Hemos pensado hablar sobre este tema porque es una realidad más presente de lo que nos gustaría en nuestros hogares, y de la que ya se han publicado numerosos artículos en distintos periódicos y revistas, así como ponencias en distintos congresos, de la Asociación Española de Neuropsiquiatría y de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, por ejemplo.
Y es que merece la pena analizar los problemas de estrés laboral que están llegando a nuestras consultas generando distintos problemas emocionales. Y es que además no solo nos enfrentamos a la situación de desempleo si no a que las expectativas a corto medio plazo de volver a trabajar son muy escasas y el propio desempleo y la situación que este genera es un obstáculo en sí mismo para recuperar el ser activo laboralmente. Es la pescadilla que se muerde la cola, no solo el desempleo hace mella en la salud sino que el deterioro que deja en la salud hace más difícil el regresar al trabajo.
Estas alteraciones afectivas, más frecuentes en varones, pueden trascender los cuadros ansioso-depresivos habituales y dar lugar a una clínica psiquiátrica más severa con riesgo para la propia vida, es una realidad que los intentos autolíticos aumentan en situaciones de crisis.
Si una persona tras quedarse en paro presenta ansiedad intensa, insomnio, baja autoestima, deterioro de la actividad y las relaciones, cogniciones pesimistas o ideas autodestructivas, hay que intervenir porque esa persona está enferma, aunque no con esto queramos decir que el paro sea la enfermedad ni que todas las personas que se queden en paro enfermarán de esa manera.
Si pensamos en la prevención más que en la curación, y sobre todo evitando una medicalización, podemos pensar en algunas medidas como la promoción de estilos de vida más saludables, los grupos de apoyos y redes sociales y familiares como un primer paso que estaría al alcance de todos para proteger a esta población más vulnerable.
Dra Mª Carmen López Alanís
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