejemplo, pensemos en una persona a la que llamaremos Adela, que sufre un incendio en su casa. El día del incendio, Adela siente un miedo muy intenso y totalmente justificado que la impulsa a salir corriendo para salvarse y así lo hace. Sin embargo, cuando días después puede volver a su casa, el recuerdo de esa nefasta experiencia le hace revivir de manera muy similar ese miedo que sintió y, como no quiere recordarlo, busca distracciones o planes fuera de casa para no recordarlo y de alguna manera evitar esa emoción. ¿Ayudará esto a Adela a calmarse y olvidar el día del incendio? Pues bien, como estarán imaginando, en un primer momento sí que la ayudará a calmarse. Pero a largo plazo, el recuerdo se hará cada vez más borroso y será incluso la propia casa la que quede asociada a ese miedo tan intenso, haciendo que la persona tenga mucha dificultad para estar sola en casa. O quizás, cada vez que Adela tenga una emoción intensa similar al miedo que un día sintió, tendrá tanta dificultad para afrontarla que tendrá que estar buscando siempre alternativas y ayudas de sus familiares para distraerse de su mundo interior.

Pensemos ahora en otro ejemplo, el de Miguel. Miguel era una persona muy alegre y siempre estaba riendo y contando chistes. Sin embargo, cuando fallece su padre, Miguel debe hacerse cargo de la empresa familiar y cuidar de su madre y sus hermanos menores, tal y como dicta la tradición familiar. Miguel asume su trabajo y se siente absolutamente responsable del bienestar familiar. Tan responsable de que todo vaya bien, que Miguel empieza a trabajar cada vez más horas, ya que cuando sale a tomar algo cómo hacía antes o cuenta sus chistes de siempre, piensa que puede estar dejando de lado alguna de sus responsabilidades de cuidar y acompañar a su familia y en especial a su madre. Al principio, estar en casa o trabajando le hacía encontrarse tranquilo pero ahora se ha convertido en una dificultad enorme para divertirse con amistades porque cada vez que sale se siente tan culpable que finalmente, ha decido no hacerlo más para evitar ese malestar. Cuando Miguel pide ayuda, se ha convertido en una persona apática, explica que no tiene ganas de salir ni hacer nada más que ir del trabajo a casa, hace meses que no se ríe y explica que se siente sin energía y triste.

Con estos dos ejemplos es posible ver además que no sólo se rechazan las emociones que consideramos negativas, como el miedo o la tristeza, sino que en otras ocasiones, muchas personas pueden encontrar su dificultad a la hora de experimentar las emociones positivas, y esto también es posible trabajarlo en terapia.

Sé valiente, pide ayuda

Todo el mundo tenemos en algún momento de nuestra vida dificultades para afrontar nuestro día a día. Todos hemos tenido momentos en los que las situaciones nos superan o simplemente hemos tenido o tendremos que vivir situaciones en las que el miedo, la tristeza o la culpa nos inunden. Podemos hartarnos de buscar un nombre que ponerle a lo que vivimos, depresión, ansiedad, duelo,… pero la realidad es que todas las personas vivimos situaciones muy similares que se hacen aún más difíciles porque no sabemos afrontarlas de la mejor manera para poder salir de ellas más grandes y fortalecidos.

Es importante recordar que lo que diferencia a las personas que van a terapia no es que sufran más que los demás o que vivan las cosas de manera más intensa, sino todo lo contrario, que tienen la valentía suficiente para pedir ayuda cuando la necesitan. De manera que, si de algún modo te has sentido identificado con lo que aquí hemos hablado no lo dudes y sé valiente, pide ayuda.

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Taller de prevención de recaídas

Empezamos el mes de julio, con un taller de prevención de recaídas, destinado a pacientes y familiares de pacientes con problemas por consumo de alcohol y/o drogas.

Aunque en algunos casos al principio del tratamiento pueda resultar relativamente fácil cambiar las conductas relacionadas con el consumo de alcohol y/o drogas durante un tiempo, la llamada “luna de miel”, lo difícil es mantener estos cambios. El intento de superación de un problema por consumo de alcohol o drogas es un proceso largo y complejo en el que pueden surgir crisis. Cuando el paciente no afronta adecuadamente estas crisis o dificultades, se pueden producir nuevos consumos. Además si éstos, no son tratados adecuadamente, el paciente volverá a “engancharse”.

