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PorInstituto Bitácora

¿ES POSIBLE CAMBIAR NUESTROS PENSAMIENTOS?

Sabemos que nuestros pensamientos y creencias los solemos adquirir de manera involuntaria, pero podemos aprender a modificarlos voluntariamente.

Todos somos víctimas de pensamientos negativos, pero como todo lo que se aprende se puede desaprender, sólo se necesita un poco de práctica. Comprender y trabajar el papel de nuestros pensamientos nos ayudará a entender cómo nos sentimos y cómo afrontamos las diferentes situaciones que se nos plantean.

Algunas técnicas a seguir serían las siguientes:

1. Detectar pensamientos negativos y creencias irracionales: pues como hemos comentado en post anteriores, nos llevan a mantener emociones y conductas contraproducentes.

Para ello una técnica muy eficaz son los autorregistros, que se basan en el esquema ABC, y por ello anotaremos varios apartados:

-A: la situación desencadenante

-B: los pensamientos irracionales

-C: las emociones y conductas negativas derivadas de B.

Una vez que aprendamos a identificar estas creencias, tenemos que sustituirlas por formas de pensar que nos ayuden a sentirnos y a actuar de forma más deseable. Por ello, cuando la persona adquiera más práctica en detectar las creencias irracionales, podrá añadir dos columnas al autorregistro:

-D: pensamientos racionales

-E: emociones y conductas deseables (derivadas de los pensamientos racionales).

De esta forma, el proceso de detectar y cambiar pensamientos negativos y contraproducentes se irá convirtiendo en algo automático. Así en la medida en que estos pensamientos cambien irán cambiando también las emociones y conductas asociadas a ellos. Esto nos ayudará entre otras cosas a sentirnos mejor y a establecer relaciones personales más satisfactorias.

2. Poner a prueba la validez de tus creencias: pues sabemos que muchas veces nuestros pensamientos y conclusiones acerca de un hecho pueden ser erróneos; así que para evitar sufrimientos inútiles tenemos que tener en cuenta que puede haber otras explicaciones para lo que ha sucedido, busquemos la prueba, la evidencia. Tengamos en cuenta que los pensamientos son ideas, no realidades absolutas y siempre tenemos que verificarlos y comprobar si son ciertos.

3. Autoinstrucciones positivas: son frases que nos decimos a nosotros mismos para ayudarnos a pensar, sentir y actuar como deseamos. Resultan más eficaces si contienen mensajes formulados en forma positiva. Por ejemplo, puedes decirte “voy a estar tranquilo”, “si aparece la ansiedad ya sé en qué consiste”, “soy capaz de soportarlo”, etc.

A algunas personas les resulta muy útil anotarlas en un papel y llevarlas consigo.

4. Reencuadre: consiste en ser capaces de percibir cualquier situación o experiencia desde diferentes perspectivas, y centrarnos en la que nos resulte más útil. De esta forma descubrimos que, en muchas ocasiones, una situación aparentemente adversa puede convertirse en algo positivo.

Reencuadrar nuestrapercepción de la realidad es similar a hacer una fotografía: elegimos la perspectiva, distancia, etc., y destacamos lo que más nos interesa.

Los errores o contratiempos son también una oportunidad para aprender, mejorar y crecer, siempre que nos acostumbremos a reencuadrarlos para afrontarlos como más nos interese.  La sabiduría popular recoge esta idea en el refrán: “No hay mal que por bien no venga”, y la filosofía oriental habla de que “No hay nada tan malo que no esconda aspectos positivos, ni tan bueno, que no incluya cosas negativas”.

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¿EN QUÉ CONSISTEN LAS CREENCIAS IRRACIONALES?

Las creencias irracionales, se expresan en forma de exigencia o necesidad (“debería”, “necesito”, “tienes que”, etc.), se mantienen de manera absolutista y van en contra de la lógica y la evidencia. Por tanto, cuando no se cumplen, reaccionamos con emociones y conductas contraproducentes, agresivas o inhibidas, o con  tristeza o ira excesiva, etc.

¿Cuáles son las creencias irracionales básicas?

Destacamos tres tipos principales de creencias irracionales que pueden crearnos problemas emocionales: las exigencias, el catastrofismo y la racionalización. A continuación describiremos en qué consisten.

Las exigencias: son creencias mantenidas en forma rígida e inflexible, acerca de cómo debería ser uno mismo, otras personas o la vida.

Las exigencias suelen expresarse en términos como “debería”, “no debería”, “habría que”, “es necesario que”, “siempre”, “nunca”, “absolutamente”. “totalmente”.

Las exigencias suelen relacionarse con los valores (es decir, creencias personales sobre lo que consideramos bueno o importante), y estos influyen en nuestras emociones y conductas. Las exigencias hacia nosotros mismos suelen llevarnos a comportamientos inhibidos, mientras que las exigencias hacia otras personas favorecen la ira o las conductas agresivas.

