Cambios, crisis, evolución

PorInstituto Bitácora

Cambios, crisis, evolución

¿Dónde está el manual de la vida? ¿Quién me dice qué debo hacer ahora que todo está cambiando? Todos nos hemos preguntado alguna vez estas cuestiones y todos sabemos a ciencia cierta que ni existen los manuales ni nadie puede decirte qué hacer sin riesgo a equivocarse (es más fácil culpar a los demás de los propios errores que a uno mismo).

La vida está llena de cambios como dije en la primera entrada sobre el aspecto evolutivo de la familia. Hay momentos en el ciclo vital de las familias que se producen cambios naturales y otros cambios que son inesperados.

Los cambios naturales son aquellos que son esperables y por los que un gran porcentaje de personas pasan a lo largo de su vida y son como todos los cambios, momentos de readaptación, técnicamente hablando, momentos de crisis.

Aprovecho la ocasión y os comento que aunque siempre damos un sentido negativo a las “crisis”, no tiene por qué ser así, ya que si la readaptación se realiza adecuadamente, ésta es el origen del crecimiento, nos hace aprender de la situación vivida y maduramos. Lo que nos ayudará en futuras situaciones en las que tengamos que volver a “enfrentarnos” a un momento de cambio.

Retomando el tema, cuando hablo de cambios naturales dentro del ciclo evolutivo de la familia, me refiero a: la formación de una relación conyugal; a la decisión sobre tener hijos o no, y en caso afirmativo, a su crianza y a los momentos que proseguirán durante la edad escolar de los hijos, su adolescencia y separación de la familia de origen para formar otra familia o independizarse; a la etapa de la pareja en su madurez; y, por último, a la ancianidad.

Este último párrafo podría haberse alargado muchísimo más, ya que los tipos de familia actualmente han variado enormemente, y los roles por tanto también. Lo que lleva a momentos de evolución distintos dentro de las familias. Pero este tema es tan extenso que podríamos dedicar varias entradas para adentrarnos en él. Lo pongo en la lista de entradas pendientes.

Si hablamos de los cambios inesperados, son aquellos que sobrevienen de forma brusca, y no están en el proceso evolutivo natural de la familia. Todos sabemos que debemos prepararnos para la muerte de nuestros padres cuando éstos están en su etapa de ancianidad, es lo natural, lo normal que ocurra. Pero nadie está preparado para la muerte de un hijo, a ninguna edad, en ninguna etapa, es un cambio inesperado y, por lo tanto, la aceptación de este cambio y la futura readaptación familiar es más complicada de realizar y son los cambios que provocan más rupturas dentro de la familia (porcentualmente hablando). Aquí cabría decir también, que estos tipo de crisis, una vez superadas de forma adecuada, provocan una mayor maduración en todos los miembros de la familia y por lo tanto, una mayor cohesión familiar.

Centrándonos ahora en los cambios naturales, hablemos un poco sobre qué puede ocurrir en cada uno de ellos para que “la cosa se tuerza”.

Cuando una pareja forma una relación conyugal y decide emanciparse de su familia de origen, ¿qué puede salir mal? Todo es amor e ilusión en esos primeros momentos de esta nueva etapa, nada puede estropearlo. Diseccionemos este momento idílico.

Hay dos personas que se unen para formar una familia, cada uno trae consigo los valores y normas de convivencia de su propia familia y tienen que constituir entre los dos las suyas propias. Uff, ya empezamos. Una vez conseguido esto, sin que haya habido un ganador y como consecuencia un perdedor, pasamos a la convivencia. Esa palabra tan bonita por su concepto y tan difícil de llevar a cabo en muchas ocasiones. No olvidemos que ahora además de ser individuos, formamos “parte de”, es decir, no dejemos a un lado quiénes y cómo somos, pero tampoco menospreciemos a la otra persona con la que hemos adquirido un compromiso de vida.

En esta etapa, la separación de la familia de origen de cada una de las personas que forman la relación conyugal, se debe realizar de forma adecuada. Cuántas parejas hemos visto en las que alguno de los miembros siguen aún ligados firmemente a su padre y sobre todo a su madre, y no solo hablo de “no te preocupes cielo que yo te llevo la comida para que no tengas tanto trabajo”, hablo de las decisiones que sólo una pareja debe tomar entre los dos: tener hijos o no, trasladarse a vivir a otra ciudad, forma de vida,… Esta dependencia de la familia de origen, si se produce, impedirá la aceptación del nuevo rol adquirido.

Ahora llega el momento de decidir si se quiere o no tener hijos. En algunos casos la toma de la decisión llega en el momento natural que debe llegar, sin presiones de ningún tipo. En otras llega de manera forzada, como por ejemplo: es que se me va a pasar el arroz; mis padres ya son muy mayores y les gustaría tener un nieto; si tenemos un hijo a lo mejor nos unimos más y aprendemos a querernos,…

Sin ninguna duda, la etapa que supone más cambios internos en la persona dentro del ciclo vital de la familia es el nacimiento de los hijos, sobre todo del primero. Los roles aumentan. Ya no sólo somos hijos, parejas, ahora también somos padres/madres, y esto hace que las piernas se tambaleen. Este nuevo rol además te viene de sopetón, hasta que no nace tu hijo y lo tienes en tus brazos, no eres totalmente consciente de lo que es ser madre y padre. Los roles que hemos tenido hasta ahora los hemos ido adquiriendo a través de la experiencia y el tiempo, este no. De un día para otro, hay una persona que depende de tí al 100%, 24 horas al día. Y ahora son dos los que tienen el mismo rol (desde la figura materna y la paterna). Cómo dividir tareas, funciones. Este tema también merece por su extensión una entrada propia, así que a la lista de entradas pendientes.

Cuando menos te lo esperas llega el momento en el que los hijos llegan a la edad escolar y nuestra adaptación a lo que esto supone. Ahora no sólo tendrán nuestras referencias para crecer como personas, a partir de este momento estarán expuestos a otras personas ajenas a la familia, es decir, su red social se amplía: amigos, profesores, otros padres… Recibiremos una imagen de nuestro hijo externa a la nuestra, ¿cómo ven los demás a “Pablo”? Debemos estar preparados para aceptar el resultado de “nuestro trabajo” (sin olvidar a Pablo como individuo) y de animar a nuestro hijo a relacionarse con los demás de forma positiva, sin que tenga que elegir entre mamá y papá y, “el exterior”.

Nos quedarían por comentar la adolescencia de nuestros hijos, su emancipación, la madurez de la pareja y la ancianidad. Me las guardo para la próxima entrega, no me gustaría esquematizarlas demasiado para no extender la longitud de esta entrada, ya que la importancia de cada una de ellas es tan grande que no sería justo pasarlas de puntillas.

Pues ya sabéis, la semana que viene terminaremos de hablar sobre las últimas cuatro etapas evolutivas “naturales” de la familia. Os espero.

Mª Ángeles Fernández Arias. Psicopedagoga.

 

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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