La ira es una emoción que forma parte de la naturaleza del ser humano y que como tal es positiva y necesaria para la supervivencia.
De hecho, puede ayudarnos a salir victoriosos de situaciones en donde alguien se ve obligado a defenderse.
Como toda emoción, la ira viene en gran parte determinada por los pensamientos negativos que surgen antes y por las creencias de cada persona, mucho más que por las hormonas o la herencia genética.
Así, el responsable de mi estado de ánimo no es tanto la situación como mis pensamientos. Los pensamientos automáticos negativos activadores de la ira más habituales los podemos clasificar en dos tipos:
“Los deberías” (cómo deberían o no deberían actuar los demás): pensamientos como “tú no deberías hacer…, sino que tú deberías hacer…” pueden generar ira.
Continuamente juzgamos el comportamiento de los demás. Estos juicios se basan en un conjunto de reglas sociales de cómo debería o no actuar la gente. Leer más