Algunos ejemplos de exigencias bastante comunes, que obstaculizan las relaciones interpersonales son los siguientes:

  • Debo ser aceptado por todas las personas a las que aprecio.
  • Los demás deben actuar de forma agradable y justa.
  • Nunca debemos cometer errores.
  • La vida debería ser fácil para mí, y conseguir lo que quiero sin mucho esfuerzo o incomodidad.
  • Debemos actuar siempre con justicia.
  • Hay que anteponer las necesidades de los demás a las propias.
  • Hay que intentar cambiar a los demás, siempre que su comportamiento nos parezca incorrecto.

Uno de los problemas derivados de mantener ese tipo de creencias es que nos lleva a tener expectativas poco realistas y nos lleva a alterarnos emocionalmente.

Por ello, un planteamiento más sano y más flexible consiste en intentar aceptar que estas exigencias sean algo preferible para nosotros, pero que si no se cumplen, nos podamos seguir sintiendo bien. Así, es cierto que resulta más agradable y deseable ser aceptados por las personas a las que queremos, o que los demás actúen siempre de forma justa con nosotros, o que la vida sea fácil para nosotros y consigamos lo que queremos sin mucho esfuerzo… pero lo cierto y verdad que es un planteamiento poco realista.

Por ello, cuando detectemos en nosotros estas exigencias, conviene que nos cuestionemos cualquier creencia personal formulada en términos como “debería”, “es necesario que”, “tiene que”, etc; pues tienden a ignorar que siempre hay excepciones, y nos llevan a comportarnos de manera rígida en nuestras relaciones personales.

El catastrofismo: es la tendencia a percibir o esperar catástrofes, sin tener motivos razonables para ello. Consiste en temer lo peor o en exagerar la posibilidad de que ocurra lo temido. Por ejemplo, cuando alguien recibe una crítica por algo no relevante y reacciona pensando que todos le rechazarán o que la otra persona le odia.

El pensamiento catastrofista generalmente comienza con la frase: “y si…”.

La racionalización: es la tendencia a minimizar o negar nuestros problemas o nuestros deseos y preferencias. Se concreta en pensar “no tiene importancia”, “paso”, “no me importa”, etc., cuando en realidad se trata de cuestiones importantes para nosotros.

Es una actitud parecida a la del avestruz, que esconde su cabeza en la arena para no afrontar las dificultades. Es un intento de evitar la ansiedad que nos produciría luchar por conseguir nuestras metas, afrontar nuestros problemas de modo asertivo o defender nuestros derechos. Como se puede deducir, las consecuencias de mantener esta actitud resultan negativas, pues los problemas a los que tenemos que hacer frente suelen aumentar, además de perder oportunidades y sentirnos frustrados si no luchamos por conseguir nuestras metas

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¿QUÉ TIPOS DE PENSAMIENTOS TENEMOS?

En nuestra mente emergen diversos tipos de pensamientos, algunos de ellos no son dañinos como los pensamientos llamados necesarios o mundanos, que son aquellos que se refieren a nuestra rutina diaria (qué comemos, qué tengo que hacer hoy, cuando tengo que abonar la matrícula, etc.).

Por otro lado, están los pensamientos positivos, que son los únicos que nos permiten acumular fuerza interior y nos capacitan para ser constructivos.  Pensar positivamente no significa que ignoremos la realidad a nuestro alrededor, sino ver los problemas y reconocer su realidad, pero al mismo tiempo ser capaces de encontrar soluciones a ese problema

Pero como bien sabemos, nuestro cerebro no es infalible. A pesar de ser el órgano más complejo de nuestro cuerpo, a veces nos juega malas pasadas y nos lleva a errores a la hora de interpretar correctamente la realidad. Es por ello que en muchas ocasiones aparecen en nuestra mente los pensamientos negativos automáticos, que no reflejan adecuadamente la realidad, pues están distorsionados y desencadenan emociones negativas en nosotros, como ansiedad, tristeza, ira, frustración, culpa, etc.

Este tipo de pensamientos se refieren a lo que nos decimos a nosotros mismos en cada situación. Todos tenemos un diálogo interior que utilizamos para hablarnos a diario y que si no se ajusta del todo a la realidad nos creará emociones desagradables. Por ejemplo, “¿por qué me tiene que ocurrir todo lo malo?”, “¡qué desastre de día!”, “no voy a aprobar el examen nunca”, ”no voy a soportar que me ocurra lo mismo”, “siempre digo tonterías”, etc.

Las características de estos pensamientos consisten en que:

  • Son automáticos, es decir, se producen sin que apenas nos demos cuenta, de manera inesperada, resultando difíciles de desviar.
  • Son telegráficos, en ocasiones se resumen en una o dos palabras.
  • Son idiosincrásicos, pues cada persona tiene los suyos propios.
  • Son evidentes para la persona, los da por verdaderos y se los cree, sin importar lo irracionales que puedan ser.
  • Van acompañados de gran carga emocional, tienen a dramatizar.
  • Son aprendidos

A un nivel más profundo de nuestra conciencia se encuentran nuestras creencias irracionales, que todos tendemos a mantener entremezcladas con otras creencias racionales.

