Archivos mensual junio 2016

PorInstituto Bitácora

TODOS PODEMOS SER HEROES

Hoy os quiero hablar de los héroes que he ido conociendo a lo largo de estos años trabajando en Instituto Bitácora.

Los héroes que yo he conocido no venían con ropa ajustada de colores, ni capa, ni poderes sobrenaturales.

Los héroes que he conocido son personas normales que se involucran en acciones extraordinarias de servicio al otro.

Personas que llegado un determinado momento deciden y eligen actuar por la otra persona, sin pensar ni por un momento, en ganancia personal o reconocimiento.

Las hazañas de estos héroes, por las que se distinguen del resto de las personas, es que actúan aún cuando los demás son pasivos, preocupándose por el bienestar del otro, con sacrificio, constancia, valor, fe y mucho amor. Leer más

PorInstituto Bitácora

¿POR QUÉ NOS ENFADAMOS?

La ira es una emoción que forma parte de la naturaleza del ser humano y que como tal es positiva y necesaria para la supervivencia.

De hecho, puede ayudarnos a salir victoriosos de situaciones en donde alguien se ve obligado a defenderse.

Como toda emoción, la ira viene en gran parte determinada por los pensamientos negativos que surgen antes y por las creencias de cada persona, mucho más que por las hormonas o la herencia genética.

Así, el responsable de mi estado de ánimo no es tanto la situación como mis pensamientos. Los pensamientos automáticos negativos activadores de la ira más habituales los podemos clasificar en dos tipos:

El primer tipo son:

Los deberías” (cómo deberían o no deberían actuar los demás): pensamientos como “tú no deberías hacer…, sino que tú deberías hacer…” pueden generar ira.

Continuamente juzgamos el comportamiento de los demás. Estos juicios se basan en un conjunto de reglas sociales de cómo debería o no actuar la gente. Leer más

PorInstituto Bitácora

Sustancias psicoactivas de uso médico

El consumo de sustancias psicoactivas, legales e indicadas por profesionales de la medicina se puede convertir en una enfermedad.

Por psicoactiva, entendemos cualquier sustancia, de origen natural o químico, que introducida en el organismo por cualquier vía (oral, nasal, intramuscular, intravenosa…) ejerce un efecto directo sobre el Sistema Nervioso Central, ocasionando cambios específicos en sus funciones.
Estas sustancias son capaces de inhibir el dolor, modificar el estado de animo, alterar las percepciones y además tienen la capacidad de generar dependencia física y psicológica.

Además de las drogas legales, como el alcohol y la nicotina, o ilegales como el cannabis, la cocaína, la heroína o el MDA, existen sustancias psicoactivas de uso medico, como las benzodiacepinas, los barbitúricos, hipnóticos u opiáceos que si no son usados de forma rigurosa, tal como están prescritas, pueden dejar de cumplir su función terapéutica, y convertirse su mal uso en otra enfermedad, en una adicción.

Hoy hablaremos en concreto de los opiáceos de uso médico.

Los opiáceos son potentes analgésicos y anestésicos prescritos a pacientes que sufren de dolores agudos o insoportables relacionados con procesos quirúrgicos, y para aquellos que sufren dolor persistente o crónico intenso. Ejemplos de opiáceos de uso medico son Codeína, Tramadol, Dolantina, Fentanilo, Morfina, y Metadona.

A través del testimonio de uno de nuestros pacientes de Instituto Bitácora, profundizaremos en uno de ellos, el Fentanilo.

El Fentanilo es un opiáceo especialmente potente en cuanto a su función terapéutica, pero también especialmente potente en cuanto a su capacidad de desarrollar dependencia tanto física como psicológica. De hecho, algunos autores refieren que este fármaco es cien veces más potente que la morfina, y la Organización Mundial De La Salud (2008) lo compara con la heroína, concluyendo que es ochenta veces más potente.

Un alto porcentaje de pacientes se queda atrapado con este fármaco. Se convierten en adictos cuando no siguen de manera escrupulosa las indicaciones médicas. Dándose además la paradoja, que como se está tomando legítimamente, es decir, nos lo ha mandado la “autoridad” y se compra en farmacias, es doblemente difícil de detectar por el propio paciente, precisando ayuda especializada en el tratamiento de las adicciones, para poder salir del círculo negativo en el que el paciente se queda atrapado, donde además de perder la libertar sobre el uso de la sustancia, el fármaco pierde también la función terapéutica para la que ha sido asignado.
El dolor no solo no cesa sino que además aparece tolerancia, síndrome de abstinencias, dependencia física y psicológica y una serie de efectos secundarios relacionados con el uso abusivo de esta sustancias, como son vómitos, respiración lenta, náuseas, mareos, dolores de cabeza, sudoración, somnolencia…

Ejemplo de ello es la historia de uno de nuestros pacientes:

Les voy a hablar del Fentanilo, una medicina, un potente analgésico y anestésico.

