Archivos mensual julio 2016

PorInstituto Bitácora

¿CÓMO AFECTAN EL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD AL SUEÑO?

El estrés y la ansiedad son respuestas normales del organismo ante un peligro inminente (real) o ante la percepción de ese peligro. Permiten generar la alerta necesaria en nuestro organismo para hacer frente a esos peligros o amenazas y movilizar nuestros recursos para la supervivencia.
Sabemos que esta respuesta de activación y alerta del organismo es incompatible con el sueño. Por ello, si estas emociones se mantienen en el tiempo, acaban generando problemas psicofisiológicos como el insomnio.
De esta forma,[Tweet “el estrés y la ansiedad se convierten en uno de los principales disparadores de los problemas de insomnio transitorio.”]

Por otro lado, esta falta de sueño produce en el organismo una reacción fisiológica que ayuda a aumentar los niveles de ansiedad y estrés, generando mayores dificultades para relajarse y dormirse.

 

A nivel hormonal si estamos estresados se producen alteraciones en la segregación de sustancias como el cortisol, hormona que inhibe y suprime el sueño, así como de la prolactina o la serotonina, ambas relacionadas con la regulación de los ciclos de sueño y estados anímicos.
Por ello, como hemos comentado, el estrés y la ansiedad se convierten en desencadenantes del insomnio y a su vez en una consecuencia de este. Por ello es un elemento principal a tratar en los trastornos de sueño.
Como comentamos en el post anterior, el insomnio puede ser transitorio o crónico, según el tiempo de evolución. Las preguntas que se hacen los pacientes que acuden a consulta por este motivo suelen ser del tipo “¿qué ha sucedido para que esto sea un problema en mi vida?”, “¿por qué se ha convertido en algo crónico?”, “si yo hasta la fecha dormía bien….” .
En este sentido, sabemos que el insomnio crónico no se desarrolla de la noche a la mañana, de hecho casi siempre va precedido por un insomnio situacional, como resultado de acontecimientos vitales estresantes.
Puede evolucionar de forma gradual, de modo que cada vez nos encontremos más preocupados por el problema de sueño.
La valoración que realizamos de la dificultad inicial para dormir es un factor determinante para que el insomnio resulte un problema transitorio o un trastorno crónico.
Así, la persona que duerme mal durante varias noches, pero continúa con su rutina diaria sin preocuparse por ello, es poco probable que desarrolle insomnio crónico.

 

Por el contrario, una persona que después de algunas noches de sueño alterado empieza a preocuparse excesivamente por no poder dormir y por sus consecuencias negativas en el funcionamiento durante el día, tiene más probabilidades de entrar en un círculo vicioso de insomnio, del que le resulte complicado salir por sí mismo.
En estos casos, los pensamientos reiterativos sobre el insomnio se convierten rápido en el centro de las preocupaciones de la persona, quienes suelen atribuir la disminución del rendimiento o las alteraciones del estado de ánimo durante el día, exclusivamente a los problemas del sueño.
Es el círculo en el que la ansiedad por intentar dormir reduce la posibilidad de quedarse dormido, aumentando la aprensión, la activación física y el miedo a la cama. Después de una mala noche, la persona con insomnio crónico no sólo se preocupa por la noche pasada, sino que ya está pensando en la noche siguiente. Por tanto, el insomnio se convierte en una profecía que se cumple por sí misma.
Parece que algunas características de personalidad hacen a las personas más vulnerables a entrar en este círculo. Así, es más probable que les suceda a personas con tendencia a la ansiedad y preocupación, a personas perfeccionistas y exigentes, que necesitan tener todo bajo control, con mayor dificultad para ver el lado positivo de las cosas, y que no suelen exteriorizar sus emociones negativas ni hablar de sus problemas.

 

Ana Martín Almagro. Psicóloga del Instituto Bitácora.

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¿DUERMO BIEN?