Estos consumos se denominan recaídas. La recaída es todo un proceso. Una cadena progresiva de conductas, actitudes, emociones y pensamientos, que se inicia mucho antes de que el paciente comience a consumir alcohol y/o droga de nuevo. Y aunque resulta difícil establecer claramente dónde empieza una recaída, generalmente se inicia como consecuencia de algún estresante o de algún cambio tanto positivo como negativo.

Una recaída es por tanto, el resultado de un sumatorio de errores, muchos de ellos percibidos por las personas que rodean al paciente, y sobre el que se puede intervenir para parar el proceso y que no acabe en recaída.

Esta idea, es el punto de partida del taller que vamos a desarrollar a lo largo del mes desde Instituto Bitácora. Y aunque el hecho de que una recaída se inicie mucho antes de que la persona consuma, pueda parecer muy catastrófico, en realidad es todo lo contrario, resulta muy alentador que a lo largo de ese periodo de tiempo en el que se está preparando la recaída, podamos identificar las señales de aviso y poder actuar sobre ellas.

El primer objetivo del taller, que no el único, es el de aprender a reconocer dichas señales. Para algunos de los familiares estas señales no resultaran extrañas, ya que la conducta adictiva se vuelve rígida y esquemática, e incluso muchas veces han sido capaces de predecir cuándo se va a producir un nuevo episodio de consumo. Muchas veces hemos escuchado cómo un familiar nos contaba, por ejemplo, que el paciente le había llamado por teléfono para decir que ya iba para casa, y al colgar sabía que ya no volvería, no lo había visto, pero había un no sé qué, que le decía lo que iba a acabar pasando.

O ver un determinado gesto que no está en el repertorio habitual del paciente y que el familiar sabe que su presencia es un motivo de alarma… El paciente y la familia aprenderán a manejar estos pequeños cambios para poder reconducir y parar un posible proceso de recaída.

Estas señales, no solo son ciertos estados emocionales, como tristeza, irritabilidad, enfado, aburrimiento, soledad…o físicos como falta de energía, fatiga… sino también actitudes, comportamientos y procesos cognitivos.

El papel de la familia es muy importante, ya que el paciente tiende a no ver estas señales o a restarles importancia. El paciente empieza a sumar pequeños errores, determinadas mini decisiones aparentemente poco importantes, que pueden poner en marcha una recaída. En la cima de la montaña hay una bolita de nieve tamaño canica, que si se deja caer por la ladera acabará siendo de tal tamaño que se volverá imparable y pasará seguro sobre nosotros. Así es como funciona el proceso de recaída, va haciéndose cada vez más fuerte, más difícil de manejar, y es por ello, que es tan importante el identificar las señales y aceptarlas, para poder canalizarlas bien, y cuanto antes… en adicciones dejar las cosas para mañana puede ser muy tarde.

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¿Qué son pensamientos irracionales?

A la hora de entablar una conversación, es frecuente, encontrarnos con personas que mantienen actitudes inhibidas o agresivas.

Así, las personas que se muestran más inhibidas en sus conversaciones tienden a evitar expresar su opinión o sentimientos y hablan poco, dejando que los demás tomen la iniciativa.

Esa actitud tiene como consecuencia el perder oportunidades de comunicarse, de establecer relaciones o de conseguir lo que quieren, además de sentirse mal con ellas mismas.

Mientras que los que mantienen actitudes más agresivas al comunicarse, suelen hablar demasiado,  interrumpir a los otros y no respetar las normas, tratando de imponer sus opiniones e intereses. Esto suele producir el rechazo de los demás.

Ambas actitudes suelen obstaculizar una adecuada y sana relación con los demás. Por ello, es más conveniente mantener una actitud asertiva, que consiste en ser capaz de expresar tus sentimientos tanto positivos como negativos, dar tu opinión, hablar de una forma segura y fluida, y ser capaces de discrepar abiertamente con la otra persona, pero siempre respetando al interlocutor.

Estas actitudes inhibidas o agresivas que acabamos de comentar, suelen basarse en pensamientos irracionales.

