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PorInstituto Bitácora

Apuestas deportivas en la población joven (II)

En el artículo anterior, expusimos cómo el perfil del ludópata había sufrido un cambio muy importante en los últimos años, habiéndose instaurado esta patología entre la población joven.
También señalamos aquellas propiedades o características de los nuevos formatos de apuestas online, tratando de aclarar cuáles son los elementos que facilitan que un chico joven se convierta en un usuario patológico de este tipo de juegos.
En definitiva, se trató de ofrecer la visión de que el juego y las apuestas online son productos especialmente diseñados para que se haga un uso compulsivo de ellos, y que además invierten en importantes campañas de marketing para captar el mayor número de jugadores.

¿Qué efectos tienen las características de este tipo de juegos de apuestas en el comportamiento del jugador?

En los últimos años, los estudios al respecto han demostrado que los juegos de apuestas online son más adictivos que los mismos juegos en su modalidad presencial. 

La recompensa económica es un motor muy fuerte para la conducta humana, y las empresas de juego online son conscientes de ello. De hecho, se ha demostrado que la conducta de juego activa los mismos circuitos cerebrales que se activan con el consumo de drogas.
Sabiendo esto, la clave está en que el jugador piense que puede ganar dinero. ¿Y cómo generan esa idea en el jugador?
En primer lugar, hay que atender a la realidad de que la probabilidad de ganar en los juegos y las apuestas online es más elevada que en los juegos presenciales. De esta forma, los jugadores jóvenes fácilmente pueden tener la percepción de que están ganando dinero. De hecho, en algunos momentos esto puede ser así. Lo que ellos no tienen en cuenta, y esto lo saben las empresas de juego, es que el obtener beneficios no es la norma, muy al contrario, la gran mayoría de las veces quien gana es la casa.

En definitiva, se trata de que en los jugadores aparezca la idea de que el juego puede ser una fuente rápida y fácil de conseguir dinero. Una vez que aparece esa idea, el jugador tratará de aferrarse a ella, y comenzará a interpretar la realidad del juego de manera que pueda reafirmarse en su hipótesis de que es posible ganar dinero con las apuestas.

En este punto, cobra especial valor un elemento llamado sesgo del experto.
Algunos tipos de juegos favorecen la idea de que existen estrategias a la hora de apostar, y que estas pueden servir para obtener mayores ganancias. Se genera la falsa creencia de que se puede llegar a ser un buen jugador. De esta forma, un chico que apueste en partidos de futbol, puede llegar a pensar que, si tiene ciertos conocimientos sobre los equipos y sobre la competición en sí, puede ser capaz de  anticipar el resultado de un partido.
Puede ser que, en algunos casos, los resultados puedan ser algo más predecibles (P. ej: Barça vs. Levante), pero lo cierto es que en cualquier competición deportiva entran en juego muchísimos factores cuyos efectos no siempre pueden ser previstos.   
El hecho de que en el jugador se genere la idea de que es un experto en las apuestas, suele implicar que se realice un número más elevado de apuestas y que a su vez, se asuman mayores riesgos. Es fácil intuir que en tales casos, de todas las apuestas realizadas, las ganancias serán menores que las pérdidas.

Además de todo esto, otro peligro del sesgo del experto, es que, en los casos en los que se pierden las apuestas, el jugador atribuye la pérdida a un fallo en su estrategia. Lo que no tiene en cuenta, es que las pérdidas responden a la propia naturaleza del juego.

¿Cuál es la realidad de todo esto?

En el artículo anterior, se mencionó que las empresas de apuestas online habían multiplicado por tres sus beneficios en los últimos años. En cambio, no existen noticias de que ningún jugador se haya enriquecido gracias al juego y las apuestas online. De ello, podemos deducir que un número alto de jugadores está experimentando importantes pérdidas económicas.

Actualmente no existen datos oficiales acerca del número de personas que padecen adicción al juego online. Pero, si atendemos tanto a los datos económicos de las empresas, como al aumento en el número de pacientes que llegan a las consultas con este tipo de problema, es fácil concluir que las cifras sobre los nuevos casos de ludopatía serán alarmantes.

Ana Ponce Rodríguez

Referencias

  • Castilla, C., Berdullas, S., Vicente, A., & Villamarín, S. (2013). Apuestas online: el nuevo desafío del juego patológico. Infocop61, 3-6.
  • García, L. R. (2018). Apuestas deportivas online: percepción adolescente y regulación publicitaria. methaodos. revista de ciencias sociales6(1).
PorInstituto Bitácora

El éxito de las apuestas deportivas en la población joven

Si pensamos en una persona adicta al juego o ludópata, es muy probable que lo que nos venga a la mente sea la imagen de un señor que ya ha pasado los 40, echando moneditas a una tragaperra luminosa junto a la barra de un bar.
Ciertamente, este ha sido el perfil del ludópata que llega a la consulta en busca de tratamiento. Hasta ahora. En los últimos años, ese perfil de adicto al juego ha experimentado un cambio bastante importante. Ahora ya no se trata de un señor bien entrado en la madurez que juega a las tragaperras, sino de un chico joven, de unos 30 años de media, que apuesta dinero a través de su móvil.

¿Por qué ha cambiado el perfil del jugador patológico?

Para desarrollar una adicción al juego, hasta ahora había sido necesario dirigirse a los lugares en los que estaban presentes las máquinas en las que poder jugar. El hecho de tener que ir a un lugar concreto a apostar una cantidad de dinero o echar unas monedas a la máquina, servía de filtro a la hora de que las personas hicieran uso del juego.
Actualmente, el negocio de las apuestas ha encontrado un mercado muy potente en el que poder expandirse, y que depende de dos elementos que están presente en el día a día de muchas personas jóvenes: el móvil y el fútbol.
Si antes era necesario dirigirse al fondo del bar y situarse de espaldas a todo el mundo para poder echar unas monedas a la máquina, ahora son Carlos Sobera o Neymar los que aparecen en las pantallas para decirle a sus espectadores que apuesten, apuesten y apuesten. No es casual que siempre lo hagan justo antes de que empiece un importante partido de fútbol.
Además de eso, para poder jugar, lo único que se necesita es tener un móvil con conexión a internet. ¿Qué persona joven no dispone de eso actualmente?

