En este post nos centraremos en describir algunas de las emociones que pueden convertirse en tóxicas si no se canalizan de la forma adecuada, como el enfado, la ansiedad, la angustia o la envidia, por describir algunas de las más frecuentes.
El enfado tóxico
Enfadarse es algo normal y universal, sin embargo, a muchas personas les cuesta expresarlo, porque consideran que estar enfadado es malo y que no es correcto mostrarse así, por lo que reprimen esa emoción o la disimulan.
Normalmente nos enfadamos cuando no se cumplen nuestras expectativas, es decir, cuando esperamos una cosa y recibimos otra. Ahora bien, la forma en que canalicemos esta emoción será clave para seguir adelante superando obstáculos y resolviendo situaciones difíciles de nuestra vida o para convertirla en una emoción tóxica.
Así, muchas personas confunden enojo con violencia, siendo importante diferenciarlos. El enojo, como expresábamos con anterioridad, es una emoción normal y natural en todo ser humano, mientras que la violencia es una conducta patológica, es decir, es una forma tóxica de canalizar el enojo, que debemos de intentar evitar.
La línea entre el enojo y la violencia es delgada, sin embargo las consecuencias son muy diferentes. Por ejemplo, si alguien mientras camina se pregunta cómo resolver un problema y genera alternativas de solución a ese enfado, podrá canalizar su enojo de forma positiva, mientras que si su enojo se concentra en el obstáculo que le frustra, seguramente no encontrará ninguna solución.
La ansiedad tóxica
Es otra de las emociones dañinas. Todos sabemos que existe una tensión básica que toda persona necesita, pero cuando esta tensión nos sobrepasa es entonces cuando nos sobreviene la ansiedad. En esa situación, la persona sufre preocupaciones que no puede controlar, como “¿y si pierdo a mi mujer?”, “¿y si no me seleccionan en esta empresa…?”, “¿y si no me aceptan mis compañeros…?”, todas ellas son preguntas sobre el futuro que no tienen actualmente una respuesta, por lo que puede desencadenar en un trastorno de ansiedad.
Es entonces cuando el organismo nos avisa de que hay una preocupación que es tóxica y reacciona con taquicardias, mareos, sudoración, con problemas de sueño y de alimentación, entre otros.
La angustia tóxica
Esta emoción es buena cuando tenemos miedo por algo puntual o frente a una situación de desafío. Ahora bien, si la angustia es permanente o se dispara en cualquier momento, estamos frente a una angustia tóxica.
La angustia es como la alarma de un coche: si alguien quiere robarlo suena, pero si la alarma suena en cualquier momento, significa que el coche no está funcionando bien.
La envidia tóxica
Otra emoción que intoxica nuestras relaciones personales, y nuestra forma de conectar con quienes nos rodean, es la envidia. La persona envidiosa tiene una gran dificultad para celebrar los éxitos de los demás, debido a que realiza una comparación inmediata en la que siempre sale perdiendo. La persona envidiosa prefiere sufrir para que el otro sufra más, en lugar de vivir bien y que el otro viva bien.
La envidia nace de la creencia de que nunca voy a tener lo que el otro tiene. Por ejemplo, si una persona estuviese convencida de que va a perder diez kilos, ¿envidiaría a la persona que los perdió?, posiblemente no.
Para vencer la envidia como para vencer otras emociones nocivas, el primer paso es tomar conciencia de que existen y nos afectan.
Ana Martín Almagro. Psicóloga de Instituto Bitácora
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