Estas creencias irracionales las tenemos muy interiorizadas, pues son fruto de muchos años de experiencia y de aprendizajes que han ido forjando una serie de creencias acerca de nosotros, el mundo y los otros.

Nuestras creencias están tan arraigadas dentro de nosotros, que no resulta necesario que en cada situación nos las volvamos a plantear para decidir cómo actuar o pensar. Es más, suelen salir en forma de “pensamientos automáticos”, tan rápido que, a no ser que hagamos un esfuerzo consciente por retenerlas, casi no nos daremos cuenta de que hemos dicho eso.

Normalmente, una persona suele tener dos o tres creencias irracionales afincadas dentro de sí, que luego salen en forma de los llamados pensamientos automáticos.

Señalar que los pensamientos automáticos negativos resultan más fáciles de captar y son más accesibles, mientras que las creencias o ideas centrales (tanto las racionales como las irracionales), en muchas ocasiones no somos conscientes de ellas al encontrarse a un nivel más profundo de la conciencia, pero están ahí, y generan nuestros pensamientos.

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¿CÓMO INFLUYEN NUESTROS PENSAMIENTOS?

La psicología cognitiva, vertiente de la psicología que se dedica al estudio de los procesos mentales, considera que el principal determinante de nuestras emociones y conductas no es la realidad en sí, ni las situaciones o sucesos que experimentamos, sino cómo los evaluamos; es decir, lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y de la realidad.

Así, ante una misma situación, podemos reaccionar sintiéndonos o actuando de formas muy diferentes según cómo la percibamos y evaluemos.

Por tanto, en muchas ocasiones de nuestra vida, lo que nos hace sufrir son los pensamientos que nos vienen a la cabeza sobre cómo interpretamos lo que nos ha sucedido, o cómo interpretamos el comportamiento de otras personas.

El papel crucial de nuestros pensamientos

Una pregunta clásica que se plantea es: “¿qué viene antes, los pensamientos o los sentimientos?”, o dicho de otra forma: ”¿son los pensamientos los que nos hacen sentir mal o son los sentimientos los que hacen que pensemos de forma errónea?” La mayoría de las personas tienden a optar por esta segunda alternativa, sin embargo, según la psicología cognitiva, esto no es así.

Digamos que nuestra vida está formada por tres letras: A-B-C

A: es la situación, lo que percibimos con nuestros sentidos.

B: nuestra forma de percibir e interpretar la realidad, en este caso A.  Cada uno de nosotros tiene unos esquemas mentales propios que ha ido adquiriendo a lo largo de la vida, su propio filtro.

C: es el resultado, es decir, las emociones y las conductas que resultan de la interpretación de la realidad a través de nuestros pensamientos.

Lo que pensamos acerca de los acontecimientos, de la gente, e incluso de nosotros mismos, nos produce ciertas emociones y nos hace comportarnos y relacionarnos con los demás de una forma determinada. Por tanto lo que sentimos y cómo nos comportamos depende en gran medida de cómo pensamos.

No obstante, en numerosas ocasiones y circunstancias de nuestra vida, estamos convencidos de que son los acontecimientos (A) los que crean nuestras emociones y conductas (C); solemos creer que la situación A produce la emoción C,  pero las cosas no son tan simples, pues entre A y C se encuentran nuestros pensamientos y creencias (B).

A lo largo de nuestra vida,  podemos encontramos con situaciones que vivimos con mucha ansiedad, que nos producen angustia y miedo, mientras que a otras personas esas mismas situaciones pueden  pasarles desapercibidas o incluso disfrutarlas, pues cada persona tiene una forma de pensar e interpretar la realidad.

Por ejemplo, una persona puede sentirse enormemente fracasada al enterarse de que no le han seleccionado para un puesto de trabajo, y plantearse si realmente es válida para trabajar o si merece la pena seguir intentándolo, mientras que otra puede sentirse frustrada y decidir esforzarse más para mejorar en la próxima entrevista de trabajo. Ambas recibirán la misma noticia pero la manera de interpretarla es muy distinta.

Por lo tanto, nos encontramos ante un mismo hecho, dos pensamientos diferentes y dos emociones y actuaciones resultantes completamente diferentes.

En próximos post continuaremos hablando de los pensamientos, en concreto, de los tipos de pensamientos que tenemos,  de nuestras creencias irracionales y de las técnicas psicológicas que nos ayudan a cambiar nuestros pensamientos.

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¿Sabes identificar la ira?