Por si aún pudiese existir alguna resistencia a apostar, muchas empresas regalan un bono con una cantidad concreta de “dinero” para poder jugar. Es “dinero”, entre comillas, porque ese bono que regalan solamente puede usarse para apostar online, no pudiendo ser retirado y cambiado por dinero real en ningún caso.

Con tal estrategia de marketing llevada a cabo por las empresas de apuestas online, se hace fácil entender que muchos chicos jóvenes se hayan convertido en usuarios de este tipo de juegos.

Además de todo esto, las páginas webs y aplicaciones de apuestas online, tienen una serie de características que facilitan las conductas de abuso.

En primer lugar, disponibilidad y facilidad para poder realizar una apuesta. Al precisar solo de un móvil con conexión a internet, las barreras del lugar y del tiempo se pierden, de tal manera que la persona puede apostar mientras está en sofá de su casa a las 3 de la madrugada.

Por otro lado, se pueden realizar apuestas sobre multitud de deportes (como partidos de fútbol, tenis o carreras de caballos) o eventos (Eurovisión o los Oscars). Y dentro de un mismo partido, se puede apostar sobre multitud de elementos (número de tiros a puerta, corners, etc.).

La rapidez para poder apostar también es un factor importante. Solamente es necesario hacer un par de clicks para que la apuesta quede hecha. A esto, se le suma que existe la posibilidad de apostar en caliente, es decir, mientras la competición se está llevando a cabo. De esta forma, los resultados y las recompensas de las apuestas son prácticamente inmediatos.

Por otro lado, poder realizar una apuesta desde el móvil ofrece una intimidad que no se tiene cuando se juega de manera presencial. El anonimato, la discreción y la dificultad de ser controlado favorecen que se haga un uso compulsivo de dichas aplicaciones.  

Las empresas de apuestas deportivas casi han triplicado sus beneficios en los últimos años.

¿Qué podemos deducir de ello? Pues que el enorme aumento de beneficio proviene sin ninguna duda de pérdida de grandes cantidades de dinero por parte de sus usuarios.
En el próximo artículo hablaremos del gran negocio del juego online, y de cómo los usuarios pasan de ser jugadores ocasionales, a convertirse en jugadores patológicos.

Ana Ponce Rodríguez

PorInstituto Bitácora

Menores y uso de internet

En los últimos tiempos, internet ha llegado pisando fuerte, colándose en el día a día de millones de usuarios que navegan a diario por la red. Sin duda los beneficios de internet son innumerables, pues con solo hacer un click, tenemos acceso a cualquier tipo de información. Pero lo que es una ventaja, también puede llegar a ser un inconveniente, sobre todo cuando esa ventana a todo tipo de información está también abierta a los menores. 

Los adultos, en mayor o menor medida, poseemos la capacidad de filtrar y juzgar con madurez aquellos contenidos que vamos encontrando en la red. Pero los niños, los adolescentes y muchos jóvenes no poseen la capacidad de discernir aquello que es real de lo que no lo es. Es por esto, que la exposición a internet conlleva unos riesgos de los que ya estamos comenzando a observar las consecuencias. 

¿Cómo está afectando la exposición a internet a los menores y a los jóvenes?

En primer lugar, un niño o un adolescente que tiene a su disponibilidad un móvil o una Tablet, lo primero que hará es dejar de realizar otras actividades acordes a su edad. En el caso de los más pequeños, hablamos de jugar en la calle con otros amigos, jugar al balón, jugar con juguetes y juegos, colorear, interesarse por libros, películas, etc. En el caso de los adolescentes, también se dejan de lado actividades como el deporte, música, películas, lectura, etc., o incluso las relaciones sociales. El repertorio de actividades y de intereses se reduce muchísimo cuando hay un móvil con internet 24 horas disponible. Un niño que juega poco, o a un adolescente que hace poco más que mirar su teléfono, ven muy limitadas sus oportunidades de interacción con el entorno, y con ello, su aprendizaje. Las relaciones con los iguales son bastante más limitadas, la interacción cara a cara se resiente y lo que predomina es la relación a través de las redes sociales. Esto les convierte en más inmaduros y vulnerables.

¿Qué es lo que las redes sociales enseña a los niños y a los jóvenes? 

Se puede decir que, hoy por hoy, Instagram es la ventana por la cual los más jóvenes ven el mundo. Y sobra decir que la imagen que enseña Instagram (al igual que todas las redes sociales) está bastante lejos de la realidad del día a día. Con esto, encontramos que los más jóvenes giran más en torno a enseñar, mostrar y parecer, que a realmente ser. Lo más importante ahora no es hacer cosas, conocer lugares o personas, es sacar todo eso en fotos y colgarlas en las redes sociales para que todo el mundo las vea.
Aún es pronto para poder conocer de forma certera las consecuencias que todo esto acarreará en las nuevas generaciones. Pero lo que sí se puede intuir, es que esta tendencia a querer mostrar al mundo cada paso que se da y la búsqueda constante de la aprobación de otras personas a través de likes y comentarios, es probable que vaya a estar ligado a problemas emocionales.
Existe una serie, “Black mirror” (disponible en Netflix) que, desde la ciencia ficción, en el capítulo 1 de su 3ª temporada ilustra muy bien este fenómeno. Es una forma de poder entender, dejando a un lado los elementos de la ficción, de qué manera las redes sociales pueden llegar a condicionar la vida de una persona.

¿Qué otros peligros entraña internet para los más jóvenes?

Quizás un aspecto aún  más preocupante dentro de todo este asunto es el acceso a la pornografía.
En el momento en el que un niño (sí, un niño) tiene un móvil entre sus manos, la probabilidad de que antes sus ojos aparezcan imágenes de índole sexual son bastante altas. ¿Cuántas veces al visitar alguna web hemos sido asaltados con esas molestas ventanas que se colaban en nuestro dispositivo mostrando todo tipo de escenas sexuales? Aparte de esto, no podemos olvidar el hecho de que el contenido adulto en muchos casos aparece entre los resultados del navegador sin que realmente sea eso lo que se está buscando.
Los pequeños manejan bastante bien las distintas aplicaciones de internet, y si el uso no lo hacen bajo la supervisión de un adulto, hay que dar por sentado que en un momento u otro, acabarán viendo contenido sexual. 

Como hemos mencionado antes, los niños y los adolescentes no tienen madurez suficiente para filtrar y analizar la veracidad del contenido que están viendo. Parece que esto está dando lugar a que los chicos asuman como algo normal la práctica de relaciones abusivas hacia la mujer y las relaciones sin protección. Quizás esto guarde cierta relación con los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, que apunta a un incremento alarmante en los últimos años de las infecciones de transmisión sexual.