Se ha demostrado que dormir es una actividad absolutamente necesaria, pasamos cerca de un tercio de nuestra vida durmiendo y, todos sabemos que buena parte de nuestra salud depende de la calidad del sueño. Sin embargo, a pesar de conocer este dato, pocas personas dan prioridad a disfrutar de un buen descanso.
Mientras dormimos se llevan a cabo funciones fisiológicas imprescindibles para el equilibrio psíquico y físico de los individuos. La principal función del sueño es reparar el organismo para poder seguir la vida en condiciones óptimas. Y entre las funciones más destacadas del sueño se encuentra la autorregulación de las funciones del sistema nervioso central y del resto de tejidos así como restablecer los almacenes de energía celular.
Además, el sueño tiene un papel importante sobre los procesos de aprendizaje y memoria y durante el sueño se tratan asuntos emocionales reprimidos.
Siempre se ha dicho que, para tener una vida saludable, es necesario pasar en la cama una buena cantidad de tiempo, algo que no es posible cumplir siempre debido al ajetreo diario y al uso excesivo de bebidas con cafeína o dispositivos electrónicos en nuestra sociedad, entre otras cosas, debido a que interfieren en nuestro ritmo cardiaco.
La necesidad de sueño cambia en cada persona, de acuerdo a la edad, estado de salud, estado emocional y otros factores.[Tweet “El tiempo ideal de sueño es aquel que nos permita realizar las actividades diarias con normalidad.”]
Mientras que algunos adultos sólo necesitan dormir entre 5 y 6 horas, otros pueden precisar más de 8 para sentirse totalmente descansado. No obstante, lo normal es que un adulto sano duerma un promedio de entre 8 a 8 horas y media.
Existen diferentes trastornos del sueño, que tienen serias implicaciones en la vida diaria de la persona que los padece, como bajo rendimiento, agotamiento físico, sueño diurno o dificultad para cumplir con las obligaciones laborales, familiares o sociales.
De entre ellos el trastorno más frecuente en la población es el insomnio, con mayor prevalencia en mujeres, ancianos y personas con problemas psicológicos, como ansiedad o depresión. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre un 25% y un 35% de la población adulta padece insomnio transitorio y entre un 10 y un 15% sufre de insomnio crónico.
El DSM-V, manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, define el trastorno por insomnio como una queja, que dura al menos un mes, de dificultades en iniciar o mantener el sueño o de que este no sea reparador.
En esta definición se hace hincapié en el hecho de que exista la queja, porque se ha comprobado que con patrones de sueño similares unas personas lo viven sin problema, porque no atribuyen sus dificultades diarias a la falta de sueño, mientras que otros sí lo hacen.

 

Esta reducción de la capacidad para dormir, se puede manifestar de diversos modos que dan lugar a diferentes tipos de insomnio:

• Insomnio de inicio: problemas para iniciar el sueño en menos de 30 minutos.
• Insomnio de mantenimiento: problemas para mantener el sueño, con despertares nocturnos de más de 30 minutos de duración, o despertares definitivos de manera precoz, consiguiendo un tiempo total de sueño escaso. Se tiene la sensación de que no se ha dormido bien y no se ha descansado.

 

Según el tiempo de evolución, el insomnio puede ser:

• Insomnio temporal o transitorio: si se produce durante un corto periodo de tiempo de duración, menor a un mes.
• Insomnio crónico: si se prolonga más allá de un mes, pudiendo durar meses e incluso años.
En el siguiente post hablaremos de cómo afecta la ansiedad y el estrés al sueño y de cómo el insomnio puede convertirse en un problema crónico.

 

Ana Martín Almagro. Psicóloga del Instituto Bitácora.

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¿OTRA VEZ CON EL CONCEPTO DE ENFERMEDAD?

En Instituto Bitácora ya estamos preparando con nuestros pacientes y familiares las vacaciones de verano. Y hemos empezado por reforzar el concepto de enfermedad, que tanto cuesta entender y aceptar a unos y a otros, aunque estemos constantemente trabajando sobre ello.
El manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, publicado por la APA (American Psychiatric Association) es el manual de salud mental de mayor aceptación y referencia mundial. Este manual es algo así como un vademécum, una obra donde se recogen las informaciones más importantes y esenciales de una materia, en este caso de los trastornos mentales.
Es por tanto, un sistema de clasificación de los trastornos mentales, donde se recogen descripciones claras y síntomas, para que tanto profesionales de ámbito clínico (médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, enfermeros, trabajadores sociales, forenses y especialistas legales) como investigadores y docentes, puedan diagnosticar, tratar, investigar, estudiar e intercambiar información de las distintas enfermedades mentales en un lenguaje común.

El manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su quinta edición (DSM-V), define la dependencia a sustancias como un:

Trastorno crónico y recurrente, caracterizado por una pérdida de control sobre el consumo y un patrón compulsivo de búsqueda de la sustancia a expensas de otras actividades más adaptativas para el individuo y beneficiosas para su entorno.
Y partiendo de esta definición, vamos a intentar analizar y explicar cada parte de ella.
Trastorno crónico…
Por trastorno crónico entendemos que la enfermedad, una vez instaurada va a persistir de por vida. La enfermedad estará siempre ahí, latente, dormida, aunque esto no significa necesariamente encontrarse mal, sino todo lo contrario. Con un tratamiento adecuado y con el logro de la abstinencia, los síntomas y las consecuencias van desapareciendo, de manera que se puede llegar a un estado de salud, esto es, que se puede llegar a la recuperación física, psicológica y social.
Pero teniendo siempre presente, que el retomar el consumo va a suponer la activación de la sintomatología de la enfermedad, en este caso, incapacidad para abstenerse, pérdida de control, así como la aparición de las consecuencias negativas, tanto físicas, como psicológicas y sociales derivadas de la adicción.
…y recurrente
Por trastorno recurrente entendemos que la enfermedad puede volver a aparecer nuevamente después de un periodo de tiempo. Lo que entendemos como recaída.
Como demuestran los estudios realizados con distintas técnicas de neuroimagen, el consumo de alcohol y drogas produce anomalías y cambios en la estructura y función cerebral, que provocan que, ante la exposición a determinados estímulos, internos y/o externos, la persona que tiene este tipo de problemas experimente un deseo de consumo intenso e irrefrenable, que le lleva a retomar el consumo.
Por tanto, cuando estamos ante personas que no cesan su consumo, o tienen una recaída tras otra, no se debe a debilidad o a que no tienen fuerza de voluntad, se debe a que su estructura cerebral ha cambiado y a la fortísima asociación de recuerdos placenteros que se activan de manera automática ante los estímulos relacionados con el consumo.
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PorInstituto Bitácora

¿Qué es la psicoterapia?