La ira es una emoción que forma parte de la naturaleza del ser humano y que como tal es positiva y necesaria para la supervivencia. De hecho, puede ayudarnos a salir victoriosos de situaciones en donde alguien se ve obligado a defenderse. Es decir, la ira puede ser un instrumento vital en manos de una persona, siempre que la sepa controlar y valerse de ella cuando la necesite.

Sin embargo, cuando la ira domina o desborda a la persona, cuando se dirige de forma desmedida hacia otros seres humanos, produciendo consecuencias muy negativas para el bienestar de los demás y de uno mismo, e incluso cuando aparece en situaciones innecesarias, se trata ya de una ira desadaptativa o problemática. En los momentos de ira, es como si nuestro cerebro emocional secuestrara el control del cerebro racional, siendo durante un tiempo el sujeto incapaz de tomar decisiones adecuadas.

Además, es una emoción que está muy determinada por los pensamientos negativos que surgen antes y por las creencias de cada persona, mucho más que por las hormonas o la herencia genética.

Así, pues, cometer errores, no alcanzar unos objetivos determinados, y vivir una situación injusta o embarazosa, pueden ser circunstancias que ayuden a disparar los sentimientos de frustración y rabia. En estos casos, nuestro organismo produce excesiva noradrenalina, que es un “asesino” en potencia. Cuando una persona se enfada y tiene ganas de discutir, hace más daño a quien menos se imagina: a ella misma.

Físicamente la ira puede producir hipertensión, úlceras, urticaria, palpitaciones cardíacas, insomnio, cansancio e incluso enfermedades cardíacas, y psicológicamente, es capaz de acabar con las relaciones afectivas, interfiere con la comunicación, conduce a la culpabilidad y la depresión y en general interfiere con tu vida.

Estos sentimientos de rabia  oscilan desde una simple irritación temporal hasta explosiones fuertes de ira, pudiéndose a veces no manifestarse a través de la conducta, que es lo que llamamos ira interna, cuando decimos que “la procesión va por dentro”, o bien mostrando públicamente su irritación, la ira externa.

En próximos post  nos centraremos en los pensamientos negativos que en gran parte determinan la ira, así como en las técnicas para canalizar nuestra ira.

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¿Cómo podemos afrontar el estrés?

El primer paso para afrontar el estrés de manera eficaz es comprenderlo, identificar cómo funciona y reconocer las fuentes de estrés que cada uno tiene. El segundo paso es adquirir las habilidades para combatirlo.

Conviene recordar que una parte importante de las situaciones de estrés son autogeneradas, es decir, nos las creamos nosotros mismos. En unos casos porque interpretamos como amenazantes situaciones que pueden no serlo (por ejemplo, un atasco de tráfico). En otros casos buscamos las situaciones estresantes (por ejemplo, abarcando más trabajo del que podemos hacer).

Por tanto, no estamos sometidos sin remedio a una vida excesivamente estresante. La superación del estrés es una habilidad que puede adquirirse, y así poderlo controlar y combatir.

Un aspecto que conviene tener en cuenta es que la pérdida de control, real o imaginaria, es uno de los estresores más potentes. Hay que tener presente que todos los problemas tienen varias partes: la parte que podemos controlar por medio de nuestras acciones, y la parte sobre la que no tenemos control.

Por tanto, una buena forma de afrontar estas situaciones reside en identificar cuándo tenemos control y cuándo el control no está en nuestras manos.

Decía un sabio en sus oraciones: “Señor, dame la fuerza necesaria para cambiar las cosas que puedo cambiar, la paciencia para aceptar las cosas que no puedo cambiar y la sabiduría para poder distinguir entre ambas”.

A continuación hablaremos de algunas técnicas para hacer frente al estrés:

Técnicas generales: consisten en dotar a la persona de recursos personales de carácter general, como:

  • Dieta: conviene comer sano, evitando las comidas que sobrecargan a nuestro organismo con pesadas digestiones u otras consecuencias negativas (colesterol, obesidad, etc.). No abusar del alcohol en las comidas. Es bueno aprovechar la comida como momento de descanso y ruptura con nuestras actividades laborales.
  • Ejercicio físico: la practica moderada de algún deporte o ejercicio físico ayuda a relajarnos. Cuando realizamos ejercicio nuestro organismo segrega una serie de hormonas que hace que disfrutemos durante y después de la actividad física.
  • Descanso: dormir lo suficiente, en torno a ocho horas. Tomar fines de semana y vacaciones como tiempo de descanso. Dejar el trabajo y preocupaciones relacionadas con él en la oficina. Descansar de las tecnologías, pues nuestro cerebro no está preparado para eso, y resulta estresante prestar atención constante a todos los estímulos.
  • Organización: la organización del tiempo y de nuestras actividades, estableciendo horarios,  es fundamental para poder descansar, para no estar preocupados ni sufrir olvidos importantes.