Los que hemos mencionado aquí, son solamente algunos de los riesgos que entraña el uso de internet por parte de los menores y los jóvenes. Existen otros peligros que pasaremos a describir en posteriores publicaciones.

En definitiva, es importante que los padres establezcan un control y una supervisión sobre el uso que hacen sus hijos de internet, como forma de evitar tanto el uso indebido, como la exposición a contenidos inadecuados.

Ana Ponce Rodríguez

PorInstituto Bitácora

PROCESO DE RECAÍDA

La recaída es quizás una de las circunstancias más temidas tanto por las personas que padecen una adicción, como por sus familiares. Una vez que la persona adicta ha conseguido alcanzar la abstinencia, la forma de que esta se mantenga es trabajando para prevenir que la recaída aparezca. En este punto, es imprescindible que pacientes y familiares conozcan y se familiaricen con el proceso que sigue la recaída, pues si no se es capaz de identificar las señales que alertan de una recaída, difícilmente esta se podrá prevenir.

¿Cómo ocurre el proceso de recaída?

Normalmente, la recaída no aparece de un momento a otro. Lo común es que de manera progresiva vayan apareciendo señales y síntomas que nos pueden alertar de que las cosas no van bien. Esto puede tomarse como una oportunidad para, de manera prematura, detener el proceso que llevaría a un nuevo consumo.

Para no caer en un contenido excesivamente teórico que pueda aburrir o confundir al lector, emplearemos el caso real de un paciente adicto al alcohol para ilustrar de qué manera se da este proceso.

El paciente, al que llamaremos Luis, acudió a consulta por un problema de adicción al alcohol. Desde el principio, Luis respondió muy bien al tratamiento, tomando interés y siguiendo de una manera muy adecuada todas las indicaciones de los profesionales. Como su historia con el alcohol había sido muy larga y le había acarreado numerosos problemas y sufrimiento, Luis estaba muy motivado y animado por el hecho de haber empezado a poner un poco de orden en su día a día. Tras años de consumo de alcohol y malestar diario, por fin empezaba a poder llevar una vida normal. Relataba que se sentía libre, como si hubiese roto una cadena que le ataba a la bebida y le hacía esclavo de esta.
Aunque a veces le costaba conciliar el sueño, refería que se iba a la cama con una sensación de tranquilidad que hacía muchos años que no experimentaba, decía que se sentía en paz con su conciencia.
Retomó también antiguas aficiones como la natación y la guitarra, actividades que siempre le habían apasionado, pero que por su problema con el alcohol, había dejado de practicarlas. Esto le ayudaba a calmar algunos síntomas de ansiedad que padecía en algunos momentos concretos.

En definitiva, haciendo balance, Luis se sentía muy satisfecho con su nueva vida.

Hasta el momento, siguiendo el criterio de los profesionales, había estado evitando exponerse a situaciones que invitasen a beber alcohol. Había dicho que no a una comida de empresa, también había evitado la celebración de cumpleaños de un viejo amigo y la boda de un familiar. Comprendía que en ese tipo de eventos el consumo de alcohol podía ser abusivo, y que exponerse a ello no sería bueno para él, pues aumentarían enormemente sus deseos de consumo. Puesto que estaba muy entusiasmado con el resto de cosas de su día a día, no le había importado renunciar a esos momentos sociales.

Transcurridos pocos meses, la motivación de Luis comenzó a descender. El entusiasmo y la ilusión que sentía en su día a día ya no era tan grande. Algunos días faltaba a sus clases de natación, y ya no empleaba tanto tiempo en practicar con la guitarra. Sin duda, este descenso en su motivación era el primer indicador que debía activar las alertas.
No obstante a todo ello, seguía sintiéndose feliz por haberse alejado de la bebida, y seguía sintiéndose libre de la esclavitud del alcoholismo, eso no había cambiado. Se sentía seguro, tenía claro que su decisión de no beber era firme. Tanto esto era así, que desatendió el consejo de los profesionales y decidió acudir a una comunión a la que había sido invitado. Estaba (o parecía estar) tan seguro de sí mismo, que ignoró la advertencia de que el acudir a la comunión podría desembocar en una recaída más o menos inminente. En su exceso de seguridad, su falta de precaución y en la no adherencia al consejo profesional, encontramos otros indicios claros de que la recaída puede estar más cerca.

Luis acudió a la comunión y no consumió alcohol. Pensó que había ganado la batalla. Pero no quiso prestar atención a las sensaciones y pensamientos que ahora se habían instalado en él. Había aguantado toda la celebración sin probar ni una gota de alcohol, pero esto le había resultado terriblemente incómodo. No se sintió a gusto viendo cómo todo el mundo podía beber a su alrededor y él no. De hecho, casi no pensó en otra cosa durante todo el evento.
No bebió alcohol, pero la idea que se trajo de vuelta a casa fue la de que la vida sin poder beber es terriblemente difícil e incómoda. La maquinaria de la recaída ya estaba en marcha. Sus pensamientos hicieron el resto. Empezó a verse a sí mismo incapaz de mantenerse abstinente, su seguridad había desaparecido. Además, donde antes se sentía tranquilo y libre de la esclavitud del alcohol, ahora solo podía pensar en el sufrimiento que le suponía el no poder beber. Ese sentimiento de desesperación hizo que aparecieran unas ganas terribles de volver a consumir, y con ello, la idea de que todo ese malestar y nerviosismo que estaba sintiendo se aliviaría con la bebida.

Es fácil intuir el desenlace del relato. Si se analiza la secuencia de acontecimientos, es sencillo detectar en qué puntos de la historia se podría haber actuado de una manera distinta de cara a evitar la recaída. Si Luis se hubiera extremado sus precauciones al notar un descenso de su motivación en su vida diaria y se hubiese planteado la posibilidad de recaer, si hubiese evitado ir a la comunión, o si hubiese puesto sobre la mesa ese malestar que le había generado la exposición al alcohol durante el evento… en cualquiera de esos momentos, podría haber puesto en marcha distintas estrategias que le hubiesen ayudado a gestionar su malestar y a reconducir las situaciones para poder mantener la abstinencia.

¿Qué podemos concluir de todo esto?

