La recaída es quizás una de las circunstancias más temidas tanto por las personas que padecen una adicción, como por sus familiares. Una vez que la persona adicta ha conseguido alcanzar la abstinencia, la forma de que esta se mantenga es trabajando para prevenir que la recaída aparezca. En este punto, es imprescindible que pacientes y familiares conozcan y se familiaricen con el proceso que sigue la recaída, pues si no se es capaz de identificar las señales que alertan de una recaída, difícilmente esta se podrá prevenir.
Normalmente, la recaída no aparece de un momento a otro. Lo común es que de manera progresiva vayan apareciendo señales y síntomas que nos pueden alertar de que las cosas no van bien. Esto puede tomarse como una oportunidad para, de manera prematura, detener el proceso que llevaría a un nuevo consumo.
Para no caer en un contenido excesivamente teórico que pueda aburrir o confundir al lector, emplearemos el caso real de un paciente adicto al alcohol para ilustrar de qué manera se da este proceso.
El paciente, al que llamaremos Luis, acudió a consulta por un
problema de adicción al alcohol. Desde el principio, Luis respondió
muy bien al tratamiento, tomando interés y siguiendo de una manera
muy adecuada todas las indicaciones de los profesionales. Como su
historia con el alcohol había sido muy larga y le había acarreado
numerosos problemas y sufrimiento, Luis estaba muy motivado y animado
por el hecho de haber empezado a poner un poco de orden en su día a
día. Tras años de consumo de alcohol y malestar diario, por fin
empezaba a poder llevar una vida normal. Relataba que se sentía
libre, como si hubiese roto una cadena que le ataba a la bebida y le
hacía esclavo de esta.
Aunque a veces le costaba conciliar el
sueño, refería que se iba a la cama con una sensación de
tranquilidad que hacía muchos años que no experimentaba, decía que
se sentía en paz con su conciencia.
Retomó también antiguas
aficiones como la natación y la guitarra, actividades que siempre le
habían apasionado, pero que por su problema con el alcohol, había
dejado de practicarlas. Esto le ayudaba a calmar algunos síntomas de
ansiedad que padecía en algunos momentos concretos.
Hasta el momento, siguiendo el criterio de los profesionales, había estado evitando exponerse a situaciones que invitasen a beber alcohol. Había dicho que no a una comida de empresa, también había evitado la celebración de cumpleaños de un viejo amigo y la boda de un familiar. Comprendía que en ese tipo de eventos el consumo de alcohol podía ser abusivo, y que exponerse a ello no sería bueno para él, pues aumentarían enormemente sus deseos de consumo. Puesto que estaba muy entusiasmado con el resto de cosas de su día a día, no le había importado renunciar a esos momentos sociales.
Transcurridos
pocos meses, la motivación de Luis comenzó a descender. El
entusiasmo y la ilusión que sentía en su día a día ya no era tan
grande. Algunos días faltaba a sus clases de natación, y ya no
empleaba tanto tiempo en practicar con la guitarra. Sin duda, este
descenso en su motivación era el primer indicador que debía activar
las alertas.
No obstante a todo ello, seguía sintiéndose feliz
por haberse alejado de la bebida, y seguía sintiéndose libre de la
esclavitud del alcoholismo, eso no había cambiado. Se sentía
seguro, tenía claro que su decisión de no beber era firme. Tanto
esto era así, que desatendió el consejo de los profesionales y
decidió acudir a una comunión a la que había sido invitado. Estaba
(o parecía estar) tan seguro de sí mismo, que ignoró la
advertencia de que el acudir a la comunión podría desembocar en una
recaída más o menos inminente. En su exceso de seguridad, su falta
de precaución y en la no adherencia al consejo profesional,
encontramos otros indicios claros de que la recaída puede estar más
cerca.
Luis acudió a la comunión y no consumió alcohol.
Pensó que había ganado la batalla. Pero no quiso prestar atención
a las sensaciones y pensamientos que ahora se habían instalado en
él. Había aguantado toda la celebración sin probar ni una gota de
alcohol, pero esto le había resultado terriblemente incómodo. No se
sintió a gusto viendo cómo todo el mundo podía beber a su
alrededor y él no. De hecho, casi no pensó en otra cosa durante
todo el evento.
No bebió alcohol, pero la idea que se trajo de
vuelta a casa fue la de que la vida sin poder beber es terriblemente
difícil e incómoda. La maquinaria de la recaída ya estaba en
marcha. Sus pensamientos hicieron el resto. Empezó a verse a sí
mismo incapaz de mantenerse abstinente, su seguridad había
desaparecido. Además, donde antes se sentía tranquilo y libre de la
esclavitud del alcohol, ahora solo podía pensar en el sufrimiento
que le suponía el no poder beber. Ese sentimiento de desesperación
hizo que aparecieran unas ganas terribles de volver a consumir, y con
ello, la idea de que todo ese malestar y nerviosismo que estaba
sintiendo se aliviaría con la bebida.
Es fácil intuir el desenlace del relato. Si se analiza la secuencia de acontecimientos, es sencillo detectar en qué puntos de la historia se podría haber actuado de una manera distinta de cara a evitar la recaída. Si Luis se hubiera extremado sus precauciones al notar un descenso de su motivación en su vida diaria y se hubiese planteado la posibilidad de recaer, si hubiese evitado ir a la comunión, o si hubiese puesto sobre la mesa ese malestar que le había generado la exposición al alcohol durante el evento… en cualquiera de esos momentos, podría haber puesto en marcha distintas estrategias que le hubiesen ayudado a gestionar su malestar y a reconducir las situaciones para poder mantener la abstinencia.
Durante
el proceso de recuperación de la adicción a una sustancia, la
persona podrá atravesar algunos momentos complicados, en los que su
motivación podrá disminuir. Esa fluctuación en la motivación, así
como los altibajos, son una parte natural del proceso para los cuales
existen herramientas y estrategias de afrontamiento.
En
definitiva, el mensaje que buscamos transmitir con este artículo, es
que si se sigue el criterio de los profesionales, y con el adecuado
esfuerzo tanto del paciente como de sus familiares, es posible
anticipar y prevenir las recaídas de una manera eficaz.
Ana Ponce Rodríguez
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