MIS PASTILLAS, QUE NO ME PUEDEN FALTAR

PorInstituto Bitácora

MIS PASTILLAS, QUE NO ME PUEDEN FALTAR

Pues sí que te pueden faltar, aunque quizás seas del otro polo de usuarios de los servicios de Salud Mental que prefieren vivir sin medicación, aunque les sea imprescindible para mantener su calidad de vida.

A veces en broma en el café, entre los compañeros comentamos que nos pasamos la mitad del tiempo convenciendo a pacientes de que tomen su medicación, y el resto del tiempo convenciendo a la otra mitad de que en ese momento no les hace falta.

¿Saben que en España el consumo de antidepresivos se ha casi cuadruplicado en los últimos diez años? Podría pensarse que hay más depresión, probablemente debido a la crisis y por tanto más tratamientos. Es cierto que en los Servicios Comunitarios de Salud Mental se ha incrementado la demanda de consultas y que el tema económico subyace en muchas de ellas, pero el análisis es más complejo y se escaparía de la entrada de hoy. Quizás otro día.

Solamente ilustraré el dato con algunos datos más: también se ha disparado el uso de medicación para el colesterol (x5) y los antiulcerosos (x4), así como los ansiolíticos (x2), mientras que se mantienen e incluso descienden los antidiabéticos orales y los antiinflamatorios.

Fuente:

http://www.aemps.gob.es/medicamentosUsoHumano/observatorio/informes.htm

A medida que se va teniendo más perspectiva la cosa cambia, ¿verdad? No parece muy probable que a la vez de deprimir a la población, la crisis haya elevado sus cifras de colesterol y haya dañado sus estómagos, salvo que pensemos que los problemas económicos hayan erradicado de un plumazo la dieta mediterránea, a la vez que no ha afectado a dolores e inflamaciones.

Se trata desde mi punto de vista de otro problema: la medicalización de la sociedad.

Haciendo un análisis quizás un tanto superficial, los medicamentos que aumentan son aquellos cuyo uso implica incluir una modificación en los hábitos de vida. ¿Qué prefiere usted, andar cuatro kilómetros diarios y hacer una dieta estricta o tomarse una pastilla para el colesterol y comer lo que quiera viendo la TV? ¿Prefiere dejar de comerse un cocido para cenar con una botella de vino o tomar un antiácido? Respóndase a sí mismo con sinceridad.

La sociedad está derivando, cada vez más rápidamente, hacia la búsqueda de la “solución tecnológica” de los problemas y en Medicina y especialmente en la Salud Mental se está haciendo especialmente patente.

Es cierto que en la anterior entrada hablaba del imperativo del profesional de paliar el sufrimiento psíquico de sus pacientes, lo cual a veces precisa del uso de medicamentos. No pasa nada. Son herramientas a nuestro alcance y si es necesario las usaremos. De hecho, son el primer escalón en el abordaje de algunas enfermedades y sin ellos poco podremos hacer. Hay gente tan nerviosa, que sin sus pastillas no pueden seguir bien los sabios consejos de su portera. (Cita verídica).

No obstante, sucesos de la vida cotidiana con impacto esperable en el ánimo de cualquier persona con sangre en las venas es inmediatamente considerado enfermedad, en este caso “depresión” y consecuentemente tratado con fármacos para dicha patología. Actualmente no son raras las consultas a urgencias tras entierros de familiares, citas por divorcios, o que se solicite valoración ante la pérdida del trabajo, lo cual sin duda son episodios que ninguno de nosotros querríamos vivir nunca, pero no dejan de formar parte del ciclo vital de una persona.

Lo mejor y lo peor de la vida es que nos suele tener sorpresas preparadas. Algunas son buenas y entonces tendemos a creer que nos las merecemos, pero cuando son malas, es más fácil considerar lo que ocurre como una enfermedad, que se encarga de “curar” un tercero y ante la cual nuestra acción se limitará a tomar correctamente la medicación. Ningún cambio por nuestra parte.

Obviamente se trata de una reducción al absurdo del argumento, que al fin y al cabo subyace debajo de muchos casos que consultan. El sufrimiento hay que sufrirlo. Las dificultades, enfrentarlas. El duelo, llorarlo. Se trata de procesos, esto es, travesías que el paciente emprende y debe recorrer en solitario. El profesional lo acompañará a través de ellos, sobre todo intentando que los comprenda, evitando que no se desvíe para que no se eternice ni complique, y sobre todo que entienda que cualquier ser humano en su situación se sentiría, con matices, más o menos igual.

Y quizás pongamos una pastilla de dormir, si. Es una tortura hacer pasar a alguien las noches en blanco. Y quizás mantendremos el antidepresivo que puso el Médico de Familia, porque lleva tres semanas con él y “parece que va un poco mejor con la pastilla”. Quizás sea el tiempo que ha transcurrido, o el tiempo que lleva con la medicación, pero si el paciente está convencido de ello, quién en su sano juicio se la va a quitar: ¡algo le estará haciendo!

Y prescribiendo yo fármacos cada uno de mis días de trabajo (no a cada uno de mis pacientes, quede claro), debo hoy atreverme a animar a los profesionales a implicar a las personas en su propia mejoría. Con honestidad, explicando que en este preciso punto del proceso toca llorar, pero que estaremos con él, diciéndole que más que un psicólogo precisa del calor de los familiares, que han perdido al mismo ser querido. Les tendremos que preguntar a los otros qué responsabilidad tuvieron ellos en que sus parejas los dejaran. ¿Qué no cambiaron entonces que ahora suplican que cambiemos nosotros, o peor, que lo haga una pastilla? Habrá de confrontarlos con que lo peor para conservar un trabajo es hacerlo mal por no sentirse valorado y quizás cambiando esas actitudes consigan mucho más que con unos fármacos que existen y que funcionan y por eso los usamos en las enfermedades que así lo requieren, pero que no hacen mucho e incluso interfieren cuando se los utiliza cuando no se debe.

Animo a empezar a preguntar a los pacientes: ¿y usted, qué ha hecho hoy por mejorar?

Ellos, los fármacos, no son ni malos ni buenos. Tienen una eficacia demostrada en unas condiciones determinadas sobre unos casos determinados. Nada más. Nada menos. El cambio lo opera la propia persona, orientada por el profesional y apoyada en su familia y amigos.

Y algunos toman pastillas y les sientan estupendamente. Tan ciego está el que trata a base de fármacos desnudos de mayor intervención, como los que niegan a las personas una mejoría sintomática que a corto plazo sí se puede alcanzar.

Sebastián Sanz Cortés. Psiquiatra.

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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