Durante el proceso de recuperación de la adicción a una sustancia, la persona podrá atravesar algunos momentos complicados, en los que su motivación podrá disminuir. Esa fluctuación en la motivación, así como los altibajos, son una parte natural del proceso para los cuales existen herramientas y estrategias de afrontamiento.
En definitiva, el mensaje que buscamos transmitir con este artículo, es que si se sigue el criterio de los profesionales, y con el adecuado esfuerzo tanto del paciente como de sus familiares, es posible anticipar y prevenir las recaídas de una manera eficaz.

Ana
Ponce Rodríguez
PorInstituto Bitácora

LA FAMILIA COMO PRINCIPAL FACTOR DE MOTIVACIÓN AL TRATAMIENTO

En textos anteriores hablábamos de la adicción como una enfermedad insidiosa. De cómo la familia de la persona que tiene un problema por consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, iba identificando y viviendo los cambios en la conducta de la persona afectada, de cómo éstos, al principio se pueden justificar, dudando la familia de si realmente el consumo supone un problema o no. De cómo estos pequeños cambios, de mantenerse el consumo, irremediablemente van a más, hasta dar lugar al desarrollo de una enfermedad en la que poco a poco el bienestar físico, mental y social de la persona se ve afectado, así como la organización de la familia, las costumbres, la comunicación y las relaciones afectivas.

Estos cambios que se van produciendo como consecuencia del desarrollo de la enfermedad, no solo se manifiestan en el plano familiar. Las consecuencias negativas de la conducta de consumo se manifiestan en el plano personal, en la salud física y psicológica, en las relaciones interpersonales, en lo laboral o académico, en el manejo del ocio y tiempo libre…

En cuanto a salud física, si hablamos de adicciones químicas, las consecuencias van a depender del tipo de sustancia, de la cantidad y frecuencia de consumo, de la vía de administración, y de si estamos hablando de consumo de una sustancia, o de consumo de varias sustancias. En el caso de consumo de varias sustancias, las consecuencias físicas son mayores que si sumáramos los efectos de cada una por separado. Además de estas consecuencias físicas, en todas las adicciones, en las que hay sustancias y en las que no, se producen determinados cambios en la estructura y funcionamiento cerebral, que dan lugar a tolerancia, pérdida de control, síndrome de abstinencia y dependencia.

En el plano psicológico, las consecuencias son comunes a todos los problemas adictivos. Altibajos emocionales, bruscos cambios de humor. Irritabilidad. Ansiedad. Aislamiento. Sentimientos de culpa, de vergüenza, desesperanza. Además, el consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas pueden suponer para las personas más vulnerables un detonante para desarrollar otros trastornos mentales.

En lo laboral, en casi todos los casos se producen problemas de tipo absentismo, menor rendimiento, choques con compañeros, con clientes, pudiendo acabar en pérdida del puesto de trabajo, o degradación laboral. Cuando hablamos de los más jóvenes las consecuencias negativas se ven en una bajada de motivación y malos resultados académicos.

En cuanto a red social, ocio y tiempo libre, la persona que consume, se va dejando poco a poco por el camino, relaciones sociales saludables, quedándose aislada o con relaciones en el que el nexo de unión es el propio consumo. Paralelamente se va abandonando actividades de ocio y tiempo libre, de manera que el consumo pasa a ser una prioridad.

La vida de la persona que tiene este tipo de problemas se convierte en un círculo vicioso en el que queda atrapado y del que sólo conseguirá librarse con un tratamiento adecuado. Las consecuencias negativas físicas, psicológicas y sociofamiliares se afrontan consumiendo más sustancia o llevando a cabo la conducta adictiva, a pesar de la clara evidencia de que es el consumo el que genera los problemas. De este modo, la persona se queda sin salida, el consumo genera malestar, y este malestar se afronta con el consumo.

Llegado estos momentos el día a día resulta muy difícil, tanto para el consumidor como para su familia, y el sufrimiento es una constante en las vidas de todos los implicados en este tipo de problemas.

Sin embargo, aunque éste es el complejo escenario al que se puede llegar cuando se tiene un problema de este tipo, la persona afectada no percibe la realidad de su situación con objetividad. Y aunque existe un verdadero sufrimiento por la propia incapacidad para controlar la conducta, la persona, ya enferma, no solo no pide ayuda, sino que la rechaza.

Y este hecho, el que a pesar del malestar físico, psicológico y social, la persona se resista a entender y aceptar que necesita ayuda para salir de la situación, hace que la adicción sea una enfermedad única.

Si me caigo y me lastimo el codo, no dudo en ponerme en manos del traumatólogo para que me haga las pruebas pertinentes y ver si no es nada, si me lo tienen que inmovilizar o me tienen que intervenir. Si me entra malestar general y fiebre, no dudo en acudir al médico de atención primaria y seguir sus indicaciones, para que la gripe sea lo más leve posible. Si experimento taquicardia, sensación de ahogo, respiración rápida, opresión en el pecho, sudoración, temblores, náuseas, mareo, acudo corriendo al hospital más cercano para comprobar que no me estoy muriendo, que no me estoy volviendo loco, y me someto a las pruebas que me indiquen, me tomo la medicación que me prescriban, y me pongo en tratamiento para no volver a experimentar esos niveles de ansiedad. Si un día en una revisión me detectan hipertensión, aunque no haya tenido síntomas, trabajaré codo a codo con mi médico para controlarla y evitar sus efectos…

Sin embargo, cuando hablamos de una persona que tiene un problema por consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, el desequilibrio físico, psicológico y social que experimenta, no hace que pida ayuda, ni que quiera dejar de consumir.

Cuando se demanda tratamiento generalmente es porque se ha producido una situación de crisis, entendiendo por crisis un problema familiar, de salud, laboral, económico, legal.

En un porcentaje muy significativo de la demanda de tratamiento, el detonante es la familia. La familia es la que da razones al afectado para ponerse en tratamiento. A pesar de la resistencia acepta, porque para la persona puede ser más importante el detener una presión o tranquilizar a un ser querido que el propio problema, y aunque no entienda ni vea la necesidad de cambiar, ya se puede empezar a trabajar con él desde el punto de vista motivacional y de la mano de la familia, para seguir dándole al ya pacientes, razones para dejar de consumir.