¿Qué son estos pensamientos irracionales?

Pues son aquellos que nos llevan a mantener emociones y conductas contraproducentes. Aunque no seamos conscientes, solemos mantener algunos pensamientos irracionales entremezclados con otros racionales.

Los pensamientos irracionales se expresan en forma de exigencia o necesidad (con términos como “necesito”, “debería”, “tienes que”, etc) y se mantienen de forma absolutista. Por ello, cuando no se cumplen reaccionamos con emociones y conductas desfavorables, por ejemplo con una tristeza o ira excesivas. Estos pensamientos irracionales no se ajustan a la realidad, pues van en contra de la evidencia y la lógica.

En cambio, los pensamientos racionales, se mantienen como algo probable y relativo y se expresan en forma de preferencias y deseos (“me gustaría”, “preferiría”, etc).  Por tanto, cuando no conseguimos lo que deseamos, las emociones y conductas que se generan no son excesivas (tristeza, preocupación, disgusto, etc) y no impiden el logro de nuestras metas, como sucede con los pensamientos irracionales.

Las personas con actitudes asertivas tienden a mantener más pensamientos racionales que las personas con comportamiento inhibido o agresivo.

A continuación se exponen una serie de pensamientos irracionales y racionales que pueden surgirnos cuando mantenemos una conversación.

 

PENSAMIENTOS IRRACIONALES PENSAMIENTOS ALTERNATIVOS
Si inicio una conversación, el otro DEBE conversar interesarse por mí. Tiene DERECHO a elegir si desea hablar conmigo o no.
Las personas más interesantes son las que hablan más. Las personas que hablan demasiado resultan molestas a la mayoría de la gente.
Si me quedo callado sin saber qué decir, demostraría que soy torpe y raro. Es normal que se produzcan silencios en las conversaciones. Puedo hacer preguntas y escuchar atentamente la respuesta.
Si no digo algo interesante pensarán que soy tonto, por tanto es mejor que me calle. Los temas de conversación de la gente suelen ser superficiales, no tienen por qué pensar que soy tonto.
Seguro que lo que digo no le va a interesar. Es probable que lo que digo le interese, pero si algo de lo que digo le parece mal, no sería tan terrible.
No debo mostrar mis opiniones y sentimientos. Eso puede ser útil en ocasiones pero si nunca los muestro me distancio de los demás.
Si no sigo conversando y el otro sí quiere, se enfadará conmigo y me quedaré solo. Tengo DERECHO a finalizar la conversación cuando así lo decida. Si la finalizo amablemente no tiene por qué molestarse.
DEBERÍA darse cuenta de que quiero finalizar esta conversación. Si no se da cuenta, se lo expresaré.

Por tanto, es importante aprender a identificar nuestros pensamientos irracionales que obstaculizan la asertividad y aprender a cambiar esos pensamientos por otros más racionales y sanos. Como consecuencia del cambio de pensamiento nuestras relaciones con los demás resultarán más satisfactorias, lo cual redundará en una mejor autoestima.

 

Ana Martín Almagro

 

 

PorInstituto Bitácora

¿Pérdida de memoria y/o Depresión?

Hemos pensado hablar hoy sobre este tema porque en muchas ocasiones nos llegan a la consulta del psiquiatra los pacientes tras haber ido primero al neurólogo o viceversa. La persona se queja, además de un bajo estado de ánimo, de otros síntomas que interfieren bastante en su funcionamiento normal, a nivel laboral sobre todo, estos suelen ser la pérdida de memoria o de atención.

La depresión es probablemente de las enfermedades que más sufrimiento puede ocasionar en el ser humano.

El Trastorno depresivo mayor (TDM) es de las formas más frecuentes y potencialmente mortales de las enfermedades mentales que afectan a personas de todas las edades y se ha asociado con una o varias alteraciones de la función cognitiva.

Por otra parte hay una fuerte relación entre el TDM y las enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer por ejemplo, u otros procesos naturales de envejecimiento.