Les hablo desde la cautividad donde viví desde el día que cambié mi dolor por la placidez del no sentir mi espalda dolorida. Ese día perdí mi Libertad y otras muchas cosas.
Un trágico accidente de tráfico, una espalda gravemente dañada, y como consecuencia, el dolor, el dolor en mayúscula, el dolor invalidante que no crea otra cosa que impotencia y lágrimas.

Satisfecho el neurocirujano de haber salvado mi vida y conservado mi movilidad, no se lo pensó dos veces y en un intento de mejorar mi calidad de vida, me indicó que tomara Actiq 200 microgramos cuando llegara el dolor. Me dio la receta y no explicó más.

Cuando tuve el medicamento en mis manos, no vi nada más que la forma de tomarlo. No vi la palabra Fentanilo, no leí el prospecto, solo me tumbé en la cama y comencé a consumirlo.

El Actiq Fentanilo se presenta en forma de pequeño chupachus y se va absorbiendo a través de la mucosa bucal. Comencé a sentir un ligero sopor al tiempo que el dolor cedía, llegando a un estado de placidez que era desconocido para mí. Era como un bebe dormitando dulcemente con su chupete.

Ese fue el momento en que perdí la Libertad, porque sin casi darme cuenta estaba decidiendo que quería estar siempre así.

Pasaron los días, me fui acostumbrando a tomar el fentanilo a diario y cada vez en mayor cantidad, hasta que llegó un día en que prácticamente vivía con el medicamento, ya droga, en la boca.

Había caído en la trampa de la tolerancia y cada día necesitaba más cantidad para quitarme el mismo dolor.

Me di cuenta de que ya lo usaba por otros motivos que no eran solo el dolor. Lo usaba para relajarme, para dormir, para como se dice vulgarmente, estar “colgada”.

Obviamente todo esto fue provocando cambios en mi comportamiento, hacía y decía cosas que molestaban e incluso herían a mis seres mas cercanos.
Ya no tenía lucidez para pensar objetivamente, perdí agudeza al razonar, estaba lenta física y mentalmente, y no lo veía.
Creía que hacía las cosas bien y que los demás estaban equivocados, que no me comprendían.

Unos se acercaron mas a mi considerando que era una adicción, como una enfermedad, otros se fueron y un día vi que me había quedado sola con el fentanilo, en una jaula sin rejas donde yo misma había entrado equivocadamente.

Buscando vivir terminé solo sobreviviendo.

Por fin decidí terminar con esa vida y pedí ayuda. Entré en un centro para desintoxicación de drogadictos y en ocho días estaba químicamente desintoxicada.
Mi paso por allí no fue plato de gusto. La convivencia con heroinómanos, alcohólicos y otros adictos fue dura, pero había que hacerlo, era eso o la jaula.

Aun quedaba lo peor, la deshabituación. Mi cuerpo estaba libre de Fentanilo, pero no mi mente. Duró cuarenta días, cuarenta días con insomnio, alterada, nerviosa y muy deprimida.

Pasado ese tiempo comencé a normalizarme. Ya podía dormir algunas horas, comía mejor y recuperé mi tono de voz. Durante más de seis años había sido una sombra. Ahora era libre de nuevo, pude ver luces para replantear mi vida. Era como construir una casa. Había que empezar por unos cimientos fuertes e ir paso a paso.

Necesité ayuda psicológica, estaba demasiado rota.

Ahora manejo el dolor de otra manera, he aprendido a vivir con el, y cuando aprieta tomo algo inocuo y me tumbo boca arriba. Me relajo y el dolor se va.

He hecho daño, he desperdiciado años de mi vida, pero gracias a Dios ahora camino por el sendero adecuado.

No tengo más que palabras de agradecimiento para las pocas personas que se quedaron a mi lado. Sin ellas no habría podido llegar a donde estoy ahora.