Como escribí en otra ocasión la familia se convierte en un héroe. Llegan a consulta muy cansados, han sido muchas las dificultades por las que han pasado hasta que por fin el paciente ha aceptado acudir a tratamiento, son héroes porque no ha sido nada fácil el camino hasta llegar aquí, y el camino ahora debe continuar…

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Cambios bioquímicos durante la recuperación

Fases del proceso de recuperación

La adicción conlleva una serie de cambios en la bioquímica cerebral, que son, en parte, los responsables de que la persona siga consumiendo a pesar de los daños acaecidos. Cuando se produce la abstinencia y comienza la recuperación, las áreas cerebrales que sufrieron estos cambios, comienzan un proceso de reajuste bioquímico. Estos cambios y reajustes provocarán en la persona una serie de síntomas físicos y psicológicos, que irán variando en función de la etapa del proceso de recuperación en la que la persona se encuentre.

En la recuperación de las personas con adicción podrían distinguirse 4 fases o estadios. La duración y los síntomas de cada una de estas fases variarán en función de la sustancia consumida, y por supuesto, de las características individuales de cada persona.

Fase 1: Síndrome de abstinencia

Esta primera etapa comienza con la retirada de la sustancia, y se puede prolongar entre 1 y 2 semanas, en función de la sustancia consumida, del patrón de consumo (cantidad y frecuencia) y de otras características físicas y psicológicas propias de la persona.

En consumidores de alcohol, el síndrome de abstinencia se presenta con una importante sintomatología tanto física como psicológica, con especial intensidad cuando el consumo de alcohol ha sido alto. Pueden experimentar temblores, nauseas, palpitaciones, falta de energía, ansiedad, depresión, irritabilidad, insomnio, problemas de memoria y dificultades de concentración. El síndrome de abstinencia del alcohol es más intenso que el de las drogas estimulantes, llegando incluso a poder presentar alucinaciones, convulsiones o pudiendo alcanzar el delirium tremens en los casos más graves. En las circunstancias más extremas, algunas personas precisan ser hospitalizadas durante este período.

Para las personas que consumen estimulantes, la abstinencia se acompaña de depresión, falta de energía, insomnio o sueño excesivo, dificultades en la concentración, aumento del apetito y fuertes deseos de consumo.

No obstante, existen medicamentos que pueden disminuir la intensidad de estos síntomas en algunas personas. De esta forma, con la supervisión médica adecuada, esta primera fase del proceso de recuperación puede resultar algo más llevadera.

Fase 2: Abstinencia temprana

Esta etapa comienza una vez que se supera la barrera del síndrome de abstinencia. Tiene una duración de unas 4 semanas aproximadamente. En este período, y de manera especial los consumidores de estimulantes, los pacientes se sienten muy bien. Han superado la difícil etapa del síndrome de abstinencia, y además comienza a apreciar y disfrutar de las ventajas de una vida sin consumo. El entusiasmo y optimismo de este período es tal, que en ocasiones surge la falsa creencia de haber superado la enfermedad. Es importante que la energía y el entusiasmo característico de este período, se inviertan en crear hábitos e implicación en actividades que refuercen la recuperación y puedan prevenir una posible recaída.

Respecto a los consumidores de alcohol, en ellos el optimismo y la energía de esta etapa es menos intensa, pues el proceso de recuperación cerebral es distinto al de los consumidores de estimulantes. Es cierto que tras superar el síndrome de abstinencia presentan una mejoría considerable, pero algunos síntomas tales como el insomnio, el nerviosismo o las dificultades para concentrarse, pueden perdurar.

Fase 3: Abstinencia prolongada

Esta fase comienza en torno a la sexta semana tras haber detenido el consumo, y se prolonga hasta los 5 meses aproximadamente. Se podría decir que “el subidón” anímico y motivacional de la etapa anterior, ahora experimenta una bajada.
En esta etapa pueden aparecer síntomas físicos y psicológicos tales como irritabilidad, depresión, ansiedad, apatía, falta de energía y dificultades para concentrarse. De la mano de estos síntomas, es muy común que aparezcan fuertes deseos de consumo. La aparición de estos síntomas responde al curso natural de los cambios bioquímicos, al reajuste de la química cerebral tras la retirada de la sustancia. En esta etapa, el riesgo de recaídas es alto, por tanto, es importante que la persona se implique en actividades saludables que sean incompatibles con el consumo. El deporte es una muy buena herramienta para la prevención de recaídas.

Fase 4: Reajuste

Tras aproximadamente unos 5 meses después de la abstinencia, la recuperación cerebral es bastante significativa. La mayoría de los síntomas han desaparecido, y la persona empieza a percibir que puede hacer su vida con normalidad. En esta etapa, es importante que se continúe trabajando para reforzar un estilo de vida saludable, que la persona lleve una vida ordenada y que practique aficiones y haga deporte. En definitiva, se trata de afianzar la calidad de vida. Llevar una vida gratificante es un factor de protección ante los deseos de consumo que en ocasiones pueden aparecer. Además de eso, también es importante que la persona haya adquirido herramientas para afrontar estos deseos en aquellos momentos en los que aparezcan. Por último, también es importante que en este período la persona no pierda la conciencia del riesgo de recaída.

Referencias

Secades, R. M., Vales, E. C., Díaz, S. P., Rey, R. R., Zemsch, M. P., & Fernández, S. P. (2008). Manifestaciones y curso clínico del síndrome de abstinencia alcohólica en un hospital general. Revista clinica espanola, 208(10), 506-512.

López-Unguetti, L. (2019). Cocaína y Cerebro: Estudios recientes.

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LA FAMILIA EN EL PROCESO DE DESARROLLO DE LA ENFERMEDAD.

Existen datos muy contrastados de la mejor evolución y eficacia de los tratamientos de los problemas por consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, basados en intervenciones familiares. Con la implicación de la familia en el tratamiento se disminuye significativamente la tasa de abandono por parte del paciente, aumenta el nivel de compromiso del paciente, aumenta la adhesión al tratamiento, disminuyen las recaídas postratamiento, mejora el funcionamiento familiar y normaliza al paciente en cuanto a su incorporación social.

Por ello, desde Instituto Bitácora, en la atención de personas con problemas adictivos, trabajamos con la familia a lo largo de todo el proceso de tratamiento ya que su papel es fundamental, en algún caso determinante, para lograr un buen resultado.

Así, a lo largo de diferentes artículos vamos a intentar explicar cuál es el papel de la familia desde que detecta los primeros síntomas de la enfermedad hasta que el paciente recibe el alta de terapéutico.

