En nuestro último post hablamos sobre la importancia de la familia y cómo la interrelación entre los miembros provoca que cualquier situación o conflicto que ocurra a uno de ellos o entre los miembros afecte también al resto. En esta ocasión continuaremos en esta línea centrándonos en este post en los conflictos familiares.
Hallar situaciones de conflicto en un ambiente familiar es algo natural e inevitable. Sin embargo, este tipo de conflictos no son necesariamente negativos. De hecho, de ellos se puede aprender y pueden servir para el progreso y desarrollo personal y familiar. Por ello, lo fundamental no es evitar el conflicto, puesto que es inevitable, sino manejarlo de la manera más asertiva posible y evitar la escalada de agresividad.
¿CUÁLES SON LOS CONFLICTOS FAMILIARES?
Los conflictos que subyacen a los problemas de convivencia familiar pueden tener su raíz en diferentes áreas de la dinámica familiar. En esta ocasión nos centraremos en la manera de educar.
En primer lugar, hablaremos de aquellos conflictos relacionados con la MANERA DE EDUCAR:
Cuando hablamos de estilos educativos nos referimos a los pensamientos y acciones que los padres tienen hacia sus hijos en cuanto al afecto y comunicación y en cuanto a el control y las exigencias que se manifiesta en tales relaciones.
Normalmente se describen cuatro estilos educativos parentales:
Es importante saber que estas diferentes maneras de educar tienen efectos en el desarrollo de los hijos, en su comportamiento y en su forma de relacionarse con los demás.
De estos cuatro estilos, el democrático es el más saludable para el desarrollo de los hijos y de su relación con sus padres.