Y he aprendido que los medicamentos se convierten en droga si son mal usados. Cada pastilla es un arma de doble filo y que lo rápido, cómodo y fácil te anula antes de que te de tiempo a pensarlo.

Asunción Lago Cabana. Psicóloga de Instituto Bitácora.

PorInstituto Bitácora

¿He tenido una crisis?

En el último post hablaba del Trastorno de Ansiedad Generalizada, en los siguientes seguiremos tratando otros trastornos de ansiedad, viendo las distintas formas de presentarse y cómo podemos entenderlos y hacerles frente.

¿Qué es una crisis de ansiedad?

Es una reacción repentina de miedo o malestar que va subiendo, llegando al máximo en unos minutos (2- 25min) y tardando luego unos minutos en desaparecer, aunque puede dejar a la persona con miedo, angustia o malestar durante un buen rato.
Los hay que se producen sólo en determinadas circunstancias o situaciones y entonces parece más fácil de relacionar pero también los hay que aparecen inesperados.

Los síntomas que más frecuentemente suelen aparecer son taquicardia, ahogo, sensación de opresión en el pecho, temblores, molestias digestivas, mareo o vértigo. Sensaciones de adormecimiento u hormigueos en el cuerpo, cara ó extremidades, sudoración y escalofríos, calor…Menos frecuentes son la sensación de atragantamiento, la sensación de irrealidad o de extrañeza; generalmente, todos estos síntomas producen un miedo intenso a morir de un ataque cardíaco, volverse loco, perder el control, a hacer algo ridículo, a desmayarse ó atragantarse, etc.

¿Cómo se producen? Suele darse una secuencia…

Primero un aumento de la activación por el estrés (tensión emocional, conflictos, ira que no se puede mostrar, sensación de ser superado por las circunstancias…etc.).Sólo notamos una vaga sensación de malestar, pero de forma continua.
Luego ocurre algo que aumenta esta activación, a veces tan pequeño como la gota que colma el vaso, que podemos no damos cuenta, y aparecen sensaciones (los síntomas de la crisis).

La interpretación de esas sensaciones, como no las conocemos y son muy molestas, la interpretamos como peligrosa y/o graves y recurrimos normalmente a urgencias ó al médico, que nos prescribe algo que nos calma momentáneamente.

Por último se produce la consolidación. Como casi nunca nos explican muy bien lo que es y no desaparece la activación o incluso empeora por las crisis, el proceso sigue, cada vez es más fuerte y cada vez las interpretaciones son más molestas y de mayor peligro, a veces, ya se desliga del estresor primero y cada vez es más difícil darle un sentido a lo que nos pasa. Al final le tenemos miedo a las sensaciones o, lo que es lo mismo, miedo al miedo y las mismas sensaciones son los desencadenantes (palpitaciones, ahogo…).

¿Por qué a mí?

Las crisis de angustia se dan en casi todas las personas alguna vez en la vida y, para la mayoría, no pasa de ser un mal rato que se interpreta como estrés (hablaremos en un siguiente post de este concepto más detenidamente). Entonces, ¿por qué me pasa a mí todo esto?
Hay multitud de posibles explicaciones tanto biológicas como psicológicas y desde distintas teorías, no obstante, para lo que aquí nos ocupa vamos a mencionar algunas y, por supuesto, habría que estudiar la variabilidad individual de cada caso.

Puede existir fuerte nivel de estrés que a veces no percibimos o que, si lo hacemos, no logramos controlar. Puede estar en relación con conductas de apego y pérdidas (cambios de domicilio, independizarse, fallecimiento de un ser querido, separaciones de pareja o amigos y familiares…). A veces por sentimientos que no se aceptan como la ira ó el resentimiento.

También hay que tener en cuenta una predisposición familiar a ser ansioso, en general de tipo fisiológico, aunque también cultural y educativa, que hacen más fuertes las sensaciones normales de preocupación (“la enfermedad no se hereda, se hereda el nerviosismo”).

Y un factor fundamental del trastorno es cómo nos contamos a nosotros mismos lo que nos pasa. Las personas ansiosas suelen pensar de una manera catastrofista y, a veces, hay situaciones o informaciones que aumentan esta forma de pensar (conocidos con determinadas enfermedades, algún problema real que se ha vivido como una catástrofe, una muerte súbita o inesperada en la familia, un accidente, lo que vemos en TV o leemos, etc…).

Dra. Mª Carmen López Alanís

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