Según la última y quinta edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM V) los síntomas de una depresión mayor se agrupan en 4 esferas:

–          La afectiva: se caracteriza por el ánimo deprimido, la tristeza, los sentimientos de vacío y desesperanza

–          La cognitiva: las personas deprimidas presentan menos interés o disfrutan menos de las actividades que siempre le han resultado placenteras, juntos con sentimientos de inutilidad, culpa, muchas veces refieren menos capacidad para pensar y pensamientos de muerte.

–          La motora: están más lentos o inhibidos y también puede sentirse la persona más agitada o inquieta.

–          A nivel somático, del cuerpo: pueden presentar pérdida de peso o alteración en el sueño, desde que dificultad para dormir, insomnio, como lo contrario, todo el día durmiendo, así como fatiga y cansancio.

Existe clara evidencia de que la depresión mayor conlleva asociados déficit cognitivos que afectan a funciones como la memoria, la atención y el lenguaje.

Algunos de estos síntomas cognitivos con los siguientes:

–          Las personas con depresión presentan dificultades para establecerse metas y solucionar conflictos

–          Presentan también una falta de organización de una determinada tarea y dejar tareas sin terminar

–          Dificultad para tomar decisiones

–          Dificultad para que le salga la palabra que quiere decir al hablar

–          Se suelen mostrar más indecisas y con poca iniciativa

–          Con incapacidad para llevar a cabo tareas para las que en otras ocasiones no ha tenido problemas, tareas que requieran manipular muchos datos al mismo tiempo.

–          También pueden presentar una disminución de la capacidad para actualizar una información o centrarse en lo realmente relevante

–          Mayor distracción y dificultad para mantener la atención.

 

La persistencia de síntomas cognitivos es una de las manifestaciones que más puede contribuir al desajuste clínico y funcional de los pacientes depresivos tras su recuperación.

 

Mª Carmen López Alanís

PorInstituto Bitácora

Prepararse para la muerte

Quizás sea lo que todos tenemos más claro en este mundo y es que vamos a morir tarde o temprano. Este carácter universal de la muerte ha ocupado gran parte del pensamiento filosófico  y ha favorecido en el desarrollo de la medicina desde sus orígenes como un intento de controlar el curso de la vida para si no evitar, al menos, retrasar la muerte o hacerla lo más llevadera posible.

Pero podríamos decir que es imposible aprender a morir,  ya que no se parece a nada que hayamos pasado antes. Si la muerte no puede ser experimentada, ni explicada ni comprendida, ¿cómo podemos prepararnos para ella? Aunque no podemos experimentarla, sí que todos tenemos consciencia de ella y además para tener consciencia de muerte, de que vamos a morir, no hace falta estar al filo de la misma. Si bien no podemos aprender de la propia muerte, puesto que no podemos tener experiencia de ella, sí podemos prepararnos para morir.

Distintas religiones nos hablan de la vida más allá de la muerte, sino como cuerpo resucitado al menos de alma o espíritu. La afirmación de una forma de vida después de la muerte constituye la modalidad más común a la especie humana de hacer frente al misterio de la muerte y establece las bases de las distintas religiones en el culto a los muertos.

Nuestros antepasados vivían más de cerca la muerte que en la actualidad, la menor esperanza de vida, las epidemias, las guerras y hambrunas, hacían que la tuvieran más presente.

                ¿Cómo podríamos definir una “buena muerte”?

Tranquila, sin crisis agónicas, en paz espiritual.

                ¿Cómo prepararnos para una buena muerte?

Podemos diferenciar una preparación más próxima a la muerte y una preparación más remota.

Podemos comenzar por la preparación próxima que consistiría en los asuntos que tiene que ver directamente con los antecedentes y consecuentes inmediatos, como las herencias, testamento vital, donación de órganos, ritos funerarios, y preparar de la manera que nos gustaría que se realizasen.

Afrontar la fase final de la vida conlleva un proceso psicológico que se describe con 5 etapas:

Negación: la dificultad para creer la proximidad de la muerte, nos aferramos a la esperanza de un milagro, diagnóstico erróneo, rituales mágicos… tiene una importante función protectora y hay que respetarla. Es una reacción normal que permite amortiguar el impacto.

Ira: una rebelión contra todo y todos.