    También hay que saber seleccionar actividades cuando no podemos hacer todo, pues abarcar demasiado es “la madre del estrés”. No pasa nada porque reconozcamos nuestros límites y evitemos las situaciones en las que sentimos que “se nos escapa de las manos”, pues ello nos ayudará a disminuir el estrés cotidiano.

    • Realizar actividades placenteras: al igual que con el ejercicio físico, también se segrega serotonina (hormona del placer) cuando realizamos actividades que nos resultan satisfactorias.
    • Apoyo social: fomentar las relaciones sociales puede resultar una fuente de ayuda psicológica.
    • El buen humor y la distracción: Contribuyen a relativizar la importancia de los problemas.

    Técnicas cognitivas: las utilizamos para cambiar el pensamiento y modificar las interpretaciones erróneas sobre nuestros propios recursos o respecto a lo que se nos pide en una situación.

    • Cambiar el modo de interpretar las situaciones y los problemas: el estrés que nos produce una situación o problema depende de las consecuencias que prevemos, pero a veces exageramos las consecuencias negativas (hipervaloramos la probabilidad de que ocurra algo malo, anticipaciones negativas y empezamos a sufrir un problema que no existe…). Así, si cambiamos la manera en que percibimos una situación que nos desborda, podremos disminuir el nivel de estrés que nos genera tal situación, además de disminuir también otras emociones negativas asociadas.
    • Buscar alternativas: consiste en tener habilidad resolutiva y flexibilidad de pensamiento. Además, todos hemos experimentado el que en algunas ocasiones el preocuparse no sirve de nada, por lo tanto lo mejor en esas situaciones consiste en buscar una alternativa de pensamiento, en la línea de “como no puedo solucionarlo, ¿qué otra cosa puedo hacer en otra dirección?”.
    • Técnicas fisiológicas: buscan reducir los niveles de activación en el organismo, centrándose directamente en los componentes fisiológicos.
    • Entrenamiento en técnicas de control de ansiedad y estrés: practicar técnicas de relajación y respiración con cierta asiduidad, de cara a utilizarlas en los momentos en que nos encontramos peor.

    Hoy en día hay muchas corrientes que nos enseñan a vivir el momento presente, a saborearlo y a disfrutarlo, como la práctica de mindfulness, yoga o meditación.

    Técnicas conductuales: centradas en qué conductas o estrategias podemos realizar para hacer frente al estrés.

    • Entrenamiento en asertividad: mediante esta técnica se consigue mayor capacidad para expresar los sentimientos, deseos y necesidades de manera libre y clara, respetando los puntos de vista del otro. Un ejemplo de ello es aprender a decir no o a expresar nuestras emociones negativas de forma asertiva. En muchas ocasiones guardamos nuestro malestar para evitar conflictos porque “no es tan importante”o “ya se me pasará”…, lo cual puede aumentar nuestro estrés diario.
    • Entrenamiento en habilidades sociales: consiste en enseñar conductas que tienen más probabilidad de lograr éxito en las situaciones sociales o a la hora de conseguir una meta personal.
    • Entrenamiento en solución de problemas y toma de decisiones: se ayuda a la persona a tomar decisiones siguiendo un proceso lógico, que consiste en planteamiento del problema, análisis de alternativas (pros y contras), elección de la menos mala y una vez elegida no volver atrás.

    Resulta importante no analizar continuamente el problema, ya que eso produce ansiedad. Tampoco es aconsejable dejar pasar los problemas, sino afrontarlos y decidiendo qué es lo mejor en cada caso.

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    ¿Qué síntomas suelen aparecer ante el estrés?

    El estrés supone una reacción compleja a nivel biológico, psicológico y social. Sabemos que a nivel psicológico muchos síntomas producidos por el estrés pueden ser percibidos e identificados por la persona que lo sufre. La reacción más frecuente cuando nos encontramos sometidos a una reacción de estrés es la ansiedad.

    Los síntomasde ansiedad más frecuentes son:

    • A nivel mental:
      • Incapacidad de concentración.
      • Falta de memoria; más errores.
      • Disminución del rendimiento general.
      • Inseguridad.
      • Dificultad para decidir.
      • Ideas obsesivas y angustiantes.
      • Pensamientos negativos sobre uno mismo.
      • Valoración catastrofista de la realidad.
      • Incapacidad para terminar una cosa antes de empezar otra.
      • Tener mucho que hacer y no saber por dónde empezar.
    • A nivel físico:
      • Falta de energía.
      • Tensión muscular.
      • Dolores de cabeza.
      • Dificultades respiratorias.
      • Dificultades para tragar.
      • Sequedad de boca.
      • Palpitaciones.
      • Aumento de la tensión arterial.
      • Sudoración.
      • Temblor.
      • Mareo.
      • Náuseas.
      • Molestias en el estómago.
      • Problemas en la piel
      • Caída del cabello, etc.
    • A nivel de comportamiento:
      • Comportamientos impulsivos: comer con mucha ansiedad y en grandes cantidades, beber o fumar en exceso o gastar demasiado dinero.
      • Conductas hostiles y agresivas.
      • Alteración de las horas de sueño: problemas de insomnio, dormir poco o dormir mucho.
      • Intranquilidad motora: movimientos repetitivos, tocarse, rascarse, etc.
      • Tartamudear.
      • Evitación de situaciones temidas.
      • Quedarse paralizado.
      • Ir de un lado a otro sin una finalidad concreta.
    • A nivel emocional: el estrés, además de producir ansiedad, puede producir otras reacciones emocionales, que también podemos reconocer:
      • Enfado o ira.
      • Irritabilidad.
      • Impaciencia.
      • Angustia.
      • Preocupación.
      • Miedos.
      • Tristeza/depresión.
      • Estallidos emocionales.
      • Baja autoestima.
      • Sentimientos de soledad.
      • Frustración.
      • Culpabilidad.

