PONGA UN PSIQUIATRA EN SU VIDA

PorInstituto Bitácora

PONGA UN PSIQUIATRA EN SU VIDA

 Una vez captada su atención, expliquemos que el título debería más bien ser “Si cree que le hace falta, no tenga miedo de poner un psiquiatra en su vida”.

Desconozco si alguna vez han buscado la palabra psiquiatra en el diccionario. El de la RAE arroja una apabullante (por concisa) definición: “Especialista en Psiquiatría”. Llama la atención que ni menciona la palabra “médico”. Busquemos pues el término Psiquiatría: “Ciencia que trata de las enfermedades mentales”. No se puede ser más concreto y más difuso a la vez. No sé si de una forma deliberada o inconsciente en la definición de Psiquiatría  el DRAE especifica que es la ciencia que trata “de” las enfremedades mentales, lo cual admite varias lecturas, como la de que la psiquiatría se encarga de estudiarlas y tratarlas, o por el contrario que dichas enfermedades en el fondo se pueden estudiar, pero carecen de tratamiento. No es lo mismo tratar una enfermedad que tratar de una enfermedad.

Mucho más extenso tenemos al BOE, que al definir las competencias en el programa formativo de los psiquiatras, escribe (entre otras muchas cosas) lo siguiente: La Psiquiatría tiene por objeto el estudio, prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de los trastornos mentales (…)se ocupa de los trastornos psiquiátricos, entendidos como lugar de encuentro de lo biológico, lo psicológico y lo socio-cultural; sus intervenciones se basan en la observación clínica y en la investigación científica (…)las psicoterapias y la rehabilitación (…)la psicofarmacología y otras intervenciones biológicas.

Más cercano al día a día de nuestro trabajo sin duda el BOE, aunque no olvidemos de que la Real Academia de la Lengua no se encarga de establecer las competencias sino de limpiar, fijar y dar esplendor a nuestro idioma.

Dada la concisión de una definición y la amplitud de la otra, entiendo que merece la pena explicar brevemente algunos aspectos de la labor de los profesionales de la Salud Mental, dados ciertos tópicos acerca de la Psicología y la Psiquiatría que por repetidos se han dado como cierto y se han ido instalando en nuestra sociedad, sesgando la visión del público de cuándo y para qué acudir a una consulta.

Es lógico que tanto el BOE como el diccionario de la RAE hablen de Enfermedades Mentales como el objeto sobre el que trabajan Psiquiatría y Psicología. Los clásicos hablaban del “ser humano enfermo mental” como el individuo a tratar por los psiquiatras. No obstante, la Psiquiatría, con la Psicología Clínica de la mano, andan desde hace un par de siglos intentando definirse tanto a sí mismas como a sus “enfermedades”, esto es, intentando distinguir lo normal de lo patológico de forma universal y sistematizada, a la vez que intentan ayudar a las personas que les demandan consulta.

Algo así como cruzar un puente a la vez que tú mismo lo vas construyendo, porque dejando aparte exquisiteces conceptuales y finuras académicas, lo que suele llevar a las personas a las consultas de psiquiatras y psicólogos es el sufrimiento psíquico, da igual el nombre que le pongamos y será por tanto su abordaje el trabajo del profesional al que se consulte, independientemente de la titulación y orientación profesional que tenga. Y no, no podemos esperar a que se produzca el hallazgo genético que revolucione el tratamiento de las psicosis ni que las distintas escuelas se pongan de acuerdo en los criterios diagnósticos de tal o cual trastorno.

La persona que nos consulta sufre y hay que ayudarla, y tenemos el imperativo ético de hacerlo ya.

Estoy hablando, por supuesto, de una ayuda profesional, es decir, una ayuda sistematizada, desapasionada (aclaro, no sesgada por los sentimientos) y a ser posible multidisciplinar. Existe evidencia científica de que los mejores resultados en muchos trastornos provienen de terapias combinadas, que incluyan abordaje psicológico, farmacológico, ocupacional, familiar… y la formación moderna de profesionales de la Salud Mental va encaminada en ese sentido.

Es importante derribar el mito de que los psiquiatras se dedican a “dar pastillas” a los trastornos más graves y los psicólogos a “dejar que se desahoguen” los trastornos más leves. Ambas concepciones con reduccionistas y erróneas. Es cierto que en el mapa de competencias de ambas profesiones existen diferencias, pero seguramente hay más tareas comunes, en las que psicólogo y psiquiatra son equivalentes e intercambiables.

El psiquiatra como médico contemplará más aspectos biológicos y podrá usar fármacos y el psicólogo será experto en administración de tests y en intervenciones psicoterapéuticas concretas, pero no existe un criterio de “gravedad del trastorno” que determine la intervención de uno u otro profesional. De hecho, en casos graves a menudo intervendrán ambos profesionales y en casos leves, cualquiera de ellos se bastará para orientar el problema.

En cada caso individual, lo importante es que el profesional sepa qué está haciendo y que ello se ajuste a la “Lex Artis” (o sea, hacer las cosas como Dios manda), independientemente de que sea psiquiatra o psicólogo.

Todos los días los profesionales de la Salud Mental luchamos contra la tendencia de la sociedad de estigmatizar a nuestros pacientes. El primer estigma a combatir es el que uno mismo se impone. No soy peor, no soy diferente, no soy más grave porque me atienda un psiquiatra y tampoco soy distinto ni sufro menos porque me esté tratando un psicólogo.

Sebastián Sanz Cortés. Psiquiatra

Sobre el autor

Instituto Bitácora administrator

Somos un equipo multidisciplinar, encabezado por el Dr Reina, dedicado al tratamiento del alcoholismo y otras adicciones, así como a la atención de la familia y a las patologías mentales, desde un modelo bio-psico-social que permite hacer una lectura antropológica de la persona que presenta el problema en su contexto y dentro de unos principios Bioéticos.

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