Negociación: todavía no, no ante de la boda de mi hija, no antes del nacimiento de mi nieta… La película “Mi vida sin mí” presenta el caso de una mujer que utiliza los dos meses que, según el diagnóstico médico, le quedan de vida para disponer el futuro de su marido y sus hijos, así como para vivir aquellas cosas que le hubiera gustado vivir y nunca tuvo o se permitió ocasión de hacerlo.

Tristeza: el paciente está cansado y se deja ir, puede desembocar en la resignación. En esta etapa tampoco consiste en estimular al paciente a mirar el lado alegre de las cosas únicamente, porque eso significaría que no debe pensar en la muerte inminente.

Aceptación: etapa de desprendimiento hacia las cosas y hacia los demás. En el momento del adiós, del perdón y la reconciliación.

El buen acompañamiento a la muerte de un moribundo consistiría en un acompañamiento profundamente humano en el proceso de morir, facilitando la expresión de los sentimientos, la elaboración del duelo por la pérdida, el cierre de los asuntos inacabados, a veces la mediación entre el paciente y sus familiares. A nivel psicológico también podemos intervenir en algunas cuestiones psicológicas que se pueden presentar en los días finales como, por ejemplo, resolver posibles miedos paralizantes, satisfacer la necesidad de despedirse, dar permiso para el viaje final, …

Para una preparación más remota, es decir, a la condición de mortal del ser humano, el tomar consciencia de que nos vamos a morir, ante la angustia por la muerte podemos tener tres tipos de miedo: a lo que viene después de la muerte, al hecho de morir y a la extinción del ser. Los dos primeros temores son relacionados con el propio proceso de morir y nos podemos preparar, como hemos dicho anteriormente, previendo disposiciones sobre el propio entierro, redactar el testamento vital, etc. El tercero de estos tres miedos, es el realmente básico, es el miedo a la extinción del propio ser, a inexistencia definitiva, ¿cómo podemos desde el punto de vista psicológico y existencial ayudar a la persona con la angustia de la propia extinción?

PorInstituto Bitácora

La crisis de los 40

La crisis en mitad de la vida, o la crisis de los 40  como se conoce popularmente, no es que sea un punto fijo, es un fenómeno que suele suceder en el periodo comprendido entre los 35 y 50 años, es decir, en la vida adulta.

Parecen verdades simples y evidentes que esta vida es la única que tenemos y que transcurre en el tiempo, sin embargo, así dicho a todos nos da vértigo, por eso, muchas veces no nos paramos a pensarlo o lo olvidamos para ir viviendo como si el tiempo no pasara.

Personas en estas circunstancias son en muchas ocasiones las que nos llegan a la consulta, cuando la persona toma consciencia de que el tiempo pasa y lo fugaz que puede ser la vida y surge la pregunta ¿y qué he hecho yo con mi vida?

En esta época, algunos quieren comprometerse en su relación de pareja mientras otros quieren divorciase, algunos buscan estabilidad en el trabajo mientras otros buscan cambiar de ocupación radicalmente, otros de trabajar menos y disfrutar de más tiempo libre, algunos desean tener hijos mientras otros sueñan con que sus hijos se vayan de casa…y esto es porque en la primera mitad de la vida hemos dado prioridad a unos aspectos mientras otros han quedado en un segundo plano, en las sombras, por ejemplo, una mujer que ha dado prioridad a la maternidad en la primera mitad de la vida y ha pospuesto su desarrollo profesional y cuando los hijos crecen y ya no la necesitan tanto sale a la luz eso que había dejado en la sombra, y empieza a convertirse en prioritario, y se plantea retomar unos estudios que abandonó.

Vivir es enfrentarse continuamente  a cambios y un continuo de transición, si tenemos en cuenta que desde que nacemos hasta que nos morimos vamos pasando por distintas fases del ciclo vital. Por ejemplo, desde que somos pequeños y nace un hermano, tenemos que adaptarnos y pasar de ser hijo único a ya no ser el principal centro de atención, si tenemos padres sensible que nos ayudan a este proceso no tenemos porqué pasar una crisis en esta situación o al menos que no sea una crisis muy grande. La adolescencia también es una época de cambios, de crisis de identidad, en la adolescencia uno se construye su personalidad y quien es, definiéndose a sí mismo y busca un proyecto de a qué quiere dedicarse en la vida. El siguiente momento de crisis más significativo suele ser el de la mitad de la vida.