    Finalmente comentar, que si el estrés es muy intenso y se prolonga en el tiempo, puede llegar a producir enfermedades físicas y mentales.

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    ¿En qué consiste el estrés?

    En la actualidad, nos resultan familiares frases como “últimamente estoy muy estresado, no tengo tiempo para nada”, “qué estrés, no llego a tiempo” o “mi médico me ha dicho que lo que tengo es estrés”. Sin embargo, si preguntamos a esas personas cómo definirían el estrés, el asunto se hace complejo, porque el estrés es muy fácil de experimentar pero difícil de definir.

    Desde una perspectiva etimológica, tiene su origen en el verbo latino “stringere” y significa apretar, oprimir, estrechar o contraer.

    Sabemos que el estrés afecta a todo el mundo. Cuando decimos “me siento estresado”, realmente estamos diciendo que lo que estamos sintiendo es excesivo.

    El estrés es una reacción normal de la vida de las personas de cualquier edad.

    Se puede decir que el estrés es la respuesta del cuerpo a condiciones externas que perturban el equilibrio emocional o físico de la persona.

    Se trata de una reacción adaptativa. El estrés constituye una parte esencial y necesaria de nuestras vidas. Nuestra vida está en continuo cambio y exige adaptarnos continuamente. Cuando la situación se ha solucionado cesa la respuesta de estrés y el organismo vuelve a un estado de equilibrio. Por tanto, el estrés es el resultado de la adaptación de nuestro cuerpo y nuestra mente al cambio, y gracias a esta respuesta de adaptación hemos sobrevivido como especie durante milenios.

    Este nivel de estrés es necesario y deseable, pues actúa como factor de motivación para vencer y superar obstáculos. Puede decirse que es un elemento que nos ayuda a alcanzar el éxito, es el combustible para el logro de nuestras ambiciones. También es cierto que en ocasiones ese nivel de estrés puede ser superado llegando a ser perjudicial para la persona.

    Por tanto, podemos definir el estrés como una respuesta global de nuestro organismo: física, psicológica y de comportamiento de un individuo a cualquier cambio en el ambiente, para adaptarse a él. Mediante esta respuesta el organismo se prepara para abordar la nueva situación, ya sea enfrentándose a ella, soportándola o huyendo. Así, cuando se produce esta activación en nuestro organismo podemos percibir mejor la nueva situación, decidir qué conductas llevar a cabo y realizarlas de la manera más rápida posible.

    El estrés es algo subjetivo y personal. Comienza cuando percibimos una situación, una persona o un suceso como amenazadora y desafiante. La misma situación puede ser percibida de manera totalmente diferente por dos personas, pues ante una misma situación, una persona puede estresarse y otra no. E incluso una misma persona, en momentos diferentes, puede percibir y reaccionar de manera diferente ante el mismo suceso.

    Ello lo podemos comprobar si observamos a nuestros amigos o familiares, ante la misma situación estresante unas personas reaccionan con mucho estrés y otras se quedan como si no hubiera pasado nada.

    Un ejemplo de esto es el siguiente: Imagina el caso de varios estudiantes que se examinan en el plazo de dos días, que no cuentan con el tiempo suficiente para prepararlo, y que el hecho de suspender tiene consecuencias negativas para ellos. Si les preguntásemos cómo se sienten al preparar ese examen, unos dirían que tienen el corazón muy acelerado, otros que están sudando porque piensan que van a suspender y seguramente otros dirían que están tranquilos.

    Lo curioso de esta situación es que todos han vivido el mismo estresor, que es preparar un examen importante sin tiempo para ello, pero no todos han experimentado esta situación de la misma manera. Por tanto la clave de estresarnos no está tanto en el suceso estresante sino en cómo lo percibimos. 