LA FAMILIA EN EL PROCESO DE DESARROLLO DE LA ENFERMEDAD

Cuando hablamos de adicción, con o sin sustancias, nos referimos a una enfermedad que entre otras muchas características, que hemos ido y seguiremos explicando a lo largo de diferentes post, es una enfermedad insidiosa.

La Real Academia Española De La Lengua en su cuarta acepción, define como “insidioso-sa. Dicho de un padecimiento o una enfermedad que bajo una apariencia benigna, oculta gravedad suma”

Cuando hablamos de enfermedad insidiosa nos referimos a aquellas que comienzan de forma gradual, a aquellas cuyos síntomas van apareciendo lentamente, sin ser apreciables al principio, de manera que quien la padece no es consciente de ello.

En el caso de los problemas adictivos, la enfermedad en los inicios puede pasar desapercibida, entrando en la vida de la persona que la padece en silencio y de puntillas, y se va instalando casi sin hacer ruido para destruir poco a poco su bienestar físico, mental y social.

Además, si tenemos en cuenta que el alcohol, algunas drogas como el cannabis entre los más jóvenes, y determinadas conductas potencialmente adictivas como el uso de las nuevas tecnologías, forman parte de la normalidad, resulta entendible la dificultad en la detección de los primeros síntomas, la dificultad en darse cuenta de cuándo su uso pasa a ser un problema.

Los problemas o consecuencias negativas del consumo de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas, no se dan habitualmente en los primeros contactos con la sustancia, o la conducta. El desarrollo de la enfermedad es un proceso. Un proceso en el que se pasa del uso, al abuso y finalmente a la enfermedad, la adicción.

Este proceso es un lento y progresivo camino de deterioro que va sufriendo la persona, y que la familia y allegados vive de manera paralela. Lo primero que suele suceder es que la familia empieza a ver pequeños cambios en su familiar, la familia empieza a ver, de una manera u otra, debido a que es una enfermedad insidiosa al principio es muy sutil, que algo está cambiando, que algo está sucediendo… y la maquinaria de la enfermedad que ya está en marcha sigue su curso… los cambios y los problemas, si dejamos el consumo a su libre evolución, inevitablemente irán a más…por lo que cuanto más se tarde en pisar el pedal de freno, más avanzará la enfermedad y más se verá alterada la organización de la familia, las costumbres, la comunicación y las relaciones afectivas.

De pequeños cambios se va pasando a cambios mayores, las cosas poco a poco se van complicando, y en este escenario muchas familias no saben cómo actuar ante el problema. Cuesta mucho entender que lo que está viviendo forma parte de la sintomatología de una enfermedad, le cuesta al paciente, y le cuesta a la familia. El no achacar estos cambios a un proceso de enfermedad, hace que muchas veces la familia se enfrente al problema con estrategias que pueden generar mucho malestar y que además pueden agravar el problema.

Siguiendo a Edwards, vamos a intentar describir cómo la familia suele actuar frente a las conductas adictivas y frente a las consecuencias que se derivan de ésta.

En primer lugar la familia duda de si el uso de alcohol, drogas o conductas potencialmente adictivas es un problema. La familia minimiza el consumo o trata de convencerse de que pidiendo al afectado fuerza de voluntad, controlándolo o haciéndose cargo de las consecuencias negativas será suficiente para solucionar el problema y volver a la normalidad.

Pero si el consumo se mantiene, las cosas van empeorando en vez de mejorar, el deterioro a todos los niveles va aumentando. Al tratarse de una enfermedad cuya característica principal es la pérdida de control, la fuerza de voluntad no es suficiente, el afectado puede estar intentando dejar o disminuir el consumo sin lograr que su objetivo llegue a tener éxito, y la familia puede achacarlo a su propio fracaso, no al proceso de enfermedad, con lo que el malestar de ambas partes está asegurado. Por otra parte, el control sobre la persona que tiene el problema no solo no garantiza que ésta deje de llevar a cabo la conducta, sino que además interfiere negativamente en las relaciones interpersonales, generando distancia y ansiedad mutua que facilita que la enfermedad progrese. La familia también se ve en la obligación de hacerse cargo de las consecuencias negativas que el consumo va generando y de las responsabilidades que el afectado va dejando de cumplir, aumentando su sobrecarga e impidiendo además, que la persona que tiene el problema sea consciente de ello.

En función a las características de la familia como nivel de compromiso, tipo de comunicación, afectividad… la capacidad para reaccionar será de una manera u otra, siendo muy frecuente, debido a la dificultad para entender que los cambios y problemas que van surgiendo se deben al desarrollo de una enfermedad, que la conducta adictiva comprometa gravemente la estabilidad familiar. El desconcierto, la confusión, la tensión, el estrés, la alteración de las normas, la desconfianza, la frustración, los reproches, la culpa, el aislamiento, la incomunicación… se va instalando entre la persona con problemas y la familia, pasando a ser esta situación de distanciamiento físico y emocional, el caldo de cultivo perfecto para que la enfermedad siga avanzando.

El estado de tensión constante en el que vive la familia, por lo impredecible de la conducta de la persona que tiene el problema, por la resistencia de ésta a dejar de consumir, también tiene sus consecuencias negativas sobre la familia.

La familia puede presentar agotamiento por la constante angustia. Problemas emocionales como ansiedad, temor, desdicha. Sentimiento de culpa, porque se pregunta si el problema ha surgido porque no ha actuado bien, si se debe a su incapacidad para cuidar de la persona, se pregunta si es que ha defraudado al otro. Sentimientos de ambivalencia de tipo amor / odio. Sensación de privación emocional y pérdida afectiva. E incluso síntomas depresivos reactivos a las consecuencias del consumo.

Con este escenario, la familia se adapta o reacciona. La familia que se adapta a convivir con el problema, se organiza, o más bien se “desorganiza”, teniendo como centro el alcohol, las drogas o las conductas potencialmente adictivas. Lo que supone la cronificación del problema. La familia que reacciona, intenta buscar una solución para el paciente y para sí misma, aunque a veces no resulte fácil por la incapacidad del propio afectado para ver la realidad. Lo que supone el inicio de la resolución del problema.

Hasta aquí hemos contando, el difícil trayecto vital de la familia desde que empieza a percibir pequeños cambios, hasta que identifica el problema y se ve afectada. El cómo logra la familia que la persona con problemas acepte que necesita ayuda lo veremos en el siguiente artículo dedicado a la familia, “La Familia como principal factor de motivación al tratamiento”

PorInstituto Bitácora

JUEGOS DE ROL ONLINE Y SU POTENCIAL ADICTIVO

¿Qué son los juegos de rol online?