Es una cuestión muy difícil de conceptualizar y precisamente por ella podemos encontrar múltiples definiciones y desde distintos puntos de vista.

En primer lugar expondremos brevemente un par de ellas más oficiales.
Por ejemplo, según la definición de la Real Academia Española (RAE), la psicoterapia es el tratamiento de enfermedades mentales, psicosomáticas y problemas de conductas mediante técnicas psicológicas.
La Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) entiende la psicoterapia como un tratamiento de naturaleza psicológica y carácter científico, que se utiliza para las manifestaciones psíquicas o físicas del malestar humano, con el que se tratan de promover cambios o modificaciones en el comportamiento, la salud física y psíquica, la integración de la identidad psicológica y el bienestar de las personas o grupos tales como la pareja o la familia.
Además de las definiciones oficiales, intentaremos hacer una breve exposición sobre qué consideraríamos un proceso terapéutico.

Como mencionamos en nuestra página, el objetivo de la psicoterapia es el desarrollo y el fortalecimiento psíquico al mismo tiempo que el alivio de un sufrimiento, un sufrimiento que puede presentar una persona en un determinado momento, y que se puede manifestar a través de síntomas.

Los síntomas que puede presentar una persona pueden ser muy variados, por ejemplo, dificultad para dormir, contracturas musculares, diarreas, crisis de ansiedad, mal comportamiento, suspender exámenes, beber compulsivamente, alucinaciones, etc, etc, ect.
Entendemos la psicoterapia como una relación terapéutica fundamentalmente, esto es una relación entre personas, entre el terapeuta y el paciente o el terapeuta y la familia.

El buen psicoterapeuta debe ser para el paciente como una presencia que permanezca estable, constante y predecible, a la que pueda recurrir y con la que la persona puede aprender qué existen nuevas formas de relacionarse con los demás a través del vínculo que establezcan entre ambos.

En la psicoterapia se ayuda a entender las relaciones entre las personas, de forma que no es sólo un individuo el responsable del sufrimiento sino que lo que está dañado o no funciona bien es la relación entre los distintos miembros de una familia o de la pareja o de los amigos, es decir, lo que han creado entre ellos.

De forma que el proceso ayude a entender que si algo no funciona entre dos personas cada uno ha tenido algo que ver, y cada uno tiene su parte de incumbencia y, por tanto, posibilidad de cambiar algo, de forma que ni el bueno es tan bueno, ni el malo es tan malo.
Otra forma de entender la psicoterapia ha sido que el terapeuta (que es el que supuestamente sabe cómo se tienen que hacer las cosas) le da recomendaciones o pautas al paciente para que le vaya mejor la vida.

Esto se ha ido modificando y se ha ido transformando en que el terapeuta puede ayudar a la persona a construir una realidad o versión sobre sí mismo diferente a la que tiene y le está ocasionando malestar.
Por otra parte, el buen terapeuta además de dominar el “saber”, tener conocimientos sobre las teorías psicológicas, tiene que conocer y manejar bastante su propio “ser”, su forma de ser, por eso la gente dice que para que funcione bien la terapia no solo tiene que saber mucho el terapeuta sino que debe de haber algo más.
Por tanto, si decides comenzar un proceso terapéutico podrás pensar junto con otra persona sobre “por qué” y “para qué” te pasa lo que te está pasando, por qué no puedes dormir o para qué tienes un nudo en la garganta que no te deja ni respirar, y podrás aprender a afrontar situaciones estresantes, resolver conflictos con otras personas, identificar y manejar tus emociones (la ira, el miedo, la tristeza…), superar una pérdida (de un ser querido, de un trabajo y estilo de vida, de la salud…) o un trauma (un accidente, una agresión…), manejar síntomas físicos (dolores de cabeza o de barriga…), manejar síntomas de enfermedad mental (pensamientos negativos, alucinaciones…) , etc

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Es como si cada uno tuviéramos nuestro campo de minas particular, no consistiría en eliminar estas minas sino en saber identificarlas para que podamos esquivarlas lo máximo posible. Si yo siempre tropiezo en una misma piedra, el terapeuta no me quita esa piedra de mi camino sino que me enseña a caerme para que cuando choque con ella me haga el menos daño posible.
Una vez aprendidas esas nuevas habilidades, técnicas o modos de pensar y comportarte, podrás usarlos en el futuro, cuando vuelvas a encontrarte en alguna situación que te produzca malestar, ya que como hemos dicho, la psicoterapia implica también un crecimiento personal.

Dra. Mª Carmen López Alanís

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