    Tanto si el peligro es real como si es percibido como real por la persona, el resultado a nivel fisiológico es el mismo, pues generalmente provoca tensión, ansiedad, y distintas reacciones físicas. También sabemos que en esta reacción participan casi todos los órganos y funciones del cuerpo, incluidos el cerebro, los nervios, el corazón, el flujo de sangre, el nivel hormonal, la digestión y la función muscular.

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    Comunicación y emociones

    En esta ocasión hablaremos de los conflictos relacionados con la COMUNICACIÓN y con las EMOCIONES.

    Una comunicación inadecuada es una de las dificultades más comunes que podemos encontrar en las relaciones familiares, pudiendo darse tanto entre los progenitores como de padres a hijos y viceversa. Cuando se da este tipo de comunicación, esta se convierte en una herramienta ineficaz, pues no les ayuda a resolver conflictos ni a expresar sus sentimientos, acumulando situaciones no resueltas. Entre los errores más frecuentes de comunicación familiar encontramos:

    • Realizar afirmaciones radicales del tipo “blanco o negro”.
    • Generalizar en exceso, refiriéndose a conductas que suceden de vez en cuando como si ocurrieran continuamente (Ej. “nunca estudias”; “siempre estás pegando a tu hermano”).
    • No reconocer ninguna afirmación del otro aunque sea parcialmente.
    • Negarse a reconocer la parte de responsabilidad que a cada uno le corresponde en un conflicto.
    • Juzgar los mensajes que recibes (Ej. “qué comentario tan absurdo”).
    • Abusar de los “deberías”, es decir, de cómo deberían actuar o pensar los demás (Ej. “deberías de pensar como yo”; “deberías de ser siempre amable conmigo”). En lugar de ello, mejora nuestra comunicación con los demás si nos expresamos en términos de “qué te parece si…”, “quizás te convenga…”.
    • Responder de malos modos a la otra persona e incluso llegar a insultar al otro.
    • Poner etiquetas (“eres torpe”; “eres un desastre”). Tanto las etiquetas que parecen positivas, como las que claramente son negativas, pueden contribuir al desarrollo de una autoestima dañada.
    • Utilizar un lenguaje poco concreto, así como describir los problemas en términos poco concretos, pues no ofrecen conductas concretas para poder cambiar.
    • Negarse abiertamente a tocar ciertos temas de conversación.

    Por otro lado, algunos de los conflictos relacionados con las EMOCIONES son los siguientes:

    • Dificultad para controlar las reacciones emocionales alteradas, como el miedo, la rabia, el abatimiento, la agresividad. Esto sucede de manera especial entre los adolescentes, pero del mismo modo puede suceder en los progenitores.
    • Dificultad para expresar las propias emociones: en muchas ocasiones el conflicto se da porque no expresamos nuestros sentimientos y vamos aguantando, sin que el resto de miembros de la familia sean conscientes de que algo nos sucede. La realidad es que no podemos guardarlo sin más, pues esto nos hace daño y va quemando hasta que estallamos.
    • Dificultad para comprender las emociones de los demás: en otras ocasiones el conflicto se da porque no sabemos interpretar lo que la otra persona nos transmite con sus gestos, su actitud, etc. y esa incapacidad puede resultar un obstáculo en la relación.

    Con todas estas posibilidades de encontrar conflictos en las relaciones familiares, es muy importante tener en cuenta las formas adecuadas e inadecuadas de resolver dichos conflictos para que estos sean resueltos positivamente.

    En primer lugar comentaremos alguna de las maneras inadecuadas de afrontamiento que pueden darse tanto por parte de los padres como de los hijos, como:

    • Agresiva: es el caso de menores que se niegan a aceptar las normas y límites de sus padres, pudiendo conllevar en los hijos insultos, descalificaciones, empujones, agresiones…hacia sus padres. También es un patrón de respuesta de algunos padres, más frecuente en aquellos que en su manera de educar suelen imponer sus criterios con rigidez y temor.
    • Pasiva/evasiva: en el caso de los hijos el ejemplo más claro lo tenemos en su actitud de pasotismo, “paso”, “no me importa”, “me da igual”, etc. Esta respuesta se da en los padres que se refugian en su trabajo para no afrontar abiertamente los problemas y la convivencia. También sucede en padres que no intervienen ante las conductas tiránicas de sus hijos, asumiendo su incompetencia educativa.

    En contraposición, la forma más adecuada de resolver dichos conflictos es la comunicación asertiva. Esta comunicación es útil para expresar tanto lo que queremos como lo que no queremos y llegar a acuerdos que resulten beneficiosos a todos los miembros implicados.

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    ¿Qué función tiene la familia?

    La mayoría de autores sobre este tema coinciden en señalar a la familia como el núcleo esencial de desarrollo humano, y el escenario que nos permite aprender desde niños a afrontar retos y asumir responsabilidades.

    La familia como institución social ha pasado por importantes transformaciones en los últimos años, y sigue haciéndolo intentando adaptarse a los nuevos cambios de nuestra sociedad.