Quizás cuando hablamos de juegos de rol online, muchas personas no tienen muy claro a qué nos estamos refiriendo. Parece que ese tipo de juegos solo atraen al joven “friki” que pasa horas y horas delante de la pantalla de su ordenador. Pero, si en nuestro entorno tenemos niños o adolescentes, es muy probable que nos suene de algo el nombre de Fortnite. Ese juego que tan de moda está entre los más jóvenes y pequeños, lejos de ser un inocente juego que mantiene entretenidos a los chicos al igual que lo hacían en su época Sonic o Super Mario, se trata de un videojuego de rol online, con unas características especialmente diseñadas para atrapar a sus usuarios en horas y horas de juego ininterrumpidas.

¿De dónde viene su potencial adictivo?

Si analizamos detenidamente sus características, veremos que son muy peculiares respecto a otros juegos de arcade o aventura gráficas, puesto que ofrecen un abanico de posibilidades de juego muy amplias.
Se trataría de una comunidad virtual con un número ilimitado de usuarios, en la que el jugador crea su propio personaje o avatar y puede interactuar con otros participantes, explorar el mundo virtual del juego, realizar acciones y adquirir habilidades y objetos para su avatar. El personaje puede ir subiendo de nivel y consiguiendo recompensas que hacen que la interacción del usuario con el juego sea constantemente novedosa. Otra característica de este tipo de juegos es su continuidad, el juego sigue su curso aunque el usuario no esté conectado.

Aparte de todo esto, existen varios elementos o características que motivan al usuario a jugar constantemente:

Sistemas de reforzamiento intermitentes:

Es un ingrediente esencial de la adicción, y que precisamente se ofrece en este tipo de juegos. El premio o la recompensa se retrasa, el usuario no tiene certeza de cuándo podrá conseguirlo. Esto hará que el jugador siempre quiera seguir jugando, con la idea de que dicho premio está al caer.

Magnitud de los reforzadores:

Dentro del mundo virtual del juego, las recompensas que se van consiguiendo conforme este avanza son de creciente magnitud, van otorgando cada vez más poder al personaje y con ello, más prestigio al jugador. Así, cuanto más tiempo se dedique al juego, mayores serán las recompensas obtenidas.

Variedad de los reforzadores:

Además de la proporción creciente de reforzadores que el usuario va consiguiendo durante el juego, estos premios tienen otra cualidad que es la variedad. Un abanico amplio de recompensas diferentes hace que el jugador, de una manera u otra, siempre encuentre novedosos y gratificantes los logros que puede ir consiguiendo en el juego.

Continuidad:

Como señalamos anteriormente, este tipo de juegos se mantiene activo 24h los 7 días de la semana. Esto se suma al hecho de que muchas de las estrategias del juego se llevan a cabo mediante alianzas y clanes de varios jugadores. La combinación de estos dos factores aumenta la necesidad del usuario de seguir jugando.

Estímulos visuales y auditivos:

Diferentes sonidos, así como iluminación y colores asociados a momentos puntuales del juego como obtención o pérdidas de recompensas, aumentan el efecto adictivo del juego.

Además de sus características propias, el mero hecho de jugar y las interacciones que se dan durante el juego, pueden tener un efecto reforzante para la autoestima y el área social del jugador.

En este tipo de juegos se crean comunidades virtuales dentro de las que se juega en equipo para conseguir ciertos logros u objetivos. Esto crea un sentimiento de pertenencia a un grupo, de utilidad y una nueva alternativa de comunicación que pueden ser perjudiciales para algunas personas. Por ejemplo, un jugador que tenga dificultades para relacionarse con otras personas puede ver incrementado su problema, pues la adicción a los videojuegos suele conllevar un importante aislamiento del jugador respecto a su entorno. A su vez, este aislamiento suele llevar consigo un deterioro en las habilidades de relación.

Las personas con baja autoestima o pocas habilidades sociales son especialmente vulnerables a este tipo de problemas por el hecho de que en el juego pueden satisfacer las necesidades de relación que en la vida real no son capaces de solventar. Personas que en la vida real no tienen éxito en las relaciones con otras personas, dentro del mundo virtual pueden ser muy valoradas y admiradas. En casos muy extremos, el jugador puede llegar a identificarse con su personaje del mundo virtual más que consigo mismo y su vida real.

Y todo esto, ¿Cómo se traduce en datos?

Este tipo de juegos están en el punto de mira de la mayoría de los estudios sobre adicción a los videojuegos y nuevas tecnologías. No obstante, la popularidad de estos es muy reciente, por lo que aún no existen cifras acerca del número de jugadores que presentan adicción.
Sin duda, Fortniteha supuesto un antes y un después en el consumo de estos videojuegos. Los últimos datos sobre el número de usuarios señalaban 250 millones de jugadores en todo el mundo. Con estas cifras, y teniendo en cuenta que muchos de los usuarios son niños y adolescentes (población mucho más vulnerable), es posible que las futuras estadísticas acerca de los casos de jugadores adictos arrojen datos alarmantes.

Ana Ponce Rodríguez

PorInstituto Bitácora

Mindfulness en el tratamiento de las adicciones

¿Qué es MINDFULNESS?

Mindfulness es la acepción inglesa del concepto castellano de “atención plena”, “estar atento”, “conciencia plena”, o “presencia plena”. E implica que la persona se concentre en la tarea que está realizando en ese momento, sin que la mente divague sobre el futuro o el pasado, y sin sensación de apego o rechazo, y cuyo objetivo es provocar  claridad de mente y agrado.

Es una práctica históricamente arraigada en antiguas disciplinas meditativas budistas  que en el mundo occidental ha sido considerada más como una técnica en psicoterapia que como una religión.

Jon Kabat Zinn, biólogo molecular, médico, escritor y profesor universitario, considerado por muchos como el introductor del mindfulness en el ámbito clínico en el mundo occidental, lo define como “el estado de conciencia que emerge a través de prestar atención en el momento presente, de forma intencional, y sin juzgar, a la experiencia que se despliega momento a momento”

El mindfulness, tiene tres elementos principales: la conciencia, el momento presente, y la aceptación. Y la herramienta principal es la respiración natural.