Hay un autor, Erikson, que dice que la vida en sociedad en la que vivimos requiere que los adultos sean productivos y contribuyan como miembros activos al bien común, por ejemplos al criar a los hijos, o en el trabajo o una actividad humanitaria. Si la persona llega la mitad de la vida y lo que ha conseguido está por debajo de sus expectativas se puede sentir insatisfecho o estancado, y pueden aparecer manifestaciones como la tristeza o la ansiedad. La persona se puede sentir como que no se ha desarrollado y que está “atrapado en una vida de solo obligaciones” pero sin un sentido de satisfacción ni realización personal, se puede sentir como “muerto en vida” o que “es otra persona” o que “no sabe quién es”.

Un sentimiento de estancamiento no tiene por qué ser negativo, incluso puede servir para que la persona sea más consciente de sus necesidades.

En mitad de la vida tenemos dos tareas fundamentales, reevaluar el pasado y modificar el futuro en la propia vida. Al mirar hacia atrás lo que haremos será examinar los logros alcanzados en todos los aspectos, y qué hemos conseguido de lo que cuando éramos pequeños nos ilusionaba y decíamos “yo cuando sea mayor quiero ser…” pero y ahora ya soy mayor ¿qué?. Al repasar el pasado y conforme vamos cambiando inevitablemente vamos introduciendo cambios en el futuro, esta tarea no es fácil y, en ocasiones, es necesario un apoyo psicoterapéutico para no encontrarse tan perdido.

En mitad de la vida no damos cuenta que se nos acabará tarde o temprano y empezamos a pensar en el tiempo disponible, aunque desde muy temprano sabemos que moriremos algún día es como que somos más consciente cuando llegamos a este tiempo, y nos planteamos cuestiones como “yo quiero volver a sentirme vivo”, “he perdido la chispa de la vida”.

Es como si necesitáramos vivir más auténticamente y darle un sentido a nuestra vida, cuestión que antes ni nos lo planteábamos porque teníamos todo un futuro por delante y la muerte estaba muy lejos, pues bien, este futuro ya está aquí, ya ha llegado y no sabes qué hacer con él ¿ te suena esta situación?

 

Dra. Mª Carmen López Alanís

PorInstituto Bitácora

De vuelta a la normalidad

De vuelta a la normalidad, aunque hay que decir, que este año la Navidad ha sido especial, porque para nosotros, Instituto Bitácora, no ha supuesto grandes cambios en la rutina de trabajo con nuestros pacientes, salvo el grupo de terapia de mujeres, que es siempre especial, e hizo un pequeño paréntesis.

La celebración de la llegada de Sus Majestades Los Reyes Magos De Oriente pone el broche final a estos días, que como os hemos ido contando en este mismo espacio, no son fáciles ni para personas que están en tratamiento por un problema por consumo de alcohol ni para sus familiares. Pero como en todo, también hay cosas buenas, y hoy os dejamos una muestra de ello.

Para Fígaro, uno de nuestros pacientes, con la iluminación de nuestras calles empezó la complicación, aunque lo vio a posteriori, pero lo vio y lo manejó bien. Por delante tenía muchas ocasiones en las que el alcohol iba a ser el gran protagonista. Además, después de unos meses en tratamiento se sentía bien, con fuerza y con la “obligación” de normalizar.

Pero ¿qué es normalizar para una persona que tiene un problema por consumo de alcohol?…

A mis pacientes les repito en muchas ocasiones: “Te puedes fiar de ti en todo, pero acerca de lo que piensas respecto al alcohol, siempre es pronto para hacerlo… Ahora que no quieres beber, que tienes claro que el alcohol es un elemento negativo en tu vida, las ganas de beber seguirán, pero ahora vendrá por otro camino… Ya no vendrán de frente…Ahora buscará la manera de convencerte, buscará la manera de que te des un permisito, para que bajes la guardia y empezar a sumar los pequeños errores, tan pequeños que ni los ves… No te fíes de tus pensamientos relacionados con el alcohol, ponlos primero en cuarentena” Leer más

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