    En esta ocasión vamos a hablar de cómo es el modelo de familia en la actualidad y de su manera de funcionar, es decir, del tipo de interacciones que tienen lugar entre sus miembros.

    LA INFLUENCIA DE LA FAMILIA

    Es conocido que la familia es una institución que influye con valores y pautas de conducta que son presentados inicialmente por los padres. Así, éstos les muestran normas, costumbres y valores como la verdad, la disciplina, el respeto, la autonomía, la afectividad, etc, que ayudan a que los hijos puedan enfrentarse y adaptarse a las características sociales que les han tocado vivir.

    La familia es quien mejor puede promover su desarrollo personal, social e intelectual. Además, es la familia quien habitualmente puede protegerlos mejor de diversas situaciones de riesgo.

    En nuestra sociedad, los niños y adolescentes reciben la influencia de contextos diferentes a la familia, influencia que aumenta a medida que se desarrollan y aumentan las interacciones sociales en las que participan. Además de los miembros familiares, figuran muchos otros agentes e instituciones que juegan un papel de peso en el desarrollo infantil y adolescente, como los amigos y compañeros de clase, la propia escuela, los medios de comunicación de masas, las redes sociales, etc.

    Sin embargo, a pesar de que haya otros agentes en la vida de los hijos, la familia sigue siendo el contexto de mayor importancia, puesto que las relaciones familiares se caracterizan por una especial intensidad afectiva y capacidad configuradora sobre las relaciones posteriores fuera de la familia.

    Son muchas y muy importantes las funciones de la familia en relación a los hijos. Una de las funciones básicas consiste en aportarles el clima de afecto y apoyo emocional necesarios para un posterior desarrollo psicológico saludable.

    Una segunda función es la de estimularlos, y ayudarlos a desarrollar la capacidad para relacionarse de modo competente con su entorno físico y social.

    ¿HA CAMBIADO EL MODELO DE FAMILIA?

    Como se puede constatar, el modelo tradicional de familia ha sufrido una progresiva transformación en Occidente. Esta evolución ha ido produciéndose en consonancia con los cambios sociales e históricos que han afectado al propio concepto de infancia y a la visión del papel de la familia en el desarrollo de sus hijos, dando lugar a los distintos modelos de familia que conocemos en la actualidad. Tanto es así que hay autores que hablan de una crisis de la familia como institución social, que se manifiesta sobre todo por el rechazo de valores tradicionales (respeto, honestidad, fidelidad, dependencia…..).

    La disminución del número de matrimonios y el aumento de sus separaciones nos indican cambios. En nuestros días las familias tienden a ser más “inestables” que en otras épocas, con facilidad a la ruptura, y los hijos son un bien escaso, pues suponen un elevado coste económico y personal. Es difícil ver familias numerosas a la antigua usanza.

    El “cambio” en la sociedad postmoderna es un síndrome permanente, ya que hoy en día todo es inestable, los trabajos, los afectos, las ideologías…al igual que la familia. Ejemplos de ello es que actualmente nos es difícil pensar en el trabajo o en una pareja “para toda la vida”.

    Actualmente no existe ya un único modelo de familia, en contraste con décadas atrás donde sólo se tenía una concepción de la familia, como nuclear, conformada por padre y madre e hijos.

    En relación a esta diversidad de modelos familiares, quizás la más evidente sea la aceptación de las parejas no casadas con hijos. También ha crecido el número de familias monoparentales (en mayor medida de la madre con hijos). Otros modelos que van en aumento son las familias adoptivas, reconstituidas y parejas sin hijos entre otras.

    ¿CÓMO FUNCIONA UNA FAMILIA?

    La familia se considera hoy un sistema complejo, en constante evolución y con diversas e importantes funciones en relación al desarrollo de los hijos.

    De acuerdo con Allard, las funciones de una familia están relacionadas con cubrir una serie de necesidades básicas:

    Necesidad de tener: se refiere a lo material, a los aspectos económicos y educativos necesarios para vivir.

    Necesidad de relación: la familia enseña a socializarse, a comunicarse con los demás, a querer y sentirse queridos, etc.

    Cuando la familia tiene que afrontar presiones de fuera o de dentro de la propia familia, lucha por mantener el equilibrio, pero sabemos que cualquier cambio en uno de sus miembros influye en todos los demás miembros de la familia. Debido a esta estrecha e íntima relación, la conducta de cualquiera de ellos puede afectar a la dinámica de la familia.

    Necesidad de ser: la familia debe proporcionar un sentido de identidad y autonomía.

    Cuando la familia tiene que afrontar presiones de fuera o de dentro de la propia familia, lucha por mantener el equilibrio, pero sabemos que cualquier cambio en uno de sus miembros influye en todos los demás miembros de la familia. Debido a esta estrecha e íntima relación, la conducta de cualquiera de ellos puede afectar a la dinámica de la familia.

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