La manera más fácil y eficaz de comenzar a practicar mindfulness es concentrar la atención en la respiración y observar lo que sucede mientras intentamos mantenerla ahí.

El auge del MINDFULNESS

Las técnicas del mindfulness, desde el punto de vista de la psicología occidental, se utilizan con fines terapéuticos por su capacidad para producir un aumento de la atención y una mejora en las habilidades para responder a los procesos mentales que contribuyen al malestar emocional y a los comportamientos desadaptativos. Suponen una manera de centrarnos en lo que está sucediendo en el aquí y ahora con nuestra vida, tomar contacto directo y ser conscientes de nuestra realidad, para poder así, aceptar, afrontar y manejar nuestro malestar.  Es este el motivo, por el que a lo largo de las tres últimas décadas se han incluido en intervenciones clínicas.

Sin embargo, en la última década, en nuestro país, el mindfulness, ha experimentado una gran expansión y se está aplicando a numerosos ámbitos, sobre todo al personal y laboral, de manera que muchos pueden creer que puede ser una solución para casi todo. Y parece que en la sociedad en la que actualmente vivimos, en la del corre corre, en la de la eterna juventud, en la del no sufrir, en la de los mil y un estímulos… tiene mucha cabida. Sin embargo, muchos expertos, expertos que defiende el mindfulness, advierten de cuál es la situación real, y alertan de los posibles riesgos que puede tener una expansión sin límites.

El riesgo está en no darle el lugar que tiene, y que se aplique en cualquier ámbito y por cualquier persona. El mindfulness, en función a la evidencia científica actual, sirve para el estrés, para la ansiedad, para el dolor, para la enfermedad, pero no para todo, y debe ser utilizado en psicoterapia por las personas que están capacitadas para ello, que son, los médicos, psiquiatras y  psicólogos.

¿Sirve el MINDFULNESS para el tratamiento de las adicciones?

Como acabamos de afirmar, existen evidencias médicas que avalan los beneficios del mindfulness como práctica de reducción de la tensión. Dado que tanto la conducta de consumo como el riesgo de recaída aumentan la tensión y el estrés, tanto a nivel fisiológico como psicológico, las técnicas de mindfulness son una estrategia eficaz para la prevención de recaídas.

La prevención de recaídas basada en mindfulness:

-Permiten reducir la tensión o malestar que pueden desembocar en impulsos y deseos de consumo, resultando útil tanto si el objetivo es una meta de moderación como si es la abstinencia.

-Favorece el autocontrol, ya que facilita el identificar, aceptar y canalizar nuestras emociones y pensamientos.

-Ayuda a situarnos en lo positivo, favoreciendo el establecer relaciones con nosotros mismos y con el mundo, más sanas y que nos ayuden a desarrollarnos y a crecer como personas.

En el siguiente post, profundizaremos en este último punto, la PREVENCIÓN DE RECAÍDAS BASADA EN MINDFULNESS.

PorInstituto Bitácora

Taller de prevención de recaídas

Empezamos el mes de julio, con un taller de prevención de recaídas, destinado a pacientes y familiares de pacientes con problemas por consumo de alcohol y/o drogas.

Aunque en algunos casos al principio del tratamiento pueda resultar relativamente fácil cambiar las conductas relacionadas con el consumo de alcohol y/o drogas durante un tiempo, la llamada “luna de miel”, lo difícil es mantener estos cambios. El intento de superación de un problema por consumo de alcohol o drogas es un proceso largo y complejo en el que pueden surgir crisis. Cuando el paciente no afronta adecuadamente estas crisis o dificultades, se pueden producir nuevos consumos. Además si éstos, no son tratados adecuadamente, el paciente volverá a “engancharse”.

Estos consumos se denominan recaídas. La recaída es todo un proceso. Una cadena progresiva de conductas, actitudes, emociones y pensamientos, que se inicia mucho antes de que el paciente comience a consumir alcohol y/o droga de nuevo. Y aunque resulta difícil establecer claramente dónde empieza una recaída, generalmente se inicia como consecuencia de algún estresante o de algún cambio tanto positivo como negativo.

Una recaída es por tanto, el resultado de un sumatorio de errores, muchos de ellos percibidos por las personas que rodean al paciente, y sobre el que se puede intervenir para parar el proceso y que no acabe en recaída.

Esta idea, es el punto de partida del taller que vamos a desarrollar a lo largo del mes desde Instituto Bitácora. Y aunque el hecho de que una recaída se inicie mucho antes de que la persona consuma, pueda parecer muy catastrófico, en realidad es todo lo contrario, resulta muy alentador que a lo largo de ese periodo de tiempo en el que se está preparando la recaída, podamos identificar las señales de aviso y poder actuar sobre ellas.

El primer objetivo del taller, que no el único, es el de aprender a reconocer dichas señales. Para algunos de los familiares estas señales no resultaran extrañas, ya que la conducta adictiva se vuelve rígida y esquemática, e incluso muchas veces han sido capaces de predecir cuándo se va a producir un nuevo episodio de consumo. Muchas veces hemos escuchado cómo un familiar nos contaba, por ejemplo, que el paciente le había llamado por teléfono para decir que ya iba para casa, y al colgar sabía que ya no volvería, no lo había visto, pero había un no sé qué, que le decía lo que iba a acabar pasando.

O ver un determinado gesto que no está en el repertorio habitual del paciente y que el familiar sabe que su presencia es un motivo de alarma… El paciente y la familia aprenderán a manejar estos pequeños cambios para poder reconducir y parar un posible proceso de recaída.

Estas señales, no solo son ciertos estados emocionales, como tristeza, irritabilidad, enfado, aburrimiento, soledad…o físicos como falta de energía, fatiga… sino también actitudes, comportamientos y procesos cognitivos.

El papel de la familia es muy importante, ya que el paciente tiende a no ver estas señales o a restarles importancia. El paciente empieza a sumar pequeños errores, determinadas mini decisiones aparentemente poco importantes, que pueden poner en marcha una recaída. En la cima de la montaña hay una bolita de nieve tamaño canica, que si se deja caer por la ladera acabará siendo de tal tamaño que se volverá imparable y pasará seguro sobre nosotros. Así es como funciona el proceso de recaída, va haciéndose cada vez más fuerte, más difícil de manejar, y es por ello, que es tan importante el identificar las señales y aceptarlas, para poder canalizarlas bien, y cuanto antes… en adicciones dejar las cosas para mañana puede ser muy tarde.

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